Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

MANUEL MUJICA LAINEZ
el escritor y su obra

CON una elegancia sosegada y cordial que evoca a algún personaje de sus novelas: las manos en delicados jeroglíficos de curvas, elipses, líneas sutiles por donde parecen transitar sus pensamientos; la mirada lenta, un poco risueña, observando como sin querer o inquiriendo la razón de tantas preguntas, extrañado de que tantas cosas misteriosas y recónditas sean objeto de la pública curiosidad, Manuel Mujica Laínez levanta su rostro de entre la gris fantasmagoría de un mundo poético en el que se siente feliz y observa, más allá de nosotros, algún indefinido punto milagroso.
—Hace mucho que he querido escribir un libro en el que el mundo de las cosas, de los objetos, un mundo que siento vivir en torno, alcanzaría una jerarquía tan importante como la del nuestro, la del mundo de la gente. Además pensé vincular ese libro con la historia de una familia, de la decadencia de una familia. Esa fué la base de "La casa", mí última novela. El resto se fué construyendo sucesivamente, a medida que los episodios aparecían en mi camino. La familia y sus cosas siguieron un mismo rumbo melancólico, para crear una sola y amplia alegoría.
Así, pues, se gestó este libro, cuya aparición es el motivo de nuestra visita. Cohesión de pequeñas vicisitudes espirituales, lenta reconstrucción interior de seres y cosas fantasmales, de luminosas apariciones que dan al proceso creativo esa vaga certidumbre onírica: una dimensión en que se reconstruyen hechos que nos pertenecen desde nuestra niñez, que jamás nos abandonan, que crecen un día como una inusitada fuerza vegetal y revelatoria. Pero escuchemos al escritor:
—A algunos "La casa" les irrita. Quizás les irrite ese mundo demasiado refinado a veces y a veces demasiado superficial. La verdad es que ese mundo lo he conocido; que cuando, por razones cronológicas, no he podido alcanzarlo, he oído hablar tanto de él que es como si lo hubiera conocido. Y ese mundo fué así, tal como lo describo, con esa grandeza, con esa flaqueza, con esa naturalidad, con ese snobismo. Y como yo lo quiero, como lo "siento", he podido escribir sobre él con una ternura que en ciertas oportunidades llega a ser cruel pero que no es nunca injusta. Acaso sea útil agregar que la circunstancia de que no me aflija ningún resentimiento frente a ese mundo, me permite enfrentarlo desde un punto de vista muy distinto del que hace sufrir escondidamente a algún crítico que me ha atacado con exagerada dureza.

Su obra
Mujica Láinez publicó su primer libro en 1936: una breve colección de ensayos hispánicos, titulada "Glosas castellanas". Ese y su siguiente trabajo, "Don Galaz en Buenos Aires", novela en la que evoca, anunciando ya ciertas predilecciones temáticas, el Buenos Aires del siglo XVII y que vió la luz en 1938, han sido lo que él llama pintorescamente "mi academia"; esfuerzos más bien constructores, instrumentadores de su futura personalidad literaria, vehículos de aprendizaje formal y lingüístico.
Sus obras subsiguientes comprende tres biografías, las de Miguel Cané Padre, Aniceto el Gallo y Anastasio, y el Pollo; un poema, "Canto a Buenos Aires"; un volumen de evocaciones porterías, "Estampas de Buenos Aires"; y dos novelas, "Los ídolos", a la que acaba de otorgársele el premio Alberto Gerchunoff, junto a un tomo de obres dramáticas de Samuel Eichelbaum, y "La casa". Toda su producción, exceptuando el primer libro de ensayos, ha tenido por ambiente Buenos Aires y sus seres. En "Aquí vivieron", la acción se ubica en San Isidro, y en "Los ídolos", si bien se sitúa la primera parte en Stratford-on-Avon, los personajes son argentinos. Esencialmente un motivo que sólo entiende el autor como desconocida voluntad íntima, le ha impulsado, no obstante sus repetidos viajes al extranjero y los muchos años que
ha pasado lejos de la patria, a echar su mirada a las cosas entrañables de aquí cada vez que quiso escribir un nuevo libro.

