Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Revista Primera Plana

REVISTA PRIMERA PLANA
14 DE MAYO DE 1963
CARTA AL LECTOR

SALTA: No hace mucho, un cura joven que viste traje de paisano y "pull-over", con el cuello de la camisa, blanco y almidonado, puesto por fuera, cosa que le da cierto aire de pastor de película inglesa, llegó a lomo de mula a un caserío salteño perdido entre los cerros. En las míseras chozas no había nadie. El aire pesaba silencioso, aplastado por el Sol. "Póngase la sotana, padre —dijo uno de los acompañantes del cura—. Póngase la sotana." El cura abrió una valijita desvencijada donde llevaba "las cosas de decir misa" y se puso la sotana. Entonces, los nativos comenzaron a bajar de los cerros, donde se habían ocultado perseguidos por el miedo al hombre blanco: "Padrecito, padrecito —murmuraban—. Padrecito, padrecito...". Este es el comienzo de una fascinante historias real. Una historia de miseria, sometimiento y dolor: también una historia de abnegación y devoción al prójimo. (Ver páginas 30-31.)

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CINE: En el segundo piso de esa casa del barrio Norte había antes una pedana. Todavía pueden verse tres viejos escudos con los nombres de Portos, Aramís y D'Artagnan. Allí, durante más de diez horas, 21 hombres se entregaron días pasados a una furiosa esgrima: debían repartir unos 50 millones de pesos a la producción cinematográfica nacional de 1962. Es una puja que se repite todos los años y que todos los años levanta polémicas y estruendos, críticas acerbas y hasta intentos judiciales. Los pormenores de tan reiterada esgrima nunca salen a la luz; nunca se analizan sus idas y venidas, ni el inevitable juego de intereses y pasiones que eorroe a los jurados, a pesar de la imparcialidad que se supone debe guiarlos. PRIMERA PLANA vigiló la reciente votación para tratar de romper ese permanente secreto. Las conclusiones se ofrecen en páginas 38 y 39.


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TRUEQUE: Se cuenta que un modesto operario de una firma industrial de primera línea recibió, no
hace mucho, la visita de su almacenero. El proveedor estaba indignado: la "libreta" ya sumaba varios miles y sólo recibía como pago bonos, algunos de ellos, para colmo, falsificados. "Lo que no puedo soportar —rugía el almacenero— es que usted tenga aquí un televisor flamante, y heladera, y enceradora, y aspiradora y trituradora dé residuos y qué sé yo cuántas cosas que yo no puedo darme lujo de comprar." Entonces recibió la explicación: todos esos bienes habían sido recibidos por el obrero como pago de jornales atrasados y "a cuenta" de futuras remuneraciones; porque la industria donde trabajaba no tenía mucho dinero pero en cambio tenía muchísimas heladeras, televisores, etc., que a su vez recibía de sus clientes. Contento de poder entrar en la cadena, el almacenero se llevó un lavarropas, una lámpara de mesa y dos ollas a presión. Así opera el trueque, una especie de fantasma de otros tiempos que ha vuelto a prosperar en la distorsionada situación económica de la Argentina de 1963 (ver páginas 20 a 23).

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CHISTES: Esta revista decidió investigar, la semana pasada, qué nuevos chistes se habían puesto en circulación en Buenos Aires. Cuando lo consiguió, llegó a dos comprobaciones : los chistes tenían una irreprimible tendencia intelectual y la mayoría, por su dirección y anécdota, eran irreproducibles. Sólo fue posible rescatar tres, uno de ellos en inglés, que se transcriben en páginas 32 y 33. Podría agre*garse un cuarto, de neta ascendencia política. Es el siguiente: después de un vibrante discurso sobre la coexistencia pacífica, el general de Gaulle es felicitado por sus ministros.
—¡Bon Dieu! ¡Excelente! ¡Sensacional! —exclama Pompidou mientras estrecha la mano del presidente. 
—Merci, merci —responde de Gaulle con una leve sonrisa de modestia—. Pero pueden seguir llamándome "mi general".

Hasta el próximo martes.
EL DIRECTOR

 

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