Fragmentos
CALILA Y DIMNA
(extraídos de la edición 1980 Librería Hachette)
Dimna y el león
Al día siguiente se dirigió Dimna a la guarida
del león. Este se hallaba rodeado de sus ministros, altos dignatarios y muchos
arribistas. Y como si toda su vida hubiese estado en medio de reyes, entró Dimna, y con
elegancia y mucho respeto saludó a Su Majestad
El león preguntó a un tigre que se hallaba a su lado:
- ¿Quién es ése?
- Es Fulano de Tal, señor.
- ¡ Ah, sí!. Yo conocí a su padre -y dirigiéndose a Dimna le preguntó; -¿Y
tú qué haces a nuestras puertas y dónde actúas?
- Hasta hoy no me he apartado de las puertas de nuestro querido rey, con la
esperanza de recibir de él alguna orden que cumplir, y así servirle personalmente,
porque comprendo ¡oh, señor de las selvas! que en los palacios de los reyes abundan
asuntos de los que tal vez pueda hacerse cargo quien, como yo, nunca ha sido tenido en
cuenta, por cuanto, por modesto que fuere, siempre alguna utilidad ha de prestar. Un palo
tirado en el suelo tiene su utilidad, aunque más no sea que para ahuyentar a los perros.
Al oír el león las palabras discretas de Dimna, quedóse admirado de su
desenvoltura, y creyó que el humilde servidor podía tener algún consejo que darle o
algún proyecto que plantearle, lo que lo determinó a dirigirse a uno de sus ministros
con estas palabras:
- El hombre noble y valeroso no admite ser olvidado, y menos verse en jerarquía
inferior. Su nobleza de corazón puja siempre por brotar y elevarse como la llama de
fuego, que el hombre trata de sofocar.
Cuando Dimna notó que sus palabras surtieron buen efecto y llamaron la atención
en el auditorio, cobró más ánimo y prosiguió su jaculatoria:
-¡ Majestad! Los pueblos acuden a las puertas de sus reyes, con la esperanza de
ser oídos en sus quejas, mas hay una minoría confundida con el grueso del pueblo, que
viene trayendo a sus reyes la cosecha de su sabiduría y de su talento. A esa minoría
selecta le corresponde el axioma que dice: "La realización de una gran obra, más
depende de la calidad que de la cantidad de los que la ejecutan". Y a quien busca las
raíces, no le distraen las hojas, por abundantes que sean. Por lo dicho y por lo que sé,
no debes, ¡oh, señor y dueño de las selvas! desdeñar la valentía ni el talento de los
modestos que no tuvieron la suerte de llegar a ocupar altas dignidades, por cuanto ellos,
por pequeños que fueren, son siempre útiles y necesarios, como la vena que se
extrae del animal muerto para hacer la cuerda del arco que los reyes emplean para sus
guerras y los músicos para sus rabab.
Mientras Dimna hablaba, observaba atentamente el semblante del león. Al ver que la
soltura de su lengua atraía su atención, quiso demostrar entonces al auditorio, que el
rey también sabía valorar a sus súbditos, no tanto por sus tamaños como por su
inteligencia.
Entonces prosiguió:
- El rey sabe que no habrá que confiar dignidades tan sólo a los que se hallan
cerca de él y cuyos padres integran la lista de sus conocidos, ni rechazar a los que no
conoce y se hallan fuera de su palacio. El rey sabe que se debe apreciar a cada súbdito
por lo que vale. Y si es cierto que quien está más cerca del ser es su propio cuerpo,
sin embargo, cuando el cuerpo se enferma, al remedio se le busca desde lejos.
Cuando Dimna hubo finalizado su exposición, el león le dijo que se acercara, y
después de felicitarlo por su clara inteligencia y sabias y mesuradas palabras, se
dirigió a la asamblea y dijo:
- Razón tenía Dimna al decirnos que el rey no debía descuidar ni tener a menos a
sus súbditos menores, por cuanto siempre habrá entre ellos quien, como en el caso de
este filósofo, nos pueda traer un buen consejo. Por ello y por otras razones más, hay
que tener esto presente y utilizar su buen servicio en bien de nuestro reino.
Acto seguido ordenó que se nombrara secretario privado al astuto Dimna.
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