Nuestra literatura
El tema de nuestra literatura actual se impone en esta conversación con un escritor que ha estado permanentemente atento al proceso de las letras argentinas.
—La novela progresa admirablemente en nuestro país. Al lado de un nombre de tanto prestigio como el de Eduardo Mallea, están los otros novelistas de generaciones distintas —Marechal, Norah Tange, Barbieri, Estela Canto, Onetti, Verbitzky— y también, entre los desaparecidos, Roberto Arlt, y entre los cuentistas, Borges, Bioy Casares y Manuel Peyrou, cuyas obras bastan para destacar la trascendencia de ese género entre nosotros.
Le preguntamos acerca de la nueva generación.
—Sí, hay una generación nueva muy interesante. Los poetas me parecen mejores que los prosistas... Pienso en Bianciotti, en Lezama, en Villordo, en ensayistas como Uboldi, en críticos como Ernesto Rodríguez. en cuentistas como Jorge Viñals Blake. Pienso en Omar Del Carlo y en sus posibilidades teatrales.
En la pausa aprovechamos para hacerle la pregunta de rigor. No dejamos de pensar que las diversas respuestas van a darnos argumentos para tratar extensa y documentadamente el problema en alguna ocasión futura:
—¿Debe nuestra literatura tender a ser expresión de nacionalidad?
—Claro que sí —-nos contesta de inmediato—. Me parece fundamental que así sea. Por lo menos es lo que yo, dentro de mi medida y sin salirme del mundo que conozco, he tratado de hacer. Pero eso no significa que un gran escritor argentino no pueda tratar un tema "extranjero". Voltaire ubicó algunos de sus libros más célebres fuera de Francia, y no por eso enriqueció menos a la literatura de su país, ni hizo obra menos "nacional".

El libro argentino
El problema del libro de autor argentino todavía no está resuelto. Desde estas mismas páginas escritores y editores se han referido a él desde perspectivas distintas y con argumentos también distintos. Le preguntamos al autor de "Los ídolos":
—¿Opina que nuestros sellos editan pocas obras de autores nacionales? ¿Cuáles son las causas y qué medidas aconsejaría para favorecer una producción mayor de obras argentinas?
—De un tiempo a esta parte se advierte entre los editores argentinos una reacción saludable en el sentido de aumentar sensiblemente la publicación de obras de autores nacionales. Creo que el público argentino no está todavía suficientemente preparado para recibir las obras de sus compatriotas. Quizás todavía no nos tenga bastante confianza. Pero ya llegará el momento en que los argentinos serán tan leídos en su patria como los extranjeros. Lo que pasa es que los extranjeros vienen precedidos por una propaganda muy hábil y muy tentadora, mientras que nosotros, en general, tenemos que defendernos "a poncho". Cuando los editores nacionales adviertan las ventajas de intensificar al máximum la propaganda de los autores nacionales, se observará la saludable influencia de esa política. Aquí, como en todas partes, las cosas entran por los ojos.

Teatro y cine
—Siempre he soñado ron poder escribir para el teatro. Algo he ensayado, pero no cuenta. La técnica teatral es totalmente distinta de la que corresponde a los otros géneros. Es una técnica difícil que exige, me parece, un aprendizaje arduo. Quizás algún día logre triunfar de sus dificultades y componer una obra teatral. Entre tanto, voy mucho al teatro, y observo. Sobre todo voy a los teatros independientes, que cumplen en la Argentina una labor estupenda, al brindar al público las novedades más inteligentes y audaces de la escena universal, interpretabas en muchos casos por muchachas y muchachos que no ahorran sacrificios para realizar una labor magníficamente generosa.
Con verdadero entusiasmo nos habla de los espectáculos que ha visto en loa últimos años. Se expresa con conocimiento de causa. Menciona obras y conjuntos. Su fervor es auténtico.

