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Año V Buenos Aires, 30 de mayo al 5 de junio de 1967 Nº 231
CARTA AL LECTOR
GORDURA — No es la consecuencia del bienestar común o de la gula personal; la obesidad es el corolario de una pasión nacional por ciertos alimentos: la manteca en los Estados Unidos; la carnes grasas en Europa; los almidones (papas, pan, pastas) en nuestro país. Pero 5 millones de gordos argentinos no parecen dispuestos a las grandes renuncias: de ahí el auge de las sacarinas y los artículos sin sal, que este año alcanzan su punto máximo, en una mezcla de moda y necesidad. Sobre esta rama de la industria de la gordura —paralela de la automedicación— trata el informe escrito por Mario Bohoslavsky (págs. 40/44).
C.G.T. — Al alba del 25 de mayo, la Confederación General del Trabajo salía de una nueva crisis interna. En realidad, es la misma crisis que se abatió sobre la central obrera a principios del año pasado, cuando José Alonso quedó desplazado de la Secretaría General. Desde entonces, y bajo dos Gobiernos Nacionales, la CGT tuvo tres directorios; ahora, un cuarto se apresta a conducirla hacia una próxima —y compleja— renovación de autoridades. Hostigada por el Poder Ejecutivo, la CGT firmaba el jueves una rendición condicionada. El horizonte sigue siendo oscuro (págs. 12/13).
ECONOMÍA — Durante la semana pasada, en Mendoza, 400 delegados de entidades empresarias (cuyos gastos sumaron unos 15 millones de pesos) celebraron el Primer Congreso Nacional de la Industria. Sus conclusiones formaron un paquete de necesidades y de reclamos; al mismo tiempo, los discursos y declaraciones emitidas en Mendoza entrañaron un claro respaldo a la política económica del Gobierno. Fue ante ese auditorio donde el Ministro Krieger Vasena anunció otra etapa de sus planes: el acceso al desarrollo industrial por el camino de las inversiones y no por el aumento del poder de consumo. En las págs. 22/25 se analizan los debates del Congreso; del tema se ocupa, también, Mariano Grondona (pág. 11).
HUMOR — Primera Plana nunca comenta las' actividades extraperiodísticas de sus redactores y colaboradores; a lo sumo, se limita a informar acerca de ellas. No obstante, hay veces en que quisiéramos producir una excepción para la regla: así sucede con Humor mío, un libro de Jordán de la Cazuela que acaba de ser puesto en venta (Calatayud Editor, Buenos Aires, 1967, 143 págs.). Hasta el martes próximo. EL DIRECTOR
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