LAS ARTES
Cine: ¿Quién eres, Malcolm McDowell?

Como Gian María Volonté (ver número 260), Malcolm McDowell se ha convertido, de la noche a la mañana, en un actor favorito del público argentino. Le bastó ser el protagonista de la obra maestra de Lindsay Anderson, If... ; y su presencia es, sin duda, la que mantiene en cartel hace tiempo, mañana, del empeñoso Bryan Forbes. Mientras tanto, su éxito mundial y definitivo ha sido asegurado por La naranja mecánica (Clockwork Orange), de Stanley Kubrick (ver número 246), triunfante en los Estados Unidos y que acaba de estremecer a París, donde los críticos comparan a su creador con Orson Welles. Hace poco, Tan Burke, de The New York Times, conversó con Malcolm McDowell en un hotel neoyorquino, y éste fue su informe:
Malcom McDowell
No hay nada en Malcolm McDowell que ni remotamente sugiera al audaz ogro Alex de La naranja mecánica, ni aun al más terrenal, reconocible parapléjico de Hace tiempo, mañana. Nada de la extraña, sardónica, casi "gótica" intensidad de la que es capaz ante la cámara. En esta apacible suite de hotel podría ser un correcto, civilizado erudito de Oxford en vacaciones. Pero se advierte algo errático en los ojos alertas, que son del azul de los uniformes de West Point. Y luego, abruptamente, desde uno de sus breves silencios contemplativos, se descuelga esto: "La gente es básicamente mala, corrompida, siempre lo sentí así. El hombre no ha progresado moral mente ni una pulgada desde los griegos. Los liberales [en el sentido norteamericano] odian La naranja mecánica, porque son soñadores y el film les muestra realidades, les muestra no el mañana sino el ahora. ¿Crujen, no es cierto, cuando se enfrentan con la verdad desnuda?".

LA DIMENSiON EXTRA. Esas no son, sin embargo, sus palabras iniciales. Al comienzo emana de él la reserva de un gentleman. Aunque es famoso desde hace tres años, a partir de su admirable interpretación del joven revolucionario de If..., no está acostumbrado a hablar de sí mismo. Acerca del nacimiento de La naranja, por ejemplo, simplemente dice: "Bueno, Kubrick me telefoneó un día, hace dos años. No nos conocíamos. Me dijo: ¿Puede venir a verme? Y ahí me voy a Borehamwood, a 30 kilómetros de Londres, donde él vive. Conversamos, después me dice: Tengo un libro para que usted lo lea, una novela de Anthony Burgess. Le pregunto de qué se trata y me contesta: Hablemos después que lo haya leído. Lo leí tres veces, le comenté que me parecía un clásico moderno. Me dijo: ¡Maravilloso, Male, maravíllese! Le pedí que fuera a mi casa a conversar, sin darme cuenta de que él no sale nunca de su casa, a menos que se vea absolutamente obligado a hacerlo. Pero vino, y de nuevo hablamos. Finalmente le dije: Stanley, ¿vas a hacer un film con este? ¿Y querés que yo actúe en él? Me miró bastante sorprendido: Bueno, sí, Male, de eso se trata ... ".
Kubrick, que admiró muchísimo If..., no podía pensar en ningún otro actor para su film. Pero cuando empezó la filmación, nueve meses después, Malcolm había terminado 'Hace tiempo, mañana', estudiaba incesantemente el guión de La naranja, "y no tenía la menor idea de cómo Stanley manejaría esta historia, ni tampoco acerca de cómo interpretar mi papel. No podía extraerlo de mis experiencias personales, y con Alex uno no está interpretando un personaje sino, realmente, esto: la fuerza. Y gran parte del film nunca estuvo en el guión. Cuando ¡llegamos a la escena en que el escritor es golpeado y su mujer violada, Stanley de pronto me preguntó: Escúchame, Malcolm, ¿podés cantar y bailar? Le contesté: Claro que sí. No sé hacer ninguna de esas dos cosas, pero de inmediato improvisé una especie de baile mientras pateaba al escritor. Y empecé a entonar 'Cantando bajo la lluvia', la única canción que conozco. Tres horas después, Stanley había comprado los derechos de esa canción. Fijate, esto era lo que yo sabia que tenía que buscar: Alex saltando, muy contento, mientras ejercía toda esa terrible violencia. Era la clase de contradicción, la dimensión extra que debía encontrarle

