Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

IDEA VILARIÑO. URUGUAYA, POETA.
Es uno de les talentos de la poesía americana. Vive en Montevideo. Trabaja en Las Toscas, cerca del mar, en el colmo de la soledad. Escribe sobre el amor, sobre la muerte. Pero esas no son sus obsesiones. Son sus certezas. La poesía es el acto más privado de su vida. Conózcala. Léala. Disfrútela.

Todo comenzó con un pedido. Con una suerte de orden emanada de nosotros mismos desde aquella primera vez que leímos sus "Poemas de amor". Por eso, desde que subimos al avión, en Buenos Aires, nuestra imaginación no tomaba conciencia de cómo era ella. En todo caso sólo nos alertaban algunas de sus palabras ya escritas: "No sé quién soy. Mi nombre ya no me dice nada. No sé qué estoy haciendo. Nada tiene que ver con nada."

MONTEVIDEO ENERO DE 1977
Así anduvimos solos buscando su nombre en una guía telefónica. En esa voz que nos contestó "ya no vive aquí". Hasta que, por fin, el encuentro, en su casa de la Plaza Independencia, allí, en el Palacio Salvo. Un viejo llamador sobre la puerta de madera en un largo corredor, en el quinto piso. Una voz. Otra. Y allí estuvimos frente a frente. Entramos a descubrir quién era IDEA VILARIÑO. Cómo era su mundo. Por qué la tristeza que emanaba de su poesía.
Nos dijo que no, y nos lo aclaró: "Todo hubiese sido más fácil si cuando me dijeron quiénes eran, de dónde y a qué venían, yo les hubiera cerrado la puerta sin dejarlos entrar o explicándoles, simplemente, que yo no hago reportajes, que no concedo entrevistas, porque siento, pienso y creo que a nadie le importa mi vida, mi mundo".
—¿Cómo es su mundo?
—Como el de cualquier ser humano.
—¿Por qué cree, entonces, que a nadie le importa?
—Porque no.
—¿Entonces por qué publicó libros?
—Quizá fue mi incoherencia dentro de la coherencia que pretendo para mi vida.
Vive en un pequeño departamento de un ambiente y medio dividido por una inmensa biblioteca. Una mesa, tres sillas, un pequeño escritorio y un ventanal que llena de luz ese mundo.
"Yo vivo aquí dos o tres veces por semana. El resto lo paso en mi casa de Las Toscas. Ahí está mi soledad, mi mar, mi lugar de trabajo".
Es rubia. Tiene ojos claros y una edad indefinida No dejó de mirarnos mientras daba paso a la escritura de los hechos: a sus rebeldías solitarias, a sus amigos muertos. Nos miraba con asombro, con incredulidad por estar contando cosas. Con su miedo.
"Es que ahora que estoy hablando me doy cuenta que todo
esto ustedes lo van a publicar".
Y le dijimos que si. Pero que para hacerlo debíamos colaborar ambos. Por eso pactamos el nuevo encuentro allí, en Las Toscas, en ese lugar para muchos lejano, inalcanzable...

