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Año IV Buenos Aires, 17 de mayo de 1966 Nº 177
CARTA AL LECTOR
Desde junio de 1955, cuando ardieron las iglesias del centro de Buenos Aires, la vida de los sacerdotes ya no fue la misma: impelidos a andar por las calles sin distinguirse de los demás hombres, desprovistos de su sotana distintiva, empezaron a alentar la idea de que vivir en el mundo y con el mundo era, después de todo, una impecable manera de servir a Dios.
Muchos de ellos se volvieron contra la enseñanza de los seminarios que les inculcaba la sumisión al Obispo, la desconfianza hacia las mujeres, la entrega al estudio de la Teología y a las cosas sagradas. Como consecuencia, casi 200 sacerdotes pidieron su reducción al estado laical y las inscripciones en el Seminarios se redujeron, en Buenos Aires, de 36 a 10: todo eso en los últimos once años. La mitad de los reducidos, por otra parte, decidió casarse.
La intimidad de éste éxodo, que sacude con la misma fuerza a la Argentina, a los Estados Unidos y a Francia, comenzó a rastrearse hace un mes. Por entonces, diez mil peticiones sacerdotales para conseguir la reducción se habían elevado al Vaticano, desde todo el mundo, en el espacio de una década. En Buenos Aires y en las diócesis del interior, la investigación se volvió difícil: tres Obispos prefirieron no contestar al cuestionario que les sometió Primera Plana.
A la vez, una decena de ex sacerdotes entregaron sus respuestas, pero pidieron que sus nombres no fueran mencionados. Un matrimonio elegido entre quince, la madre de un sacerdote, los amigos y hermanos de los antiguos curas, completaron el cuadro de personas consultadas. En la mayoría de ellos cundió el temor a la reprobación de sus párrocos, de sus asesores espirituales, de sus Obispos. Sólo un hombre confió, desgarradoramente, la historia completa de su crisis: fue Joaquín Adúriz, un ex jesuíta a quien suele señalarse como uno de los teólogos más brillantes de la Argentina, y a quien Primera Plana entrevistó en su nuevo lugar de residencia, la ciudad de Lima: nunca, hasta ahora, Adúriz había aceptado revelar públicamente esa historia.

 

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