DE DONDE SOY LO QUE SOY. ¿Pero no se pasó Kubrick días y semanas discutiendo a Alex con su actor? Malcolm reflexiona y exhala, vigorosamente: "No es su modalidad. Hablamos de la ropa, de mi maquillaje, de las enormes dificultades técnicas. Pero no creo que Stanley quiera dar clases de arte interpretativo. Espera que uno salga solo adelante. Le encanta ensayar, eso sí, desde las 7 y media de la mañana, a todo vapor, y ya supone que uno le va a dar el personaje desde el primer ensayo. Realmente, su genio está en su habilidad para crear, de alguna manera, la atmósfera que uno como actor necesita para interpretar lo que él quiere. Sin palabras. Muy importante. Esa es la llave de oro para la relación director-actor: en cierto modo, estar en la misma longitud de onda y entonces hablar se vuelve innecesario".
Si Kubrick no es exactamente un parlanchín, tampoco —según McDovvell— lo es Bryan Forbes, ni Joseph Losey, quien en 1970 lo dirigió, junto con Robert Shaw, en un film vastamente ignorado, Figures in a Landscape. Quizá todos estos directores sintieron que era mejor dejar a Malcolm librado a su instinto. "El lisiado de Hace tiempo, mañana —explica—, por ejemplo, fue bastante fácil. Es un muchachón medio cachorro, y uno ha sido un poco así y entonces no es difícil imaginar su amargura cuando se ve paralítico."
"Pero yo era ingenuo —prosigue—. Creía que ya había aprendido todo al actuar en If..., y ni siquiera había arañado la superficie de la cosa. Descubrí algo: no tiene valor hablar acerca de un personaje, de lo que tomó en el desayuno y esas cosas. ¿A quién diablos le importan? Yo quiero saber de qué trata la escena y después concentrar todas mis emociones, como un rayo láser, sobre eso, y hacer que el público crea en eso. Si uno no está totalmente concentrado, los ojos se quedan muertos y eso es algo que en el cine se advierte hasta en el plano más fugaz."
En la hoja preparada por su agente publicitario se lee que Malcolm nació en junio de 1943 en Leeds, o sea, el gris norte industrial de Inglaterra. Si se le pregunta, el cielo oscuro de sus ojos se torna amenazador, y enuncia con precisión: "En un sentido, el sistema inglés de clases es bueno, y estoy de acuerdo con él porque si uno nace en la clase trabajadora, como yo, tiene algo contra lo cual luchar. Por eso es que Nueva York es una ciudad tan increíble, hay que luchar con ella. Si no me hubiera dado cuenta a tiempo de esta cuestión de las clases, aún estaría trabajando tranquilamente en la elaboración de café".
Que fue lo que hizo, durante un tiempo: en lugar de ir a una universidad, iba a atender a los clientes en el bar de su padre, en Liverpool, antes de enrolarse como viajante para la filial en Yorkshire de una marca norteamericana de café. "Yorkshire es el condado más grande de Inglaterra y yo andaba por él en automóvil, vendiendo café de un restaurante a una prisión, y de una usina nuclear a un manicomio, y era espantoso."

