Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Luis César Amadori
LUIS CESAR AMADORI, 65 AÑOS, CASADO CON ZULLY MORENO
EL HOMBRE QUE HIZO LA HISTORIA DEL CINE ARGENTINO
NOS VISITA POR POCOS DÍAS. TENÍAMOS QUE ENTREVISTARLO. LAS RAZONES USTED LAS CONOCE: DIRECTOR DE SESENTA Y OCHO PELÍCULAS, COAUTOR DE TANGOS COMO “CAMBALACHE” Y, FUNDAMENTALMENTE, UN GORDO MACANUDO. LUIS CESAR AMADORI, REALIZADOR DE “DIOS SE LO PAGUE”, DE “LA VIOLETERA”, DE TANTOS ÉXITOS QUE HICIERON LA HISTORIA DE NUESTRA CINEMATOGRAFÍA. NOS CUENTA COMO LLEGO AL CINE, SUS PROYECTOS Y SU ENTUSIASMO.
QUERIDO MAESTRO:
He tenido el placer, anoche, de ver su película «El tercer beso». Es verdaderamente una brillante y muy característica muestra de buena dirección. El reparto me pareció excepcional, y no hace falta decir que la producción toda ostenta un perfecto buen gusto. Mil felicitaciones. John Ford".
La carta, convenientemente enmarcada, luce sobre una de las paredes del despacho que en las oficinas del teatro Maipo tiene Luis César Amadori. El destinatario es él, por supuesto. Que uno de los grandes realizadores del cine americano lo distinga de esa manera no resulta exagerado: 68 películas avalan una trayectoria cinematográfica poco común. Hablar de Amadori tampoco es extemporáneo: no se trata de alguien que hizo cine: es un muchacho de 65 años, responsable de grandes éxitos de taquilla y que está por realizar cinco películas.
—Después, tal vez me retire. Quiero volver a vivir en la Argentina, pero por ahora los contratos me tienen atado a España, tierra que quiero mucho, por otra parte.
—¿Por qué se fue, Amadori? ¿Pesó, en alguna medida, una circunstancia política?
—No. Esa circunstancia política a la que usted se refiere se dio cuando yo ya estaba fuera del país. Regresé luego y nuevamente volví a España, donde tenía y tengo trabajo, afortunadamente.
—¿Volverá a filmar en nuestro país?
—Por supuesto. Y le adelantaré el título: "Camila O’Gorman". Es una historia que me fascina. ¿La recuerda? Camila, una de las damas más distinguidas de nuestra sociedad, se enamoró de su profesor de piano, un sacerdote. Juntos, sin otra fortuna que su amor, se largaron por esos caminos. Era en la época de Juan Manuel de Rosas. Trabajaron' de lo que pudieron y fueron descubiertos. Luego, ajusticiados. Incluso se dio un caso jurídico insólito: ella estaba embarazada, y los jueces se encontraron con el problema de que no iban a condenar a muerte a dos personas sino a tres. Lo resolvieron haciéndole beber a ella agua bendita. Filmaré "Camila..en cuanto termine con dos compromisos inmediatos.
CON LOS MUEBLES A CUESTAS
—¿Cómo ingresó en el cine?
—Es un hecho un poco casual. Fue en 1934. Para entonces ya había escrito algunas comedias, había hecho periodismo (crítica de música lírica) y tenía experiencia teatral. Sucedió que don Ángel Mentasti, fundador de Argentina Sono Film, había comprado los derechos de un tango que hicimos en colaboración con Enrique Santos Discépolo. El tango se llama "Cambalache". Don Ángel se enteró que lo íbamos a estrenar en el Maipo y vino furioso. Para entretenerlo, le pedí que discutiéramos el asunto en el bar de enfrente. De pronto me empezó a tutear. “Y vos, ¿qué hacés?", me preguntó. Le dije que escribía argumentos para cine. "Contame alguno como para Pepe Arias", casi me ordenó. Yo quería que se cantara "Cambalache" de una vez por todas y allí le empecé a inventar la historia de un reo medio filósofo, que titulé en seguida "Un dandy en Puerto Nuevo". Me escuchó hasta el final, se olvidó del tango y se despidió: "Venime a ver mañana con eso escrito". De ahí salió "Puerto Nuevo", mi primer film, en colaboración con Mario Soffici. Aunque en realidad la película es más de Soffici que mía. El me enseñó el ABC del cine y le guardo un gran reconocimiento.
—¿Cuánto costó "Puerto Nuevo"?
