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AÑO IX • Nº 407 • BUENOS AIRES, NOVIEMBRE 17, 1970
CARTA AL LECTOR
No pudimos celebrar el séptimo aniversario con la revista en la calle, y hasta sospechamos que el octavo nos hallaría, en la misma situación. Sin embargo, las nubes se disiparon en setiembre, y aquí estamos, con esta voluminosa edición 407, celebrando un hecho capital en el periodismo argentino: la salida del Nº 1 de Primera Plana, el 13 de noviembre de 1962.
Es el nuestro el más antiguo semanario de noticias, el único que resistió una clausura; no parece soberbia recordar que es, también, el más influyente de la Nación. Tantas responsabilidades —que son, además, victorias— obligan a un balance especial de estos ocho años, en que el país tuvo cuatro Presidentes, y en que el ejemplo de primera plana señaló un camino cada día más transitado por los órganos de información.
El balance indica resultados alentadores. De un lado, la existencia de un público maduro y fervoroso, abierto a todos aquellos mensajes que sirvan con talento y honestidad sus ansias de conocimiento. De otro lado, el afianzamiento de una generación de periodistas que se formó en este nuevo curso. Ambas evidencias sacan a luz una tercera, que las domina: la libre expresión de quien escribe —y es éste un tesoro difícil de guardar, cuyo mejor custodio es el propio periodista, si no se deja llevar por agresividades baratas o servilismos abyectos— constituye el verdadero homenaje hacia quien lee, hacia su libertad, que es igualmente firme y respetable.
Iniciamos, ahora, nuestro noveno año: la Editorial Primera Plana responde al desafío que ella creó en el mercado nacional, con una expansión societaria y con nuevos planes e ideas. El objetivo es uno solo: responder a nuestro público y a las empresas del país —de las que somos vehículo de trabajo y difusión— con el esfuerzo y la pasión que nos fijáramos hace ocho años, cuando una veintena de hombres se reunió en lo alto de un edificio de la calle Perú, a intentar lo que entonces era una aventura: redactar semana a semana, sin compromisos partidistas, sin deleznables ataduras económicas, la Historia —irritante, maravillosa— de la Argentina y el mundo.
Basta el martes próximo. EL DIRECTOR
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