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AÑO IX • Nº 450 • BUENOS AIRES, SETIEMBRE 14, 1971
CARTA AL LECTOR
Un 17 de agosto, tres lustros atrás, en la escalinata de la Catedral, cientos de católicos argentinos enfrentaban a la Policía. Desde la Casa de Gobierno, un edecán de Perón observaba, tras una ventana, para informar al Presidente la agonía del régimen (pág. 30).
El viernes, la escena del templo se repetía con otros protagonistas. Esta vez, peronistas con los estudiantes de su lado, fueron los que treparon los mismos peldaños para homenajear a Eva Perón. La Policía, en otras manos, también reprimió (pág. 8)
23 millones de argentinos, de espaldas al futuro, seguimos discutiendo lo viejo, sin darnos tregua para construir.
Es probable que lo que hoy miramos con desprecio o con miedo —Bolivia o Vietnam, Haití o Irlanda— llegue a ser nuestro propio retrato.
Ya no sirve hablar hoy de los dones naturales del país sino para recordar la parábola de los talentos.
Hasta nuestras fugas son más crueles en estos tiempos. Mientras en el Uruguay 106 Tupamaros compraron su libertad incruentamente (pág. 54), la fuga de 19 trotzkystas en Tucumán costó, en cambio, la vida de cinco obreros penitenciarios (pág. 10).
Nikita Sergeyevich Kruschev se integró a su antigua troika. Como Kennedy y Juan XXIII, con quienes escribiera la historia de los comienzos del '60, acabó de consumir la suya propia.
Aquí, en Buenos Aires, murió un talentoso representante del patriciado liberal, Federico Pinedo. Una ausencia más que no pueden llenar ni los apologistas ni los detractores de sus ideas.
Hasta el martes próximo. El Director.
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