AÑO IX • Nº457 • BUENOS AIRES, NOVIEMBRE 2, 1971
Quizá se debe a que no se recuperaron de la sorpresa, pero los políticos de La Hora permanecen, todavía, impávidos frente a la proclamación de la candidatura de Lanusse, que hace diez días formuló Manrique. Mientras un margen respetable de partidos provinciales se halla dispuesto a respaldarla (página 9), los cambios a la Carta Magna pierden su inocencia. La astuta matemática del régimen (página 8) pronostica amarguras a Perón y a Balbín,
Un Ministro del Interior paralelo? ¡Fantasías! ¿Los empleados judiciales? No les falta razón. ¿Frondizi? Hace tiempo que no lo veo. ¿Vínculos con la CGT? Mantengo amistades. ¿Amenazas contra jueces? Se los cuidará. ¿Presos políticos? No me incumben. ¿El coronel Paiva? Cumplió su ciclo. Durante sesenta minutos, el miembro más polémico del Gabinete, Ismael Bruno Quijano, soportó el asedio de primera plana. Un match descripto en las páginas 10 y 11
La muerte, para los mexicanos, se convirtió en un preciado culto. Todos los años, en octubre, no hay ciudadano que deje de celebrar la tradición. Pero este festejo, con calaveras de repostería, fémures de caramelo o esqueletos al gusto, tiene una razón más profunda, una connotación con el ser mexicano. Basta, tan sólo, con hojear los textos de cualquier escritor nativo, o llegar a la página 30, para conocer un nutrido informe especial sobre el caso.
La última semana, el mundo comprendió que la política internacional, últimamente, marcha a una velocidad descontrolada. La China de Mao Tsé-tung, esa irreverencia para los occidentales, se incluía —por esfuerzo de ellos mismos— en el seno de las Naciones Unidas. El costo, la despedida de Formosa, no parecía un recomendable recurso ético. Sin embargo, a Henri Kissinger, quien regresó de Pekín, no pareció importarle: sólo lo preocupan los detalles del próximo viaje de Nixon a las inflamadas tierras del Libro Rojo.
El fútbol argentino agoniza. Lo saben hasta quienes dicen que el negro es otro color. Algunos se dedican a centrar en la desaparición de buenos jugadores las causas de la asfixia. Es una verdad parcial. En la AFA, donde Raúl D'Onofrio fue colocado para salvar al deporte, nada se hace, o se hace tan mal que los funerales futbolísticos cada día están más cerca. Sin legisladores, con problemas crecientes, las esperanzas de salvación se esfuman (página 62).
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