Año V Buenos Aires, 1º al 7 de agosto de 1967 Nº 240
CARTA AL LECTOR
LA RURAL 1967 — Palermo es, siempre, el escenario donde el agro hace su balance anual; el domingo pasado, al inaugurarse la 81ª Exposición Nacional de Ganadería, Agricultura e Industrias, el balance ya estaba listo, prologado por lamentos y quejas de toda la región que va desde la Patagonia hasta Formosa. Los lamentos y quejas son también clásicos, pero nunca tuvieron tanto fundamento como ahora. Sin embargo, muchos productores piensan que, a pesar de las dificultades, "el campo sigue siendo uno de los grandes negocios de los empresarios argentinos". Un informe especial sobre el tema, con declaraciones de José María Lartirigoyen, nuevo presidente de la Sociedad Rural: páginas 19/22.
NEGROS — Diez años atrás, Little Rock fue un monumento a la intolerancia racial. Desde entonces, el Gobierno de los Estados Unidos supuso que la fuerza de las leyes bastaría para acabar con la segregación; esa quimera empezó a derrumbarse la semana pasada, entre sangre y fuego, mientras los negros buscaban cambiar sus tácticas: ahora son ellos quienes favorecen la discriminación y quieren llevarla a sus últimos extremos. Es un vuelco inesperado y riesgoso (ver páginas 11 y 26/28).
TRADICIONES — Durante once días, Catamarca sacudió su modorra y se abrió a un alud de turistas. La Primera Fiesta Nacional del Poncho reivindicó, entonces, la gloria de la prenda más íntimamente vinculada con la imagen folklórica del país; la historia de una artesanía que no ha perdido su carácter heroico, y la de sus cultores; páginas 40/42.
DEPORTES - En la ciudad canadiense de Winnipeg, 22 países pequeños y medianos afrentan al coloso norteamericano en una veintena de deportes: son los Pan Am Games. Para los argentinos, la lucha pareció estéril en los tramos iniciales y costó lograr la primera victoria, a cargo del esgrimista Saucedo; pero, a fines de semana, había ya más medallas. Ricardo Frascara, desde Winnipeg, describe el proceso (páginas 47/50).
PLÁSTICA- El mendocino Julio Alcides Le Parc, que lleva nueve años viviendo en París y fue consagrado en 1966 por la Bienal de Venecia, acaba de regresar a Buenos Aires para convertir al Instituto Di Tella en un festival incomparable. Mientras conducía el montaje de sus obras, contó a Aldo Grinberg, de Primera Plana, una trayectoria marginal, desconocida, y pontificó sobre un nuevo arte (páginas 52/54).
Hasta el martes próximo. EL DIRECTOR.
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