|
AÑO X • Nº 466 • BUENOS AIRES, ENERO 4, 1972
CARTA AL LECTOR
Hablaban de ir al encuentro del Pueblo, se negaban a parecer paternalistas. Sin embargo, los oficiales que hace tres meses protagonizaron la asonada de Olavarría buscaban reservar para sí el improbable liderazgo castrense de ese cambio de estructuras requerido por el país. Fue su error, su pecado y la trampa que les guardaba la, historia. De ahí que optasen por el golpismo. De ahí que ahora —tras un súbito juicio militar cuyo misterio se devela entre páginas 32 y 34— vean tronchadas unas carreras profesionales incluidas, hasta el octubre fatídico, entre las más prestigiosas del Ejército.
Muy distinto era el clima imperante en la Armada. Mientras ayer, lunes, un nuevo titular de la Fuerza se preparaba a imprimir el rumbo de nitidez y patriotismo reclamado por sus cuadros, la maquinaria implacable del Tribunal de Honor que preside el Almirante Rojas encendía el fuego de la purificación. El doloroso proceso terapéutico que primera plana —celosa de la hidalga tradición de nuestras Fuerzas Armadas— no dudó en respaldar, está llegando a su final feliz. Al referir las últimas incidencias del affaire (páginas 6 a 10), agradecemos el aliento recibido desde el mismo corazón sano de la Institución Naval, cuando la insidia de turbios intereses pretendió oscurecer el sentido de nuestro compromiso con el recurso torpe de la calumnia y de la intriga. Pero la luz se está haciendo. Todos verán quiénes eran los auténticos enemigos de la Marina Argentina y quienes se jugaron por reivindicar sus limpias rutas de gloria.
Hasta el martes próximo. El Director
|
