Futilísima Ruinosa Satelital
No hay cosa más inútil que dar consejos

LOS CAMPEONES SOLITARIOS
Osvaldo Suárez: el dueño de la San Silvestre

Con puntualidad, repitiendo un ritual que ya es característico de la prueba, los marciales sones del himno nacional brasileño resonaron en las calles céntricas de la industriosa ciudad de San Pablo, cuando apenas faltaba media hora para que expirara 1960. Tras los últimos compases, tronó el disparo que indicaba la iniciación de la célebre Corrida de San Silvestre, la carrera callejera más reputada internacionalmente. Una característica que siempre se permitió reunir para su disputa a los más destacados fondistas del mundo. Ese año se alinearon entre otros el alemán Hans Grodozki, el inglés Gordon Pirie y el canadiense Douglas Kyle. Junto a ellos el argentino Osvaldo Suárez, . que había triunfado en las ediciones ; de 1958 y 1959. Esa noche, el maestro —como hoy lo apodan cariñosamente en el medio atlético local— intentaba una hazaña que todavía nadie logró emular: adjudicarse la competencia por tercera vez consecutiva. Era además una promesa que había formulado a su esposa, Emma Duran, con quien había contraído enlace un día antes. Sería un regalo de bodas. Tras una excelente partida —fundamental en una carrera en la que participan más de 5 mil deportistas— Osvaldo Suárez se mantuvo a la expectativa detrás de Kyle, controlándolo, para quebrarlo cuando apenas restaban mil metros de carrera. Por entonces, las sirenas ya habían anunciado la llegada de un nuevo año. Las luces de bengala iluminaban el cielo y el millón de personas que se volcó a las calles para no perder detalle de la Corrida, lo alentaba furiosamente. Cuando cruzó el pequeño pasillo de llegada la ovación fue clamorosa. Suárez había concretado su máxima proeza deportiva, entre las muchas que jalonaron su dilatada actuación. Tres veces ganador de la San Silvestre, 4 veces campeón Panamericano, 5 veces campeón Iberoamericano y 12 veces campeón Sudamericano, constituyó el último representante de una gloriosa dinastía de fondistas. Olímpico en dos oportunidades —1960 en Roma y 1964 en Tokio— fue discípulo de dos grandes maestros: Gumersindo González y Alejandro Stirling. Reconocido en todos los círculos atléticos del mundo, paseó su calidad por Chile, Uruguay, Brasil, Perú, Paraguay, Colombia, Ecuador, México, Canadá, Estados Unidos, España, Bélgica, Portugal, Italia, Austria, Alemania Federal, Checoslovaquia, Holanda, Suecia, Finlandia, Dinamarca y Japón. En 1955 viajó por primera vez a Europa, para ello tanto él como Stirling —entonces su entrenador— debieron vender terrenos de su propiedad. Fue en los albores de su fama. Desde su debut internacional —durante el campeonato Sudamericano efectuado en el estadio de River Plate, en Buenos Aires, en 1951— Suárez compitió contra los más destacados valores de la época. La imbatible 'Locomotora humana', el checoslovaco Emil Zatopek, y el recordman mundial Vladimir Kuts, de la Unión Soviética, fueron entre otros grandes, sus ocasionales contrincantes. Claro que con ninguno la lucha alcanzó las características de los duelos con su compatriota Walter Lemos, el gran rival en América del Sur. El veterano atleta —todavía en actividad a los 37 años— logró su última victoria relevante en el campeonato Sudamericano de 1967, que tuvo como escenario la pista del parque Chacabuco, en Buenos Aires. Ovacionado por un público que pocas veces supo reconocerle todo lo que hizo por el atletismo argentino, se consagró titular continental de los 10.000 metros en una carrera electrizante con el colombiano Víctor Mora; que lo había relegado en los 5.000 metros. Esa performance marcó el comienzo de su declinación que, curiosamente, coincidió con el derrumbe del atletismo argentino. Un hecho que no es circunstancial si se toma en cuenta que, en las pruebas de largo aliento, como en otras disciplinas, quedó cortado el cordón generacional con la desaparición de hombres de su talla. Algo que solo podrá explicarse a través del profundo deterioro y desamparo padecido por el amateurismo en los últimos años, cuando quedó librado a su suerte. (Alejandro Marti)

Muy bien, luego de este recordatorio vamos á con los consejos domésticos que arreglarán el mundo (¿?)
-Cola para loza y porcelana. — Además del Gluten, cuya aplicación para pegar toda clase de loza y porcelana es sobradamente conocida, daremos las siguientes fórmulas:
1.° Para pegar dos trozos de porcelana rota, se da una mano en las dos superficies que se han de unir con pasta de ajo machacado (una cabeza). Se aprieta fuertemente un trozo contra otro por medio de un alambre; luego se introduce la pieza en leche y se tiene en ebullición durante media hora. El resultado es seguro.
2.° Para pegar los cristales, el vidrio y la loza. Se disuelve en espíritu de vino cola de pescado, se pone una tercera parte de su peso de goma-amoníaco y se disuelve todo al baño de maría. Cuando al tomar una gota de esta solución se la deja caer y se solidifica al enfriarse, la preparación estará en su punto.
Se colocan en agua caliente los pedazos y se extiende la cola sobre las dos superficies que se quieren unir. Se las adopta, apretándolas y se las sumerge en agua fría. Esta cola se puede conservar en botellas, pero es necesario calentarla cuando se la quiere usar.

Auspició
VINO NOURRY. 
Yodotánico á la vez depurativo y fortificante. Debilidad general, anemia, linfatismo, enfermedades del pecho.
El vino NOURRY reemplaza con ventaja el Aceite de Hígado de Bacalao. Excita el apetito y constituye el mejor remedio contra las enfermedades de las Mujeres (colores pálidos, épocas dolorosas), y de los Niños (escrótulas, usagres, etc.)
Se vende en todas las farmacias acreditadas.

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