Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
César Vallejo según su viuda ¡Y si después de tantas palabras, no sobrevive la palabra! (Poemas humanos) César Vallejo: Obra poética completa. Esperado durante quince años, este volumen —de esplendor industrial— no zanja todas las dudas; al parecer, la oscuridad seguirá reinando sobre los últimos textos del mayor poeta americano, así como todavía ahoga muchos pasajes de su vida, sus ideas, su creación. Destino poco sorprendente si se piensa que Vallejo murió, en el abril parisino de 1938, sin saber el día de su nacimiento, un dato que, por otra parte, aún suscita discusiones. Georgette Philippart, 60, la viuda del escritor, que reside en Lima desde 1950, ha presidido esta edición y la acompaña de un folleto de 64 páginas, en las cuales reúne noticias escasas, vaguedades increíbles y denuestos sin pausa (Apuntes biográficos sobre “Poemas en prosa” y “Poemas humanos”'). En realidad, sólo interesaban los recuerdos y detalles acerca de las producciones de Vallejo posteriores a 1923, cuando se instala en Europa *. Sus dos libros de versos publicados hasta entonces no encierran secretos: Los heraldos negros (1919) y Trilce (1922) fueron vigilados por el autor, quien pagó su impresión en Lima. Entre 1925 y 1930, Vallejo derrama unas doscientas colaboraciones periodísticas en dos semanarios (Mundial, Variedades) y en un diario (El Comercio) de Lima; en 1926 y 1927 divulga cuatro poemas de su nueva cosecha —los únicos que dará a conocer a lo largo de su estancia europea—, en París y Lima. Es la época de su conversión al marxismo y de sus tres visitas a la Unión Soviética (1928, 1929, 1931); expulsado de Francia por razones políticas, pasa el 31 en Madrid: allí se afilia al Partido Comunista y allí aparecen su mediocre novela El tungsteno y su candoroso ensayo propagandístico, Rusia en 1931. Calvario de imprentas De vuelta en París (febrero, 1932), decrecen sus actividades proselitistas se hunde en la miseria absoluta, retoca sus papeles, elabora algunas piezas teatrales. Hacia 1935 intenta, sin éxito, lanzar una edición de sus versos; según Juan Larrea, iba a llamarse Nómina de huesos. La Guerra Civil Española lo sacude, aunque dos viajes a ese país incendiado le muestran las sórdidas bambalinas de una contienda en la que, para él, se jugaba el futuro del Hombre, no el de una camarilla. Esta agonía, espiritual y física, exalta a Vallejo: en setiembre, octubre y noviembre de 1937 redacta las quince composiciones de España, aparta de mí este cáliz, y la mayoría de las que iban a conocerse con el nombre —elegido por su viuda y por el diplomático e intelectual peruano Raúl Porras Barrenechea— de Poemas humanos. Este libro póstumo, que lleva notas de Porras, Luis Alberto Sánchez y Jean Cassou, sale en julio de 1939, en París, con el pie “Les Éditions des Presses Modernes, Au Palais Royal”, y una tirada de 350 ejemplares. En ese instante empieza otro calvario para Vallejo; el de las letras de molde. Dice Georgette hoy: “En primer lugar, se cometió el error de confiarla [aquella edición] a una imprenta que sólo imprimía en francés y, por consiguiente, carecía de ciertos signos puntuativos de la lengua española, imprescindibles en el caso de una obra en verso. Y, consecuentemente, fue mutilada en su expresión gráfica...” Hay más: sostiene la viuda que en 1923-24 y en 1929, Vallejo escribió los materiales de un tomo, Poemas en prosa; un descuido los hizo figurar, sin transición, a la cola de Poemas humanos, como si se tratase de un agregado. Tampoco se utilizó la tipografía necesaria para destacar que España es una colección unitaria, por lo que era factible tomarla como un apéndice o capítulo de Humanos. Como es notorio, los soldados del Ejército del Ebro tenían casi lista la edición de España, a comienzos de 1939; esos ejemplares se perdieron en el desastre de Cataluña, que marcó el fin de la lucha, Larrea, exilado en México, reveló estos poemas en una plaquette cuya introducción firma (1940). De ahí en adelante, las equivocaciones iban a repetirse hasta el hartazgo y conducirían, además, a inefables y absurdas teorías sobre el autor y su mensaje. Los desmanes se oficializan en 1949, después que Losada, de Buenos Aires, pone en venta Poesías completas (1918-1938), con “recopilación”, prólogo y notas de César Miró, un coterráneo de Vallejo. Es