Futilísima Ruinosa Satelital
No hay cosa más inútil que dar consejos

El humor gráfico en los diarios

Los diarios, las otras revistas
Los diarios, ya se ha dicho, publican un porcentaje descomunal de tiras humorísticas extranjeras, especialmente norteamericanas, distribuidas a la perfección por potentes sindicatos. Pero también dan una pequeña cabida al humor local. Así, La Razón alberga en su última página algunas tiras de Lino Palacio, una del uruguayo Umpierrez (Cristóbal) y un curioso personaje de un inglés radicado en el país, Fawley (Fola): Gumersindo. También, en La Razón publica Basurto su chiste de televisión con dibujos demasiado parecidos a los de Landrú, y gracia no siempre eficaz. Basurto también frecuenta las páginas del matutino Crónica, cuya edición vespertina se limita a publicar Lolita, una tira de procedencia hispana.
La Prensa, por su parte, edita diariamente una de las tiras más recientes, La Vida es una Historieta, de Robles, quien antes publicaba en Tía Vicenta y Gente bajo el seudónimo de Selbor.
La Nación tiene, entre sus cuadritos extranjeros, dos humoradas de procedencia local: una de ellas es Punto en Boca, de Vilar, un humorista que repite hasta el cansancio una fórmula basada en los juegos verbales, aunque sea sin palabras; la otra es Perro Mundo, de Heredia, una reiteración de temas caros a Quino. Nótese la semejanza, incluso en el título, ya que Quino editó un libro hace varios años cuyo título era Mundo Quino, una broma a Mondo Cane que, traducido del italiano, significa casualmente Perro Mundo. Clarín publica una sola tira local en su nutrida página de historietas: Chispazos, buen humor a cargo de Ian, que reemplaza a Tancredo, del recientemente fallecido Fantasio. Los demás humoristas que publican se encuentran en las revistas: Brascó está en Panorama, con sus gracias solo entendibles por ejecutivos que manejan una complicada jerga tecnócrata; Lino Palacio (Flax) también está en Panorama, con sus ahora tediosas lucubraciones políticas; su hijo Jorge (Faruk) cubre las mismas funciones que su padre en Primera Plana; Lorenzo Amengual, un notable de las últimas promociones, transita las páginas de Confirmado; Aldo Rivero y Catú comparten las páginas de Mercado con Landrú.
Y queda un fuera de serie por mencionar, el caricaturista Hermenegildo Sabat, un maravilloso captador de expresiones internas, un dibujante superdotado, capaz de destruir las formas para reinventarlas en alardes de técnica y genio. Sabat es uruguayo, anduvo por la redacción de Marcha, de Montevideo, colaboró en Adán y Primera Plana, hasta encontrar su cauce en el diario La Opinión, donde reemplaza solo a todo un equipo de fotógrafos, ganando, a veces, en fuerza con relación al ojo de una cámara. Es probable que en el mundo solo el norteamericano Levín alcance la talla de caricaturista que posee Sabat.
Y dejamos para el final a Mafalda, de Quino.
Mafalda nació en 1965, cuando Primera Plana encargó a Quino una tira similar a Peanuts, del estadounidense Schultz. La respuesta de Quino fue Mafalda.
Y desde 1965 Mafalda ha visto la luz a través del citado semanario, del diario El Mundo, luego, y, últimamente, de otro semanario, pero de tirada mayúscula: Siete días. Mafalda es una tira excelente, la mejor seguramente de cuantas se han publicado en el país durante mucho tiempo. Pero también es un caso curioso. Para mucha gente constituye la principal lectura político-social de la semana. Nuestra clase media se reconforta al ver que alguien se preocupa por el mundo, por el país, por el hombre, por las enfermedades.
Y en Mafalda ve reflejadas sus propias opiniones, sus propias angustias.
Y eso es simplemente Mafalda, una gran angustia, o un gran deseo de que el mundo sea lindo y la gente sea buena.
Nada más que eso. Bien hecho, claro, por el talentosísimo Quino, por el mejor humorista argentino. (Carlos Trillo y Alberto Broccoli, 1972)


Carrito de rulemanes

Según nos explicaba Meteoro: "Para poder hacer un carrito de rulemanes como se debe, hay que conseguir varios elementos. El primero de estos debe ser una tabla de 60 centímetros de largo, por unos 30 ó 35 de ancho y que tenga un grosor de unos 3 centímetros. Luego, por supuesto los elementos que le dan nombre a este pequeño transporte: los rulemanes. Estos deben ser cuatro y conviene que haya dos bastante grandes y dos más pequeños. El resto, se compone de: una tabla más pequeña para usar como asiento, los "ejes" donde van a ir colocados los rulemanes, un largo palo (el de escoba es ideal), cerca de un metro de soga fina o mejor cordel de nylon, y clavos y tornillos de varias medidas en cantidad, así como algunos listones de madera (de varios largos y unos 3 cm de lado).
Con los elementos en nuestras manos, lo primero que debemos hacer es "'clavar" los rulemanes en sus ejes. Para ello buscamos entre los listones de madera que tenemos dos (de 50 ó 55 cm de largo) que afinados en sus extremos con un cuchillo y con mucho cuidado se puedan poner firmemente en el agujero que tienen los rulemanes. Los rulemanes deben ir colocados en pareja, los dos más pequeños en el mismo eje y los otros, en el restante. El largo total de los ejes armados debe ser de 50 ó 55 cm.
Una vez hecho esto, tenemos que agujerear la tabla grande, la que perforaremos a unos 5 cm de uno de sus bordes y exactamente en la mitad de su ancho. El agujero debe ser de un centímetro, y otro similar debemos hacer en el eje de los rulemanes chicos.
Realizado esto comenzamos el armado. Primero debemos colocar el eje delantero. Haciendo combinar los dos agujeros, el del eje y el de la tabla, colocamos un tornillo que vaya justo y cuya tuerca quede hacia el lado de la tabla (arriba). En este momento ustedes podrán ver que el eje se mueve hacia ambos lados. El trasero se coloca más fácil, simplemente se lo clava; o atornilla a unos 5 cm del borde de la tabla.
Prácticamente ya está listo, lo único que falta son detalles. Uno de éstos es la colocación de la soga o cordel sobre ios dos extremos del eje delantero (lo más cerca posible
de los rulemanes). Luego clavamos la tabla que nos ha de servir de asiento y le instalamos un práctico "freno", que se puede hacer atornillando una de las varillas en uno de los costados de la tabla grande de modo que cuando la movamos hacia atrás, ésta toque en ei suelo y detenga la marcha. El palo largo (de escoba vieja) que les nombré al comienzo es para que alguno nos empuje apoyándolo sobre la tabla-asiento.
Instalados en nuestro flamante "carri-coche" tomamos la soguita y cuando nos empujan, con ella lo manejamos a voluntad. Antes de terminar queremos aclararles algo, los rulemanes más chicos siempre deben ir en el eje delantero, de esa manera nos resultará más fácil el movimiento de manejo. Tanto estos rulemanes como los traseros deben ser, de vez en cuando, lubricados con aceite (es ideal el que mamá utiliza en su máquina de coser)".
Meteoro (1975)

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