Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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Año VI - Buenos Aires, 4 al 10 de junio de 1968 - Nº 284
CARTA AL LECTOR
La semana pasada se consumaron dos trasplantes de corazón en la Argentina. Al alba del viernes, en Lanús (Buenos Aires), un grupo de cirujanos y médicos anotaba un triunfo para la ciencia nacional (página 13); el otro injerto estuvo a cargo, el miércoles a la noche, del Asesor Julián Delgado, responsable del suplemento en colores que ofrecemos en las páginas 37/44. Robert Kennedy acababa de ser derrotado en Oregon —y acaso en su lucha por la máxima candidatura—, a manos de Eugene McCarthy; la inesperada novedad, que también contrarió a los encuestadores, desactualizaba la nota escrita el día anterior.
Delgado, que vuelve de los Estados Unidos con una inocultable inclinación por Bobby, dotó de un nuevo corazón a su artículo, y añadió tres nuevos distintivos partidarios a su solapa, donde antes lucía sólo el de Kennedy. "El panorama político norteamericano está demasiado fluido —rezongó—. No quiero volver a quedar en descubierto." Su informe, sin embargo, no intenta profetizar sino erigir la visión interior de una ofensiva presidencial norteamericana, quizás el más apasionante proceso que pueda darse en el mundo.
Tan apasionante como el que conmueve a Francia desde el 17 de mayo, cuando diez millones de trabajadores comenzaron a paralizar una de las mayores potencias europeas. Los últimos acontecimientos exigieron a Charles de Gaulle una demostración de fuerza para tratar de conjurar el caos: "político de la catástrofe", como le llama el historiador Herbert Luethy, el Presidente de la Quinta República volvió a sufrir el segundo embate, en quince días, del comunismo y los demás partidos opositores, interesados en derrocarlo y tomar el Gobierno, un horizonte con el que sueñan hace por lo menos seis años. Sin embargo, aunque consiga afrontar esta terrible crisis —la peor de su década—, aunque salga airoso de ella, de Gaulle está herido: es el ocaso del más brillante estadista de la posguerra; sobre ese ocaso y sus formas, escribe desde París el Secretario de Redacción, Roberto Aizcorbe. (Página 24).
Hasta el martes próximo. EL DIRECTOR.

 

 

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