esta edición, reimpresa en 1953, la que circula profusamente, sin que sus responsables hayan expurgado los textos ni aventado las cuantiosas erratas. Georgette Philippart puede contabilizar la supresión o adición de irnos 500 signos ortográficos, la jíbara reducción de cuatro poemas a dos, la falta de 9 palabras y 5 frases, el añadido y la omisión de palabras y blancos. Semejantes atentados se mantuvieron en las ediciones separadas que Losada distribuye en su serie “Contemporánea”. La viuda de Vallejo denuncia que Losada no le envió las pruebas que ella solicitaba para reparar los tropiezos de 1939; las Poesías nacen así “sin contrato, previa y legalmente formulado y firmado por ambas partes [...]. Mucho más tarde se me informará que: «si deseo cobrar los derechos que me corresponden, tenga a bien firmar el contrato que con estos fines se me manda, siendo la norma de esta editorial establecer los contratos de edición después de la publicación...» El dicho contrato estipula que todo litigio será subsanado por los tribunales de Buenos Aires. Yo vivía por entonces en París, ¿qué otra solución me quedaba, sino firmar?” señala Georgette. Altura y pelos Cuando la viuda se radica en Lima, el Congreso vota para ella una pensión (escuálida) y la compromete a liberar, cotidianamente, los inéditos de Vallejo. A partir de ese momento abunda la leyenda de que Georgette posee, junto con el teatro y los ensayos, una apreciable cantidad de poemas; ahora se advierte que, a lo sumo, había dos composiciones: “Lánguidamente su licor” y “En el momento en que el tenista”, ambas de la década del 20 (ver recuadro, página 49). A continuación de Heraldos y Trilce se despliegan, entonces: • POEMAS EN PROSA (1923-24 y 1929). Son los quince textos que cerraban Humanos, con excepción de “En suma, no poseo...”, que sí corresponde a este libro; quedan incorporados “Lánguidamente” y “En el momento... ”, más tres composiciones en verso que clausuran el volumen: “Me estoy riendo”, publicada en el número 1 de Favorables París Poema, julio de 1926 (una revista que dirigieron Vallejo y Larrea); “He aquí que hoy saludo” (Favorables, Nº 2, octubre de 1926), que antes inauguraba Humanos; y “Lomo de las Sagradas Escrituras” (Mundial, 18/XI/1927), que el autor desdeñara mientras revisaba sus versos, hacia 1935. (Casi desconocido, su importancia es decisiva; cfr. el recuadro de la página 49). Los vallejólogos coinciden en que estos poemas pertenecen a la década del 20, como asegura Georgette. “Las ventanas se han estremecido”, por ejemplo, se titulaba en un principio “Complemento del hospital de Boyer”; Vallejo estuvo internado en la sala Boyer, del hospital de la Charité, en octubre-noviembre de 1924. En “Hallazgo de la vida” es curioso advertir cómo el último renglón (“Yo moriré de vida y no de tiempo”), tachado por el autor, reaparece en “Epístola a los transeúntes”, de Humanos: “Pero cuando yo muera / de vida y no de tiempo...” Naturalmente, Georgette no ofrece explicaciones sobre el orden que ella imparte a estos trabajos; exhibe, en cambio, fotocopias de los poemas mecanografiados, casi todos con anotaciones de puño y letra de Vallejo. Quizá debió retirar de esta colección los tres poemas en verso del final (no hay fotocopia); es inconsistente el motivo que menciona: están allí, enuncia, porque son de la misma época. Tampoco brinda evidencias que sustenten el traslado de “Lánguidamente” y “En el momento...” de Contra el secreto profesional a Poemas en prosa. Madame Vallejo se presenta como juez irrecusable y pretende imponer su versión de los hechos: olvida que en 1951 declaró que, al morir César, la mayoría de las obras inéditas de su marido le eran ajenas. ¿Cómo logró superar esa laguna, dirimir sombras tendidas cuarenta años atrás? • POEMAS humanos (1931-1937). Son, ahora, 76 composiciones; el desalojo de “He aquí que hoy saludo” se compensa con el ingreso de “Primavera tuberosa”, que la viuda del autor había introducido ya en una edición popular de Humanos lanzada en Lima; obviamente, no informa de dónde procede ni a qué año pertenece. Georgette Philippart sostiene que el germen de Humanos está en unos versos de octubre, 1931, rumiados por Vallejo en la URSS, en los que se duele por la ausencia de su mujer; esos versos son empleados, seis años más tarde, para forjar “Dulzura por dulzura corazona...” Si bien no