"Un chico en
bicicleta me traía torta
con la timidez de un asno pedía pan
hasta que me pregunté
que me anda pasando
si hace un invierno
no recuerdo bien que cosas comía
comía pero era otro"
Centrar la rueda siempre resultó algo difícil, sobre todo que los aparatos no existían,
y la única tecnología conocida era el "ojímetro". Cualquier pibe "de los
grandes" podía hacer gala de su experiencia en el rubro ante un jopende de nueve o
diez años, y uno miraba cada movimiento y posición que frente a la rueda tomaba, ese que
era mas grande, terminando la situación en un tímido "gracias" que no dejaba
de encerrar aquello de "esto es una papa... la próxima lo hago solo".
Y aunque la rueda no chocara contra el guardabarros, ni hiciera siquiera movimientos raros
solíamos advertir al amigo que iba adelante "ché, la de atrás está
descentrada".Jamás mencionaríamos sobre defectos de la de adelante, esa solo se
pinchaba nomás. Con el tiempo creo haber descubierto que la falta de cadena de la rueda
delantera la hacía a esta poco... poco interesante, digamos. De esa seria advertencia a
encontrarse sacando las llaves de algún viejo con auto había solo cuestión de cercanía
a la casa del amigo... y a desarmar, que uno ya lo había visto antes y no parecía tan
jodida la cosa. El "ojímetro" no podía fallar nunca. "Dejame a mí que me
enseñó el "corcho". La joda era que la cadena quedaba medio floja, las tuercas
no ajustaban bien, como que faltaban cinco para el peso cada vez que lo hacías, te
sobraba una arandela o la rosca estaba oxidada. ¿Y si se salía cuando uno estaba picando
en una carrerita? ¿y si se cagaba el piñón?. Cuando las cosas empezaban a complicarse y
el eventual papelón era más que factible: "mejor vamos a lo de Tatú".
El tipo, aunque persona mayor, siempre iba a entender que vos eras un pendejo que se
había mandado una cagada y la cosa no pasaba de un "no te hagas problema pibe, ya lo
arreglamos", y algún rubor en el rostro que no hacía mella en el ánimo del
bicicletero y tampoco te lo hacía notar. Y con esa inclusión verbal uno se sentía parte
también y adquiría experiencia. Qué el patín de los frenos, que meter el cable trasero
en ese cilindro de resorte y plástico..."pibe, ponele grasa primero" Es que la
cosa era así con Tatú: el "pibe" siempre en cada frase, las manos encremadas
al litio y la figura encorvada tan descentrada como la rueda de atrás.
Todo un oficio, no te vayas a creer, basado exclusivamente en la confianza... antes, ahora
no dejes de pedir recibo cuando dejás la bicicleta de un día para otro. "Vení
mañana, pibe que los pedales están jodidos". Eso sí que era una cagada, andar
pedaliando y pisando con el fierro solamente, era medio humillante y la bici contra el
cordón no se afirmaba muy bien cuando te parabas a tirarte algunas redondas con (o
contra) alguno que tenía pilas de figus en la mano. Que al final la tapadita llevaba su
tiempo y no era cosa de andar descuidándose para parar la bicicleta a cada rato. Pero si
Tatú dijo que era para mañana, había que aguantarse.
Mientras podías ir viendo como disimuladamente hacías "desaparecer" una de las
tiras de la cortina de plástico, sin que la vieja se diera cuenta, para ponerlas en los
mangos. Já... eso creía yo, si cada vez que entraba una mosca a la ante-cocina ya me la
veía venir. Parecía que las tenía contadas y todo, a las tiras esas. Que lo tiró ché.
No te podías mandar una sin que se diera cuenta.
Má si, me voy a lo de Tatú antes que venga el reto. "te dije mañana
pibe...alcanzame la nueve dieciséis" ¿la queeeeéee???!!!. "está atrás tuyo
pibe"... ahhhh esto... "te salvaste pibe que uno dejó la bici y no la pasó a
buscar más... tomá pibe...yastá". Salvado el hombre, con bici es otra cosa.
Que queres que te diga, puedo acordarme de cada detalle del lugar, la puerta de entrada
con marco redondo, de hierro hueco y el alambre tejido pintado de verde, de ese patio que
hacía las veces de bicicletería, de las paredes ladrillos a la vista (a la fuerza), del
tallercito donde guardaba las herramientas y las bicis (cuando llovía nomás), del
senderito de ladrillos también, que te llevaba a la bañadera debajo del paraiso, donde
probábamos a ver si había pinchaduras, para terminar descubriendo que era el gomín que
estaba podrido. Me acuerdo de la caja de madera plagada de tuercas oxidadas y hasta de la
aparente mufa de Tatú en ese rostro desafeitado que no asustaba a nadie ... lo que no me
acuerdo por más que me abra el coco, lo que mas me rompe, a pesar de tanta imagen vívida
de aquellas andadas en bicicleta, lo que mas me jode... es no recordar si alguna vez le
pagué.
"tiempo que no espera nunca mas
tiempo que se rompe en el cristal...
tiempo, solamente tiempo..." LN
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