Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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AÑO VIl • Nº 406 • BUENOS AIRES, NOVIEMBRE 10, 1970
CARTA AL LECTOR
El martes pasado se engalanaban dos palacios de gobierno para recibir a sus nuevos ocupantes. En el parlamento de Santiago, ante la Asamblea Legislativa y un centenar de delegaciones extranjeras, asumió el mando Salvador Allende. Aquí, en Buenos Aires, en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el general Levingston recibió el juramento del nuevo Ministro del Interior Brigadier Arturo A. Cordón Aguirre. Antes de la ceremonia, el sucesor de McLoughlin visitó al Comandante en Jefe de Aeronáutica para presentar su solicitud de retiro. Perdía así el ascenso que sin duda recibiría a fin de año, a brigadier mayor, pero ganaba "mayor libertad".
El mismo día, con poco disimulo por el disgusto que le provocó no haber sido el elegido, Juan Enrique Guglialmelli presentó una aparatosa renuncia al cargo de Secretario del CONADE. Terminaban así las espectaculares intervenciones por la segunda etapa de la Revolución Argentina del ex secretario de Coordinación y Enlace de Arturo Frondizi. Curiosamente, había soportado, con mando de tropa, la época de Krieger Vasena, como colega a Moyano Llerena y, como "La Prensa", sin dejarle siquiera iniciar su gestión, descarga sus iras contenidas contra Ferrer, el único de los tres que enunciara una política económica más o menos compatible con la suya.
En los Estados Unidos, con una regularidad a la que no estamos acostumbrados, se celebraron elecciones. La victoria fue adjudicada a los Demócratas, pero las especiales características de la política norteamericana impiden definir, de manera tajante, por el partido a que pertenecen, cómo van a inclinarse los parlamentarios nominados. Por ahora sólo puede decirse que no fue un triunfo de Nixon.
Hasta el martes próximo. EL DIRECTOR

 

 

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