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Año VI Buenos Aires, 16 al 22 de enero de 1968 Nº 264
CARTA AL LECTOR
EL CHOCÓN - Hace tres décadas, una comisión oficial de técnicos daba nombre a la más ambiciosa obra pública del siglo; en busca de un sitio adecuado para levantar un embalse de llanura en la cuenca baja del Río Limay, los expertos encontraron una angostura ideal; se llamaba El Chocón. Desde entonces, con distinto énfasis, casi todos los Gobiernos declararon su intención de acometer una empresa cuyo costo se estima, ahora, en unos 443 millones de dólares (apenas el 1,8 por ciento de los fondos que la guerra de Vietnam exigió, durante el último año, a los Estados Unidos).
Sin embargo, la máxima cuota de euforia otorgada a la antigua quimera corresponde al régimen Onganía, hasta tal punto que los sueños terminaron por confundirse con la demagogia y que el destino de las actuales autoridades sólo parece atado al vasto complejo hidroeléctrico. A fines de 1967, vacío aún el cuadro financiero de la obra, el Presidente exageraba: "El Chocón ha dejado de ser proyecto, El Chocón ha entrado en ejecución". La semana pasada, con todo, un acto simbólico cerraba la fase inicial del proceso: quedó constituida Hidronor, la compañía encargada de construir el dique, y su alma mater, Raúl Ondarts, se aprestaba a viajar a Washington, para obtener allí una respuesta definitiva del Banco Mundial.
En las páginas 17/20 se publica un informe exclusivo sobre el estado de El Chocón y su futuro; en ese material figura, también, una entrevista a los consultores ingleses contratados por el Gobierno, quienes operan ya cerca del Banco Mundial, desbrozando el camino de Ondarts. Dos años atrás, Primera Plana dedicó la tapa de su Nº 157 al mismo tema, bajo un interrogante: "El Chocón — ¿Algo más que un proyecto?" El artículo que hoy editamos no puede, todavía, contestar a esa pregunta.
NACIMIENTOS — El desarrollo industrial reduce a límites alarmantes el índice de nacimientos. A partir de este aserto, los principales demógrafos del mundo —reunidos en Sidney, Australia— obtuvieron conclusiones significativas para impedir el peor de los riesgos: decenas de civilizaciones desaparecieron por no haber previsto aquella merma. En pleno auge de los anticonceptivos químicos, y en tanto arrecian las campañas de control de la natalidad, esa alarma sirve para poner los puntos sobre las íes: el recambio de una generación —la vuelta al perdido equilibrio— será posible cuando nazcan, exactamente, 250 niños por cada cien mujeres casadas (página 38).
Hasta el martes próximo. EL DIRECTOR.

 

 

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