Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Revista Confirmado

EDITORIAL
NO ESPERAR AL GOBIERNO
Uno de los fenómenos más curiosos que es fácil observar hoy en la composición de la opinión pública nacional es, tal vez, su indisimulada tendencia a la indiferencia, la apatía, la carencia de entusiasmo para la consideración de temas que, hasta no hace mucho, conmovían, los cimientos de la estructura política y social.
Esa suerte de abandono de las iniciativas del pensamiento pareciera cubrir la superficie de las estructuras representativas, y éstas, a su vez, parecieran incapaces de movilizar, en profundidad, las bases de su representación. Todo pareciera esperarse del gobierno, o, al menos, esperar de éste algunos pronunciamientos para ensayar tímidas y no muy convincentes respuestas públicas.
Ello derivaría de una no abandonada esperanza de volcar el peso del gobierno hacia el logro de los objetivos parciales ambicionados por los distintos sectores de la comunidad. Sin embargo, si algo ha caracterizado hasta hoy la política gubernamental, ha sido, evidentemente, su tenaz resistencia a parcializarse, a comprometerse exclusivamente con alguna de las diversas versiones de la ideología tradicional. Por el contrario, una acentuada tendencia hacia el equilibrio, más bien producto de la praxis que de la síntesis, ha presidido las decisiones oficiales. 
Si los argentinos dejaran de esperar que el gobierno incline ideológicamente el fiel de la balanza en que se ha ubicado; si dejaran de incitarlo a convertirse en el agente promotor de la dialéctica política y comprendieran que la Revolución Argentina, si por algo lo es, es precisamente porque debe colocarse en la cúspide de las discrepancias nacionales cumpliendo sus superiores objetivos de transformación, modernización y puesta en quicio del país y sus instituciones, mucho se ganaría en orden a la clarificación del futuro ideológico argentino. Este debe resolverse, en última instancia, en el seno de la comunidad, no en el serio del gobierno. Únicamente los sectores conscientes de su irrepresentatividad pueden pretender el aprovechamiento de la instancia revolucionaria para alcanzar sus objetivos ideológicos, económicos o culturales.
El gobierno debe ser analizado, criticado, combatido o apoyado en orden a las concretas soluciones que adopta con respecto a las distintas actividades e intereses del país, y, fundamentalmente, en orden a la parcialización política que eventualmente pudiera propiciar.
Los objetivos son y deben seguir siendo nacionales, y es precisamente el gobierno quien debe resistir las presiones externas e internas de sectorización ideológica. Así contará con el consentimiento promedio que le dio origen, que poco tenía y tiene que ver con las distintas interpretaciones que del proceso revolucionario tenían y tienen los más diversos y particulares sectores de la vida nacional.
Seria minimizar el problema olvidar que el consentimiento revolucionario se produjo al margen de las ideas políticas de sus principales protagonistas. Había que salir de una difícil encrucijada que ponía en peligro la unidad espiritual argentina y superar esquemas, ordenamientos y estructuras que parecían impotentes para resolver problemas planteados por una realidad que poco se compadecía con el ordenamiento institucional. Para superar tan dramática instancia hubo consentimiento. No para imponer soluciones ideológicas empaquetadas que habían sido, por otra parte, en buena medida, responsables de la crisis política que. vivía el país.
Todos querrían, que éste fuera su gobierno. Todos querrían que se sigan sus pautas de acción y pensamiento. Todos querrían imprimirle su imagen. Así sólo se logrará ponerle un nuevo palo entre las ruedas.
Hay que dejar al gobierno cumplir sus objetivos compartidos. Hay que dejarlo reestructurar el aparato burocrático del poder. Hay que dejarlo reorganizar las instituciones representativas, transformar las estructuras económicas, sociales, culturales del país. Hay que dejarlo sanear el sistema económico, combatir la inflación y el déficit fiscal. Hay que dejarlo recomponer las relaciones internacionales. Hay que dejarlo, cumplir su misión sobre la base de las coincidencias y no incitarlo, antes bien combatirlo cuando se aparte de los andariveles trazados por el consentimiento.
Cuanto antes cumpla la Revolución sus objetivos, el país recuperará su autonomía política y el ejercicio de sus voluntarios renunciamientos.
CONFIRMADO - 13 de junio de 1968

Aparece los jueves
Revista semanal de noticias
DIRECCIÓN
Director General
Félix Garzón Maceda
Asistente
Raquel Rusiñol
REDACCIÓN
Subdirector
Miguel H. Alurralde
Jefes de Redacción:
Rodolfo Pandolfi
Rodolfo H. Terragno
Coordinación y Supervisión técnica:
León Epsztein

un aporte de Héctor Álvarez

 

siguiente en la sección