—Setenta mil pesos. Yo cobré 2.700 por nueve meses de trabajo. Pero la hicimos un poco a los pon-chazos. Tuve que pedirle prestados algunos muebles a mi madre. ¿Ve ese reloj? (señala un reloj de péndulo, instalado en uno de los ángulos de la oficina); aparece en el film. Después de "Puerto Nuevo" comencé a filmar solo. No me puedo quejar de cómo me ha ido.
Realmente, no tendría derecho a quejarse. Echamos una rápida mirada a su despacho, decorado con muy buen gusto. Cuadros valiosos, una réplica de "Tizona”, la espada del Cid Campeador, fotografías y un busto de Zully Moreno, su esposa y actriz preferida. Si se quejara sería injusto, no sólo consigo mismo.
EL DINERO DE DIOS
—Conocí a Zully Moreno durar?-te la filmación de "Dios se lo pague". Es decir, ya la conocía de antes, pero allí comenzamos a tratarnos. Cuando terminé la película nos casamos. Hace 21 años. Entonces pasó a ser mi actriz preferida. Ahora no quiere filmar más. "Quiero dedicarme a la casa y a Luis Alberto", me dijo hace cuatro años. Y allí está, en España. Luis Alberto ya termina el bachillerato. Luego vendrá a su país, a la Argentina, a seguir estudios universitarios.
—Sabemos que "Dios se lo pague" fue uno de sus mayores éxitos de taquilla. ¿Es también su mejor película?
—Por lo menos es la más querida de m s películas. Pienso que "La violetera", con Sarita Montiel, es de mejor factura técnica, pero si debo elegir una sola de mis 68 películas, me quedo con "Dios se lo pague" o con la próxima que voy a hacer. "Dios se lo pague" significa mucho más que un éxito para mí. Ya le dije que entonces me casé con Zully. Además, gustó mucho. La voy a filmar de nuevo, en colores, después que termine en España "Pasaporte Rojo", una sátira a los films de espionaje. Y tal vez "Pepa Doncel”, sobre tema de Berza vente.
—¿Tiene preferencia por algún género en particular?
—No. He filmado todos los géneros, desde comedias musicales a dramas, pasando por los melodramas. Me interesa el ser humano en todas sus manifestaciones, y más que una tarea casi sociológica, o psicológica, más que una investigación subjetiva, prefiero las biografías. Entre mis proyectos figura el de hacer la vida de George Sand.
Convenimos con Amadori que es una historia interesante. George Sand, en realidad Aurora Dupin, noble francesa, escritora, poeta, amante de Franz Liszt, de Federico Chopin, amiga de lord Byron y una mujer revolucionaria para la época en que vivió, merece una biografía gráfica, que aún no se ha hecho.
SIN PLATA PARA EL CARRITO
—¿A qué director admira, señor Amadori?
—Hay muchos y muy buenos. Ayer vi “El graduado”, de Mike Nichols. Me pareció un gran film, mucho mejor de lo que yo puedo hacer jamás. Pero no me pida nombres. Sería injusto. Podría mencionarle a Eisenstein, Chaplin, Ford, pero me quedaría con alguno en el tintero y no me gusta. Fundamentalmente, estoy con el cine de público. No me gustan esas obras realizadas para minorías. Me gustan los directores que saben ponerse en contacto con el espectador, de una manera efectiva. El cine es un arte, pero también un producto comercial. Y no hay que defraudar al comprador, es decir al espectador.
—Tampoco queremos h a o e r nombres, pero sabemos, y usted también lo sabe, que hay nuevos estilos, nuevas búsquedas, modernas formas de decir, de contar, de indagar. ¿Cómo ve ese cine?
—En nuestro país hubo hace no mucho una corriente antipúblico. Esa corriente, respetable desde un punto de vista estético, alejó al
espectador del cine argentino. Eso es lo que no me gusta. Por otra parte y hablando del cine nuevo en general, hay obras muy importantes pero un tanto pretensiosas. Muchos filman moviendo la cámara y e) espectador se cree ante un hecho nuevo. En algunos casos era porque el realizador no tenía más remedio que llevar la cámara en la mano, porque no tenía plata para pagar el carrito que la transportara. Pero es necesario esa búsqueda sobre la que usted me pregunta. Entiendo que las novedades impiden que los viejos realizadores nos durmamos sobre nuestros estilos. Esas renovaciones son no sólo muy buenas, sino necesarias, porque luego son utilizadas por todos los que dirigen. Para hacer cifras, creo que un veinte por ciento de la producción debe ser de carácter casi de investigación. Pero no más; si todo el mundo quiere crear estilísticamente es posible que el resultado sean las salas despobladas.
—¿Hay una crisis en el cine argentino?