SIEMPRE EN VIERNES. Para colmo, su novia desaparecía misteriosamente todos los viernes a la noche, "y los viernes eran los días de pago, fijate, entonces pensé que ella andaba con otro tipo". Presionada, la chica confesó que estaba tomando clases de actuación y que temía que Malcolm se riera de ella. "Le dije: Espléndido, me gustaría ir, con vos algún viernes. Yo no sabía nada en ese entonces: James Joyce, Scott Fitzgerald, eran nada más que nombres para mí. Pero había hecho protagonistas de Shakespeare en el colegio, e interpretar me parecía lo más fácil del mundo. Siempre había pensado intentarlo algún día, si todo lo demás me fallaba".
La maestra de su novia era "una encantadora viejita de 82 años, que adoraba contar anécdotas de sus años del cine mudo. Me absorbió por completo. Era una figura-guía, una luz a seguir. Ella me convenció de que actuar no es una profesión degradante. Y entonces supe que durante años había estado esperando eso". Tras varios meses de estudios particulares ("tuve que arrancarme ese acento de Yorkshire"), Malcolm entró en una compañía de repertorio, en la isla de Wight ("me aprendí íntegra mi parte en la primera obra, antes de llegar: realmente, no sabía que habría ensayos"), y un año y tres audiciones de prueba más tarde era aceptado por la Royal Shakespeare Company: "Y me pasé 18 meses acarreando una lanza. Llegué a odiarla, con veneno. ¿El mejor conjunto del mundo? Es una jerarquía de genuflexos, sin el menor interés por el talento que pueda haber en los miembros menores de la troupe. Nos metieron a 12 de nosotros en un camarín, como ganado. Nunca lo vi a Peter Hall, el director, hasta el día en que me fui".
McDovvell trabajó luego un tiempo como mensajero, empezó a obtener papeles en la televisión y Lindsay Anderson, que lo vio allí, lo llamó para hablar de un film que planeaba, acerca de una escuela pública inglesa. Cuando se estrenó If..., enseguida se supo que Malcolm no volvería a llevar una lanza ni un telegrama. "Claro que tuve suerte —comenta, frunciendo el entrecejo—. Mi mamá y mi papá, que están retirados ahora, viven en una casita con jardín, cerca de Londres, y mis dos hermanas, se sienten orgullosos: a mi madre le gusta mostrar mis premios. Pero no te voy a hacer el show de la falsa modestia. En realidad, no soy modesto. Nunca lo dije antes y suena a vanidad y pretensión, pero en verdad me considero un artista. Sé exactamente lo que haré: dirigir un film, en cinco años, cuando haya acumulado suficientes conocimientos. Porque el director es el verdadero artista del film. ¿No habrás pensado que yo quería ser nada más que un actor, no es cierto? ¡Jamás! Pienso que si uno es un poco coherente, un poco inteligente, no puede ser actor durante mucho tiempo, a menos que uno se contente con transformarse en un monstruo. Esa es la única manera de superarlo."
Entra una muchacha morena, lindísima. Ambos se sonríen. Se hacen las presentaciones. Ella murmura algo y se retira, cortésmente, al dormitorio. Es Margot Bennett, una ex actriz, ex mujer de Keir Dullea (uno de los protagonistas de 2001, Odisea del espacio, de Kubrick), que vive desde hace dos años con Malcolm. La vida debe ser sencilla, dice él: su casa es un estudio en Kensington, y por ahora no piensa mudarse. "Tengo un solo amigo en el cual me apoyo, con todo mi peso. Cuando los árboles me impiden ver el bosque, voy en su busca. Es Lindsay Anderson." El próximo film de McDowell, O Lucky Man está basado sobre una idea suya, que Anderson dirigirá. "Haría para Lindsay el menor de los papeles", asegura. Más tarde, en el bar, concluye: "La gente me pregunta, después de ver If... y La naranja, si estoy en favor de la violencia. ¡Por Dios! La detesto, pero está en la condición humana. ¿Por qué la violencia de un film haría más violenta a la gente que lo ve? El cine no altera el mundo, propone preguntas y advertencias".
Copyright The New York Times y Panorama, 1972
04/05/1972
 

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