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AÑO IX • Nº 446 • BUENOS AIRES, AGOSTO 17, 1971
El viernes 13, agentes del gabinete de Toxicomanía abordaban un departamento, en Rodríguez Peña 1385; se encontraban con varios menores drogados. Más tarde, detenían a otro y a dos mayores: proveían de droga al grupo. La adicción, esa plaga, estaba a la vista. Una investigación del tema —drogas—, con profundidad, extensión y calado desconocidos en revistas argentinas, se inicia en la página 22; concluye, con graves testimonios, en la 34.
Las inequívocas definiciones de Rey y Gnavi no lograron desvanecer la atmósfera de aprehensión, generada entre los políticos por significativas frases, atribuidas a Sánchez de Bustamante. Mientras había signos de que las negociaciones con Madrid entraban en una impasse, todos los planes gubernamentales parecían detenerse: ni el esperado cambio del rumbo económico, ni el reemplazo masivo de Gobernadores, ni el nuevo Gabinete (página 8).
Desde hace cincuenta años, el Ulster no había sufrido un desastre semejante como el de la última semana: 25 muertos en una semana, centenares de heridos, miles de familias sin hogar, infinidad de refugiados. El Eire, con mayoría católica, debió soportar la invasión de esos colegas de fe que, perseguidos por la intolerancia —una intolerancia que ya lleva 300 años—, huyen en busca de una vida mejor, de una reivindicación social; simplemente, en pos de respeto (pág. 54).
Un ideólogo de las cátedras nacionales y un peronista duro, de subterránea influencia militar, se proponen una misión insólita: ser los Juan Bautista Alberdi de un futuro régimen socialista en la Argentina. Entre las páginas 12 y 14 se describe, como primicia, el Proyecto Constitucional que Carlos Mastrorilli y Norberto Ceresole presentarán, en un par de meses, a Puerta de Hierro. Allí incluye un novedoso cargo, ad hoc, para Juan Perón (página 12).
Es uno de los mayores escritores que dio la literatura occidental. Se llama William S. Burroughs y es un emblema en el que moran la primera generación beat, el pacifismo hippie y los politizados yippies. Un personaje enigmático, sangriento, surca la mayor parte de sus relatos: Hassan ibn Sabbah, El Viejo de la Montaña, un líder ismaelita que hacia el 1090 tiñe a Persia de sangre. El relato, que comienza en la página 42, era, hasta el momento, inédito.
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