Pasamos al cine.
—Varias veces se ha hablado de llevar a la pantalla libros míos. Ahora se rumorea algo con relación a "Aquí vivieron" y a "La casa", pero no estoy autorizado a decir nada concreto al respecto. Creo que los directores nacionales deben buscar su inspiración —como se hace en los demás países— en los escritores nacionales. Tal vez de esa colaboración resulte el cine argentino que merecemos.

Viajes
—He viajado bastante. De muchacho pasé algunos años en Europa, en Inglaterra y Francia. En Francia fui al colegio, y en Londres mi hermano y yo tuvimos un tutor particular. Luego he vuelto a Europa en varias ocasiones, enviado por "La Nación", donde actualmente desempeño la crítica de arte.
También he visitado el extremo Oriente, China, Japón, Manchukuo y Corea, el año 1940, como miembro de una misión oficial. Pero en verdad nunca me ha gustado viajar. Entiendo por viajar llegar a Florencia, abrir la valija, salir a dar una vuelta y partir dos días más tarde. Eso puede ser terrible, enloquecedor. En cambio, me gusta llegar a un lugar e instalarme allí: estar un año en Roma, en París, donde sea. Eso no es viajar, es vivir. Sigo creyendo que lo mejor de los sitios no son los monumentos, que a menudo nos defraudan, pues el cinematógrafo y la fotografía han alcanzado expresiones maravillosas, sino la "gente", y a la gente se la conoce viviendo; no viajando, sino viviendo. Lo demás son impresiones fugaces y coleccionar tarjetas postales.

Proyectos
Mujica Láinez ha terminado otra novela, "Los viajeros", que forma parte del ciclo, de la "saga" que se inició con "Los ídolos" y continuó con "La casa". Cuando se publique —quizás el año próximo—, el lector encontrará en ella personajes que figuran en las dos novelas citadas.
—Ahora reúno materiales —nos dice— para otra obra que, si se llego a escribir, se titulará probablemente "La isla", y cuya acción se desarrollará en el delta del Tigre. Ya hablaremos de ella en otro momento.
Eugenio ARAOZ
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Pie de fotos
-El autor de "Misteriosa Buenos Aires" es un espíritu atento a las evoluciones de nuestro proceso cultural. Se interesa tanto por las últimas expresiones de la novelística argentina, a algunos de cuyos exponentes admira, como por el fervoroso trajinar de los grupos independientes. "Hay algunos —nos dice— que realizan una labor artística ejemplar".
-Sí, estoy contento de haber escrito "La Casa" —nos dice Mujica Láinez—. No se me escapa que el tema es difícil y peligroso, pero me basta con haberlo intentado y haberlo llevado a fin para estar satisfecho. Mientras componía esa novela en la que los elementos reales y los fantásticos elevados al mismo plano, se enlazan y superponen» sabía que "La Casa" contaría con amigos y con enemigos. Ahora que han empezado a aparecer las críticas y que la gente me habla o me escribe, veo que no me equivoqué.
-"Siempre me ha obsesionado el mundo de las cosas, de los objetos. Lo he sentido ¡vivir en torno. Acaso eso se deba al hecho de que pertenezco a una familia que ha tenido la manía de las colecciones (manía que en parte yo he heredado)"...
-Estoy en contra de los que escriben sus obras directamente a máquina y también de los que las hacen copiar por un mecanógrafo —afirma Mujica Láinez. Yo escribo a mano, como se ha escrito siempre, desde los egipcios. Me parece lo natural. Y al día siguiente copio a máquina el manuscrito. Al proceder así veo con más claridad las repeticiones, los desequilibrios. Casi podría decir que veo "impreso" lo terminado y que ya casi no lo retocaré en la última lectura definitiva.

Revista Esto Es
4/11/1954

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