Las Toscas, por el mismo año
Se llega por el camino a Atlántida. Son diez o doce cuadras desde el cruce con la ruta Son diez o doce cuadras pobladas de casas de fin de semana, donde se respira no sólo el mar, sino los ojos escrutadores de los habitantes al ver pasar a algún extraño,.
Hay un hombre tomando sol en una reposera.
—¿Aquí vive Idea Vilariño?
—Aquí mismo.
Se llama Jorge. Es su marido. También escribe o recopila trabajos literarios en sus horas libres, cuando su trabajo en el Banco se lo permite.
También es un habitante de la soledad.
Nos recibe en un pequeño living-comedor. Hay un sofá, una silla cómoda.
Y nos recibe ella. Ella, a la que estamos mirando desde sus pasos, desde esa adultez que "descubrí a los once años cuando por primera vez me quedé frente a un espejo mirando mis ojos serios".
—¿Y qué sintió?
—Esa fue la primera gran conmoción. Yo estaba ahí —ni persona, ni niña—, como estoy ahora.
—¿Por qué no hablamos de cómo fue su niñez, su casa, sus padres, sus hermanos?
—De mi casa prefiero no hablar más que diciendo que fue constituida por una familia normal.
—¿Cómo se llaman sus hermanos?
—Alma, Poema, Azul y Numen. El ser cinco permitió que viviéramos como viven las familias numerosas, sin los problemas que pueden tener los hijos únicos.
—¿En qué escuela estudió?
—En varias, todas humildes.
—¿Cuándo escribió su primer poema?
—Cuando lo hice aún no sabia escribir. Lo retuve en la memoria hasta que aprendí a dibujar cada letra.
—¿Se acuerda de qué hablaba ?
—No.
Ya estamos en su territorio. El diálogo es más amplio, a pesar de algunas respuestas que suenan secas. La entendemos. Aún sus miedos no se han disipado.
—¿Cómo se siente ahora?
—Mejor. Creí que iba a ser más difícil.
Entonces pareció transformar su cara cuando comenzó a bajar el camino hacia el mar. Cuando sus pies tomaron ese diario contacto con la arena. Cuando estiró su mano para tocar el pequeño monte de pinos donde siempre "quise sacar una foto y siempre me salieron mal".
A la sombra de esos árboles, la vimos. La presentimos aún más. "Mi cansancio, mi angustia, mi alegría, mi pavor, mi humildad, mis noches todas, mi nostalgia del año mil novecientos treinta, mi sentido común, mi rebeldía. Mi desdén, mi crueldad y mi congoja, mi abandono, mi llanto, mi agonía, mi herencia irrenunciable y dolorosa, mi sufrimiento, en fin, mi pobre vida".
—¿Por que está tan triste?
—Porque no puedo estar alegre. Porque soy así.
—¿Que encuentra aquí?
—Toda la paz que necesito para poder trabajar.
—¿Cuándo trabaja?
—Normalmente a la noche. Me hace falta esa hora en que el mundo todo parece no existir. Y son las cuatro o las cinco de la mañana cuando dejo de hacerlo.
—¿Siempre escribe poesías?
—No. Mi trabajo normal consiste en traducciones en prosa o en verso de distintos autores clásicos. La poesía aparece... cuando aparece... También trabajo sobre el tango, sobre sus letras.
—¿Desde cuándo?
—Quizá desde siempre. Cuando éramos chicos, y por ese creer que el tango era "orillero", papá no nos dejaba entrar en su mundo. También por eso necesitaba vivir sola. Hasta que llegó el tiempo de hacerlo. Aunque tengo muy mala memoria, para recordar sus títulos, apenas escucho uno o dos compases sé de qué tango se trata. Además, por si usted no lo recuerda, tengo editado un libro en Buenos Aires que se llama "Las letras de tango".
—¿Y la poesía?
—La poesía es el acto más privado de mi vida realizado siempre en el colmo de la soledad y del ensimismamiento, realizado para nadie, para nada. Por lo general a la mañana siguiente olvidé lo escrito y pueden pasar semanas, meses antes que vuelva a encontrar esas líneas.
—Insisto: ¿por qué no acepta reportajes? ¿Por qué no quiere que se la conozca?
—Porque no me gusta la popularidad. La poesía puede ser, como acto creador, algo muy intimo que una vez realizado necesita la comunicación. Yo no la siento. No tengo los reflejos y las necesidades de otros escritores por ver sus obras escritas en letras de molde. Lo que sucedió es que viviendo entre escritores, un día me di cuenta que un conjunto de poemas, de esos que quedan ahí, en un cajón, tenían coherencia, unidad, que constituían un libro. Y así empecé. Ahí entré en el juego. Hoy no estoy segura que esta sea una explicación correcta. Simplemente es así.
Y entonces nos vimos en su lugar de trabajo. En esa pieza chiquita, en ese escritorio frente a la ventana. Y nuevamente el diálogo.
— Hay poemas que nunca publiqué ni mostré a nadie. Eso debería haber hecho con todos. O casi. A esta altura todo eso importa poco. Distinto es, en cambio, lo que sucede con los poemas de respuesta, con las canciones que, naturalmente, buscan al público.
—¿Le importan las críticas, le gustan?
—Así como me importa mucho el juicio moral sobre mi conducta, nunca me importó lo que se dijera sobre lo que escribo. Ni
nunca me sirvió de nada. Sólo recuerdo haber escuchado una observación de Juan Carlos Onetti, otra de Manuel Claps, una de mi hermana Poema.
—¿Qué opina de las críticas que le hicieron y por qué no le importan?
—La mayor parte de lo que se ha escrito sobre mi es en extenso comprensivo y generoso. Sin embargo, nunca lo miro detenidamente y predomina en mí el sentimiento de rechazo, porque están invadiendo mi vida. Naturalmente que la culpa es mía por haber publicado. La esencia de lo que escribo lleva a que se quiera indagar sobre la persona, no sobre su obra.
—A través de sus escritos se nota una cierta preocupación por el amor y por la muerte. ¿Le preocupan?
—En absoluto. Ni el amor ni la muerte son obsesiones mías. Simplemente son certezas. Por qué. ¿No será una actitud lúcida, sana, saber, tener presente que la vida y que el amor se acaban?
—¿Cómo es su soledad?
—Como una sopa amarga, como una dura cucharada atroz, empujada hasta el fondo de la boca...

AHORA AQUI, EN BUENOS AIRES, SIN ELLA
No fue fácil penetrar su continente. Ese país que es ella misma. Pero la cosa fue no huirse sino buscarse, aunque ella empezó huyendo cuando vino hacia nosotros. Ahora, aquí, nos quedamos con sus libros, con su voz y parte de su vida. Ahora sabemos que la sangre entró en su sangre; que la soledad llueve en la lluvia; que la tarde lastima por la tarde y que con eso y mucho más se puede fundar una voz, una vida, una poesía.
Se llama IDEA VILARIÑO; por suerte, un día tuvo la incoherencia de publicar sus poemas.
(Por nuestros enviados a Uruguay LUIS BENITO ZAMORA y HECTOR CARBALLO)
Revista Gente y la actualidad
03.02.1977


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