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La semana pasada, Buenos Aires se sacudía a su vez con las consecuencias de ese acto sereno pero artero: en la sala del Gran Rex se estrenaba Operación Trueno, el cuarto film de la serie Bond, y los 63 mil espectadores convocados durante los primeros siete días de exhibición festejaban con carcajadas o silbidos la indemnidad de este nuevo Superhombre. Mes de doce años tardó esa glorificación en trasladarse de Londres a las playas sudamericanas: en 1953, uno de los clubes londinenses consagrados a la adoración de Bond —con 1.200 socios— libró batalla en Soho contra una banda de eduardianos que habían tratado de mancillar al héroe; treinta muchachos terminaron en el hospital. El 17 de abril de 1963, el Gran Rex de Buenos Aires cerraba la primera semana de exhibiciones de 'El satánico doctor No' con una recaudación apenas superior al medio millón de pesos y un total de 10.803 espectadores; Bond se reivindicó el 22 de mayo de 1965, cuando el primer balance semanal del Goldfinger
(Dedos de oro, tercer film del ciclo) reveló la asistencia de 52.429 personas y un ingreso de 5.429.022 pesos, excluidos los impuestos.
Entre el sábado y el domingo últimos, no menos de sesenta espectadores consultados por esta revista parecían estar dispuestos a fundar un Club de Amor a Bond o a inscribirse en los que hubiera. Todavía extasiada por los recursos que acaba de exponer el ídolo, Adriana Divarian, de 45 años, madre de tres hijos, admitió que Sean Connery, el escocés que encarna a Bond, "representa el ideal masculino" y que el propio personaje es algo así como un soplo de Dios. "Lástima que trate tan mal a las mujeres —suspiró—. Ojalá cambie algún día." Miguel Bersaiz, un estudiante de arquitectura de 20 años, explicó: "Admiro su seducción. Pero lo que más me fascina son sus rasgos de sadismo". Tulio Suárez, de 31 años, agente publicitario, opinó que Bond "sintetizaba todas nuestras ansias, pese a lo sobrenatural e increíble que es, pensándolo un poco".
primera plana 
19/04/1966

 

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