existen pruebas de estas afirmaciones, parece sensato deducir que, con ellas, Georgette persigue dos objetivos: demostrar que César nunca dejó de escribir poesía, hacer de él un revolucionario. Es que, para muchos autores, el marxismo, que Vallejo abraza con entusiasmo, termina por hastiarlo; le entrega un lustro de su vida, sufre por él detenciones y persecuciones, lo sirve con su prosa, pero no le rinde su poesía. Este curso se transparenta en Humanos y España: un comunista no hubiese cantado su angustia, su júbilo, su desaliento, su esperanza, de esa manera apolítica, mística. Georgette no coincide con este juicio: basta ver cómo, para medir el valor de Rusia en 1931, reitera que vendió más ejemplares que la traducción al español de Sin novedad en el frente. Cifras en tinieblas Madame Vallejo anuncia que, en 1935, su marido tenía en carpeta los Poemas en prosa y unos 25 a 30 textos de Humanos. Una vez más, o se atiende a su veredicto o se cae en la tiniebla. Pero, ¿por qué esa indecisión, 25 a 30, en quien hace gala de tanta minucia? En todo caso, aceptada esa cifra, queda claro que Vallejo escribió en sus tres fecundos meses de 1937 unos 60 poemas (46 de Humanos, los 15 de España), o sea, las dos terceras partes de su obra póstuma. La comparación va en contra de Georgette: en seis años, 25 a 30 poemas; en tres meses, 60. De las 76 composiciones que integran Humanos, y que Vallejo revisó antes de morir, 48 se encuentran fechadas por él; la más antigua —si se excluye “París, octubre 1936”, datada en el propio título— es “Calor, cansado voy...”, del 4 de setiembre de 1937; y la más reciente, “Sermón sobre la muerte”, del 8 de diciembre. Sin embargo, Georgette no se detiene a respetar esta extraña voluntad de su marido; sospecha que era influjo del azar: en ciertas oportunidades colocaba la data, y en otras —distracción, apuro— prescindía de ella. También es posible, sugiere la viuda, que la fecha indicada por el poeta sea la de la última corrección o la del día en que pasó a máquina el texto. Es verdad que la imagen bohemia del Cholo se presta a tales especulaciones; no obstante, asombra que se haya preocupado por establecer una cronología; quizá muchos de los poemas datados en 1937 son anteriores, y quizá Vallejo buscó, al unirlos con ese cordón temporal, fijar una clave. Georgette, la misma persona que se declaraba ignorante de las obras de su marido, prefiere implantar sus mojones: al comienzo de Humanos incluye “Altura y pelos” (variante de “Actitud de excelencia”, publicado en 1927) y retoma la cronología de Vallejo en “La punta del hombre..del 14 de setiembre, que en esta edición ocupa el lugar 559. ¿Acaso Vallejo no poseía 25 a 30 poemas antes del alud de 1937? ¿Por qué su viuda toma en cuenta las fechas de los manuscritos sólo desde “La punta del hombre...”? No hay respuesta alguna a estas preguntas. Es sintomático que, para Georgette, el texto final de Humanos sea esa admirable oda, fechada en noviembre 21, que se inicia así: “Ello es que el lugar donde me pongo / el pantalón, es una casa donde / me quito la camisa en alta voz / y donde tengo un suelo, un alma, un mapa de mi España”. ¿Será porque es el único poema de Humanos en que ella irrumpe con su nombre? (“De veras, cuando pienso / en lo que es la vida, / no puedo evitar de decírselo a Georgette...”) • España (1937). Se restituyen los 15 poemas originales; eran 14 en la edición Losada, ya que “¡Cuídate, España, de tu propia España!” aparecía como la estrofa final de “Niños del mundo...” Es una composición independiente, la XIV, y antecede a “Niños del mundo ...” Pese a todo, esta Obra completa —que aún no ha llegado a las librerías de Buenos Aires— arroja dos ganancias suculentas: la depuración de los textos y el conocimiento de las fotocopias, que permiten observar la alquimia del autor. Menos soberbia y menos intransigencia hubieran hecho de Georgette Philippart lo que debe ser: una albacea (Francisco Moncloa Editores, Lima, 1968; 506 páginas, 40 dólares). ♦ [Ramiro de Casasbellas] PRIMERA PLANA No 318 - 28 de enero de 1969 * Vallejo conoce a Georgette Philippart, "una chiquilla de ojos glaucos’’, según un testigo, hacia 1926; ella vivía con su madre en una casa de la rué Moliére, frente al hotel que ocupaba el poeta. Unidos desde enero de 1929, el 11 de octubre de 1934 se casan en la Alcaldía del XV Arrondissement. |