Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Revista Primera Plana

Revista Primera Plana
AÑO IX • Nº 447 • BUENOS AIRES, AGOSTO 24, 1971
Un cinematográfico conflicto con Levingston forzó a Lanusse, hace cinco meses, a derrocarlo y asumir personalmente un Gobierno que (así) no deseaba. Entre páginas 8 y 12 se revela por primera vez en forma completa qué razones lo llevaron hasta allí, cuál era su estrategia, cómo han cambiado sus planes, qué triunfos y qué fracasos cosechó sobre el pacto político, en las Fuerzas Armadas, en el antiterrorismo, en contactos con el clero.

Desde la crisis de 1929, el mundo no fue agitado —en tiempos de paz— por una ola de pánico semejante. El martes 17, Richard Nixon desató la tempestad, casi la guerra, en la comunidad financiera internacional, al suspender la convertibilidad del dólar. Los diarios abrumaron de noticias sobre el tema a miles de lectores ajenos al proceso. En el informe especial de la página 54, se encontrará el desarrollo del tema que apasiona a legos y expertos: el ocaso de los verdes billetes.

Bolivia regresó, como acostumbra, a la vieja tradición de los golpes de Estado. El viernes, luego de numerosos escarceos, una conjura derechista lograba esparcir su dominio por la mayor parte del país; no había podido copar La Paz y Juan José Torres parecía capaz de cualquier maniobra. El pueblo salió a la calle, se armaron los obreros, los campesinos y los mineros; pero el Ejército apostó por la revuelta: en el anochecer del sábado, se decía que la suerte de Torres, y la de su pueblo, estaba echada. Una historia sobre la trama conspirativa se abre en la página 60.

Primera Plana supo que pocos argentinos conocían cuál era la actividad de los plásticos argentinos en los Estados Unidos. Las más difusas y encontradas versiones aterrizaban en diarios y revistas; para no caer en la marea del aplauso fácil o de la crítica inútil, un enviado especial recorrió USA durante un mes para elaborar un caudaloso informe; se descubre en la página 38, junto con la novedad de que, en el arte, no hay argentinos, uruguayos o brasileños en Norteamérica: tan sólo, latinoamericanos.

En los valles calchaquíes, en los Estados Unidos, en cualquier costado del mundo, hay quienes imaginan que Zupay, Satán, el Diablo, existe y merece un culto singular. En La Salamanca —adonde no se atrevió a llegar el bailarín Santiago El Chucaro Ayala— o en el santuario que esconde la negra casa de Antón Szandor LaVey, en Los Angeles, el Demonio es cortejado con ritos específicos. Probablemente, insistía Rougemont, porque convence a los hombres de que el mal que cometen no es cosa suya (página 22).

 

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