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crónicas del siglo pasado

 

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Año VI Buenos Aires, 27 de febrero al 1 de marzo de 1968 Nº 270
CARTA AL LECTOR
AVIACIÓN — A fines de la semana pasada parecía inminente la designación del nuevo Administrador de Aerolíneas Argentinas, un cargo vacante desde principios de febrero, cuando lo abandonó el brigadier retirado Amoldo Tesselhoff. Que la empresa haya carecido durante tres semanas de conductor, es apenas un indicio más de las vacilaciones oficiales en materia de aviación comercial. La lucha entablada entre la empresa del Estado y las particulares por la supremacía aérea llega a su punto crítico (el informe: páginas 15/18), También se incluye un reportaje al brigadier Alcides Numa Sánchez, encargado de aplicar las normas que rigen esa actividad.
ARTAUD — El 4 de marzo de 1948, una enfermera encontró muerto a Antonin Artaud al pie de su cama, con up zapato en la mano. Sucedió en el asilo de Ivry, cerca de París, último refugio que Artaud habitó en su carrera de miseria, incomprensión y soledad. Nueve de los diez últimos años de su vida fue pensionista de casas de salud, y su muerte no despertó ecos más que en un puñado de amigos. Dos décadas después, casi todas las disciplinas del arte se benefician de ese calvario, y el nombre de Artaud parece el centro obligado de la reflexión que intensan sobre sí mismas. En las páginas 52 y 53 se rastrean las causas de ese martirio y de su resurrección.
TEXTOS — Otro escritor durante mucho tiempo despreciado acaba también de acercarse a ese coto vedado de los inmortales. El cubano José Lezama Lima, un poeta de 58 años a quien sólo conocían los iniciados, acrecentó, con su novela Paradiso, la lista de obras maestras que vienen confiriendo a la literatura de América latina una fuerza creadora con pocos parangones en este siglo. Un fragmento de Paradiso, precisamente, anticipa la sección Textos de este número.
BARNARD — Desde que llegó a Buenos Aires, el 21 de febrero, Christian Barnard aceptó convertirse en un espeptáculo. Zarandeado por la curiosidad y la devoción públicas, sonriente a perpetuidad, como los grandes divos, suscitó sólo coros de alabanzas. Qué había detrás de esas cegadoras candilejas, es lo que intensaron yer los cronistas de Primera Plana que lo siguieron durante las 43 horas de su visita (página 44).
Hasta el martes próximo. EL DIRECTOR.

 

 

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