Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Cueto Rua críticas a la conducción económica

Revista Primera Plana
Tapa Cueto Rua, críticas a la conducción económica

CARTA AL LECTOR
CALUMNIAS: Tal como sucede en los países importantes, la mayoría de los hombres que han sacudido el statu quo en la Argentina —desde la Revolución de Mayo hasta nuestros días— se convirtieron en blanco de las calumnias más ingeniosas y persistentes. Aparentemente, no basta con inventarles a los próceres bellas frases póstumas, sino que también es necesario vestir sus imágenes con algunos toques de humana debilidad, tales como algún affaire sexual, alguna coima, algún asesinato. Los psicólogos explican que ese es el precio que los grandes hombres deben pagar por el hecho de emerger de entre las cabezas de la multitud: la masa puede amarlos pero, por paradójico mecanismo de compensación, debe también denigrarlos. Trazar una historia de la injuria como arma política en la Argentina (ver páginas 32-33) es, entonces, casi tan complicado como reseñar toda la historia del país.
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CONFIANZAS: Si la opinión de la mayoría tiene alguna forma de parentesco con la verdad, un hombre sonriente y magnético ahora arrumbado en la cárcel de la calle Caseros, en Buenos Aires, es víctima de una de las más insidiosas persecuciones desatadas en los últimos tiempos. Las cifras, que van más allá de lo que se puede ver y contar con los propios ojos y las propias manos, entran en el terreno de la abstracción y, para la imaginación popular, lo mismo da hablar de mil millones, o de dos mil, o de cincuenta mil; algo de ese nivel es lo que este hombre optimista recibió durante años de miles de pequeños ahorristas, gentes que son, como se sabe, las más precavidas del mundo. No se los ha devuelto ni les ha pagado los intereses y, sin embargo, ellos creen en él hasta el punto de amontonar sus gargantas para rellenar un estadio al grito de "Natín presidente, Natín presidente. . ." (ver página número 25).
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RELIGIÓN: Hace una década, cuando el movimiento de los curas obreros comenzaba a diluirse en Francia, monseñor Giovanni Montini escribió; "Es inútil que el sacerdote toque la campana, nadie lo escucha. Pero es necesario que él escuche las sirenas de las fábricas, esos templos de la técnica donde vive y palpita el mundo moderno." En junio de 1959, el Santo Oficio clausuró esta experiencia católica que se remonta a 1943 y al impulso de un progresista prelado, el cardenal Suhard, arzobispo de París, para quien "era bueno que el sacerdote se convirtiera en testigo". Ahora, el mismo Giovanni Montini, el Papa Paulo VI, ha decidido reabrir el expediente de los curas obreros, medida que se esperó de Juan XXIII y con la cual su sucesor reactualizará uno de los momentos en que la Iglesia Católica —es decir, un sector de ella— quiso ponerse al compás de su tiempo (ver página 35). 
Hasta el próximo martes.
EL DIRECTOR
Nº 82
02/06/1964

 

 

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