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Año VIl • Buenos Aires, 15 al 21 de julio de 1969 - Nº 342
En octubre de 1968, cuando los militares peruanos derrocaron a Fernando Belaúnde Terry, algunas de sus medidas iniciales hicieron suponer que se inspiraban en la llamada Revolución Argentina. Tres meses antes del alzamiento, el general Juan Velasco Alvarado había asistido en Buenos Aires a las celebraciones del 9 de Julio; y a esta ciudad, precisamente, los sublevados remitieron, como una encomienda, al desposeído Belaúnde.
Sin embargo, las similitudes —formales— sólo duraron unas horas. Quiza no podía ser de otro modo: diferentes naciones, Ejércitos diferentes, los dos regímenes también siguieron caminos diferentes. A principios de este año, al entrar en conflicto con los Estados Unidos, las autoridades de Lima apenas hallaron en el Gobierno argentino una solidaridad decorativa. La Reforma Agraria dictada el 25 de junio tal vez alargue las distancias, porque esa ley amenaza con abatir sobre el Perú las mismas iras de Washington que alienaron a Cuba de la familia hemisférica, en 1962.
• No obstante, si hay un país americano que siempre miró hacia Buenos Aires con admiración y cariño, ese país es el Perú; ni siquiera la errátil conducción de las relaciones exteriores bajo la Administración Onganía ha logrado enfriar la mutua amistad de los dos pueblos. El lunes 7, por primera vez en su historia, las Fuerzas Armadas sentaban a su mesa, en la cena anual de camaradería, a un militar extranjero: el Primer Ministro del Gobierno limeño, general Ernesto Montagne Sánchez. Delante suyo, Juan Carlos Onganía trazó el balance de sus tres años de gestión: el azar proveía entonces la oportunidad de comparar ambas revoluciones (página 15).
• Durante veinte días, el redactor Juan Carlos Algañaraz recorrió 13.000 kilómetros para indagar la explosiva situación del Medio Oriente, en una gira que incluyó Israel, Jordania, la República Árabe Unida y el Líbano. Como los análisis políticos inundan la prensa del mundo entero, se trataba de rescatar el testimonio de las víctimas anónimas de una guerra que, en verdad, se eterniza desde 1948. Para cumplir esa tarea fue necesario visitar los frentes de batalla, las aldeas destrozadas, los campamentos de refugiados, las ciudades; su informe se publica en las páginas 48/62.
Hasta el martes próximo. EL DIRECTOR
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