Catherine Spaak
Del disconformismo al reposo burgués
Catherine Spaak 
El perfil límpido y todavía carnoso, los grandes labios húmedos, la nariz fuerte —moldeada como en las estatuas— y una franja de cabellos dorados cayéndole sobre los ojos; ésa es Catherine Spaak, de 18 años, hija de un libretista famoso, Charles Spaak, y sobrina de Henri Spaak, quizá el más influyente de los políticos belgas. La semana pasada, cuando se estrenó en Buenos Aires La parmigiana, film de Antonio Pietrangeli, las convenciones de su tema y la mediocridad de su puesta en escena fueron dominadas por la figura de Catherine, que era su protagonista y su mejor punto de apoyo. Pero no porque ella sea precisamente una gran actriz; lo que ocurre es que tiene una personalidad absorbente y ya ha aprendido a usarla.
Es lo bastante adulta como para discutir punto por punto todos los detalles de sus contratos cinematográficos: "Este film debe rendirme tantos millones de liras —piensa—, dinero contante además de fama, pero fama mundial, si es posible. De lo contrario, no firmo". Por lo que se sabe, firmó complacida el contrato de La noia (El aburrimiento), una obra basada sobre la novela homónima de Alberto Moravia. "El personaje me servirá para afirmarme como actriz internacional", ha dicho.
Cuando le recuerdan que acaba de convertirse al catolicismo y que un film como "La noia" no es lo más oportuno para una muchacha recién bautizada, Catherine replica con tajante franqueza: "Sé eso perfectamente, y mi guía espiritual, el padre Rotondi, ha desaprobado lo que hago. Pero el padre Rotondi tiene la obligación de desaprobarme y yo tengo la obligación de perfeccionarme como actriz".

No hay razones para nada
¿Qué razones tuvo Catherine para convertirse? ¿Qué razones la impulsaron a casarse, el año pasado, con Fabrizio Capucci, hijo menor de una estrepitosa familia romana? Si se miran las cosas fríamente, puede decirse: ninguna razón. Fueron dos insinceros gestos de una adolescente snob. O dos golpes de publicidad cuidadosamente calculados.
Esta es la situación: Catherine entró al cine a los 14 años, como figura central de "I dolci inganni" ("Dulce engaño"), film de Alberto Lattuada. Desde entonces, actuó en una obra tras otra sin la menor extrañeza, porque desde su infancia no bebió otra cosa que cine y leche; quizá supuso que esa fortuna le estaba debida a ella, resto final de una familia rica y socialmente elevada. Se casó con Fabrizio cuando éste no había cumplido 23 años y cuando ni siquiera sabía lo que iba a ser de sí mismo. "Es un actor —explica Catherine—, pero no tiene suerte".
Estuvo 3 años sola en Roma, desde los 14 a los 17, y creyó salvarse haciendo lo que veía hacer a los demás: los otros iban a la iglesia, los otros se casaban. De manera que ella también fue a la iglesia y se casó. Una educación laica primero, una educación católica después: desde el socialista Charles Spaak hasta el devoto padre Rotondi. "Pero probablemente nadie me ha amado todo lo que yo necesitaba."
Catherine explica que su familia vivía demasiado a la moda como para ser verdadera. "Mi padre y mi madre iban de una parte a la otra, obligados a preocuparse de sí mismos. Mi madre es joven y hermosa, y yo siempre deseé una madre reposada, con los cabellos blancos..."
Por eso, se empeñó en transformar su propia imagen; quiso tener un niño rápidamente, y así nació Sabrina, que ahora tiene 5 meses; quiso tejer pañoletas y escarpines, empeñada en crear, para sí o para los demás, la figura de una joven mamá en flor a la manera antigua.

El clan de los jóvenes
Educada en el anticonformismo, Catherine está ahora en un punto de crisis. Ser católica implica obligaciones; un matrimonio católico como el suyo también las implica. Y es el film La noia, dirigido por Damiano Damiani, el que ha hecho estallar ese doble compromiso.
Durante el rodaje, Catherine conoció a Horst. Buchholz, a quien los cronistas de 'gossips' llaman el James Dean alemán. Los fotógrafos romanos los persiguen con sus teleobjetivos, invadiendo la intimidad de sus solitarios paseos por Villa Borghese, las manos en las manos, o el brazo de Horst en torno de la cintura de Catherine.
Ella ha explicado que esa amistad es, ante todo, un problema de camaradería generacional (Buchholz tiene 29 años): "Se trata de vivir en clan, de ayudarse entre los jóvenes, de defenderse, de crear una barrera para detener a los viejos." Es su regla de vida, la filosofía que ella ha deslizado en una canción de la que se vendieron 400.000 discos en 4 semanas: Los que son de mi edad.
Según Catherine, hay un buen ejemplo para explicar esa actitud: el de Roger Vadim, en cuya casa viven juntas la ex esposa Annette Stroyberg, la enamorada Catherine Deneuve, los hijos de ambas y, por temporadas, también Brigitte Bardot.
A fines de octubre, Catherine viajará a España. Con Fabrizio. Estarán por primera vez juntos como actores en un film. La calda vita (La vida cálida), dirigido por el excelente Florestano Vancini. Fabrizio tendrá aquí su primera ocasión para revelarse como actor: encarnará a un muchacho pobre y débil, que se suicida antes de arriesgarse a hablar con la muchacha que ama. Y esa muchacha es Catherine. Lo que está dicho sin ironía: porque no es ciertamente placentero ser el marido de una star, y lo es menos todavía ser el de una star inteligente.

8 de octubre de 1963
PRIMERA PLANA
 

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