—No. Ya no. La hubo cuando se filmó contra el espectador, según ya le dije. Hay aquí muy buenos directores y se está saliendo poco a poco de ese estado de cosas. Aunque a España llega muy poco de lo que se hace aquí y mi opinión peca de incompleta porque no he visto todo lo que se ha hecho. Tuve la desgracia de soportar algunas cosas de mal gusto, con malas palabras, sin sentido dramático, pero también vi films argentinos que me hicieron sentir esperanzado.
—¿Hay más facilidades para filmar en Europa?
—En general, sí. No sólo en cuanto a los equipos técnicos. Hoy se usa mucho filmar en varios países. Imagínese: desde Madrid estoy a una hora de avión de cualquier capital importante.
—¿Y la censura?
—No la hay, casi. Ha dejado de ser un problema hace mucho tiempo. Me dijeron que por aquí anduvieron un poco bravos..., me re-
fiero a “Bomarzo”, “Blow-up" y otras cosas. Es un fenómeno mundial. Vi “Marat-Sade” en tres países y me sorprendió encontrar tre9 versiones diferentes, en cuanto a la marcación de actores. Y en algunas partes tenían una poda bastante considerable.

CINCO VECES ROCÍO

—Usted ha filmado cinco películas con Rocío Durcal, una de ellas con Palito Ortega. Supimos que en el próximo film de Rocío el director no se llamará Amadori. ¿Qué ocurrió?
—Quiero a Rocío como una hija. Simplemente le aconsejé que necesitaba otra experiencia, ser dirigida por alguien que no sea yo. Al principio corrió el riesgo de estereotiparse en el papel de ingenua. En el ú timo film, “Cristina Guzmán”, ya se podrá ver a una Rocío Durcal mujer, más madura, y con temple para hacer papel de más importancia. Después que haga una o dos películas con otros directores me encantará volver a dirigirla. Es urea chica dúctil y personalmente encantadora.
—¿Y Palito?
—Un gran muchacho. Tiene mucho que aprender en cuanto a actor, pero también todas las condiciones para convertirse en un buen comediante.
—¿Es usted feliz?
—Por supuesto. Estoy casado con la mujer que quiero, tengo un hijo magnifico (perdone el entusiasmo del padre), hago el trabajo que me gusta, tengo amigos..., ¿qué más puedo pedir?
—¿La fortuna de Onassis?
—Si me impidiera hacer lo que me gusta y estar con las personas que me gustan; si en alguna medida esa circunstancia no me dejara tranquilo por las calles de cualquier ciudad del mundo, rotundamente preferiría ser bien pobre.
—¿Tiene mucho dinero?
—No. Ya le dije que no me puedo quejar. Cobro bien* por mi trabajo, pero no tengo fortuna. A Onassis lo recuerdo en el año 1914, cuando trabajaba en la cigarrería de Stefanos, un compatriota suyo. Armaba cigarrillos con tabaco turco en la vidriera, ante el público. Me quedó grabado porque fueron mis primeros cigarrillos a escondidas de mi madre. Luego vinieron los cigarrillos no clandestinos, en la época que estudié medicina, luego la pipa y ahora nada.
Son las 20.30. Han pasado más de tres horas de la entrevista de una hora que le solicitamos. Speranza, el fotógrafo, lo llama “don César” y habla con él de tangos y de viejas figuras del cine nacional. No es la oficina confortable lo que nos impidió notar el paso del tiempo. De pronto comprendemos por qué Zully Moreno, una verdadera belleza, pretendida por todos los galanes de la época, lo eligió como compañero: Amadori es —perdón don Luis César— un gordo macanudo. Un muchacho de 66 años. Más allá de su casi leyenda —coautor de tangos, autor de comedias, director de 68 películas— está su personalidad.
Nos despedimos.
—Oiga, no se vayan. ¿Quieren un whisky? —nos dice—. A mí me encanta charlar con gente joven...
Ya lo sabemos. Venga el whisky. Salud.
CARLOS BAUDRY
Fotos: HUMBERTO SPERANZA

Pie de fotos en la revista
1 Pedrito Quartucci y Zully Moreno. Ella era el ángel en un film ingenuo y ameno. El era quien necesitaba de guardianes con alas. ¡Suertudo!
2 Arturo de Córdova y Zully Moreno. La pareja que hizo llorar a multitudes con “Dios se lo pague", en un drama cotidiano y lleno de interés.
3 Mel Ferrer y sus clases de esgrima. El género biográfico apasiona a Amadori y la vida del filántropo y explorador francés fue filmada.
4 Palito Ortega y Rocío Durcal, en una comedia intrascendente y efectiva. Amadori dirigió en cinco oportunidades a Rocío, "una gran chica”.

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