LIBROS Y AUTORES
APOLLINAIRE: TODO EL AMOR

Mony Vibescu, un rumano de holgada familia, sueña con París, sobre todo con las mujeres de París. Biznieto de un 'hospodar' (funcionario administrativo), decide que ese título hereditario es una ridiculez y se halaga, entonces, con el de Príncipe. Libertino redomado, la diferencia de sexos no lo alcanza; pero, harto de su amigo Bandi Fornoski, el vicecónsul de Serbia, se marcha a Francia en el Express-Orient, después de ordenar al notario que liquide sus bienes.
Apenas llegado, una erótica zarabanda lo aguarda en un departamento de la Rué Duphot, con la intervención de Culculine d'Ancône, Alexine Mangetout, un cochero y un vigilante. Dos ladrones se mezclan en la segunda orgía, y uno de ellos muere; el otro, Cornaboeux, pasa al servicio del Príncipe. Ambos viajan luego a Bucarest, detrás de una herencia, la de Fornoski; una actriz notoria y su fámula, que terminan asesinadas —la prensa adjudicará los crímenes a Jack el Destripador—, los entretienen en el coche dormitorio.
Amo y valet van más tarde a San Petersburgo: el general Kuropatkin ha ofrecido a Vibescu un puesto de teniente en los Ejércitos rusos. Las aventuras —previas ciertas ceremonias en casa del general Kodryoff— se trasladan a Port Arthur, donde dos poetas homosexuales y simbolistas regentean un burdel, y a un campamento militar: allí, Vibescu se reúne con Culculine y Alexine, camareras de la cervecería "El cosaco dormido". Por fin, estalla la lucha, el Príncipe cae en manos de los japoneses y es sentenciado a morir bajo los latigazos de once mil soldados. Una tumba de mármol blanco, elevada en territorio de Manchuria, conserva sus restos; una estatua lo memora.
Guillaume Apollinaire escribió esta novela pornográfica, 'Les onze mille verges', en 1906, acuciado por la falta de dinero; redactor de la Guía de Rentistas, un boletín de finanzas, ese sueldo no le bastaba para vivir. Ya antes, en 1901, se había estrenado en el género con Mirely, que le encargó un librero clandestino de la Rué Saint-Roche. Era apenas un ensayo, fruto de sus apremios económicos: los verdaderos intereses de Apollinaire (nacido en Roma, 1880) miraban hacia la poesía, estimulada por los fracasos sentimentales con Linda Molina y Annie Playden. Sin embargo, la literatura galante formó parte de sus aficiones: entre 1908 y 1917 aporta a dos series especializadas ("Los maestros del amor", "El cofre del bibliófilo"), unos 25 volúmenes que incluyen a Sade, Mirabeau, Aretino, Baffo, Nerciat, Cleland y Delgado.
Mirely no lleva nombre de autor ni fecha; 'Les onze mille verges' aparece en 1907 con la firma G. A. (casi simultáneamente con Les mémoires d'un jeune Don Juan, obra del mismo género a la que también respaldan las iniciales de Apollinaire). Hubo una reedición en 1911, y tres limitadísimas tiradas posteriores, un total de 400 ejemplares, en 1930, 1931 y 1932. Desde ese momento, salvo en las Obras Eróticas
Completas (Son tres tomos, de 1934; desdeñan Mirely y agregan los versos de Cortège priapique, Julie ou la Rose, y Le verger des amours), estas novelas no fueron reimpresas, ni siquiera en la gigantesca summa apollinarina que Michel Decaudin organizó hace cinco años para los editores André Balland y Jacques Lecat. Ahora, Régine Deforges, en su colección "L'or du temps", acaba de exhumar 'Les onze mille verges' (París, 1970; 222 páginas, 24,50 francos).
Se lee de un tirón, y los admiradores de Apollinaire descubrirán en ella el humor estrepitoso, a veces grosero, de L'Hérésiarque & Cié. (1910), la imaginación desbordante de sus poemas (Alcools, 1913; Calligrammes, 1918), los sabrosos dislates de Le poete assassiné (1916) o Les mamelles de Tirésias (1918). Acierta Toussaint Médecin-Molinier al señalar que "la principal singularidad del libro es su carácter paródico": quien no lo advierta, quien se mantenga en la superficie, quedará fuera del juego que propone Verges.
El juego consiste, en definitiva, en servirse de un género donde brillaron tantas plumas, para afilar la propia, divertirse y divertir al destinatario. Nada falta aquí: el vampirismo, la pederastía, la necrofilia, la escatomanía, el sadismo; a la manera de una lupa deformante, Apollinaire exagera las tintas de su relato con la fruición de un obsceno y la gracia corrosiva de un caricaturista. No olvida, desde luego, las ironías sociales, y buena parte de Verges debe entenderse desde ese punto de vista: el general Mounine viola y degüella a un adolescente chino y Apollinaire subraya que ésa es una manera de "civilizar la Manchuria".
Florent Fels, al revelar en 1924 la paternidad de esta novela, supuso que en ella alentaba un severo catolicismo, ya que "el pecado encuentra siempre su castigo". Apollinaire, hijo bastardo de una dama polaca y un caballero italiano. había sido bautizado en ese credo: es cierto, en fin, que Vibescu pierde la vida. No obstante, la tesis de Fels parece arriesgada: sería necesario, antes, certificar que Apollinaire juzgaba a su personaje como un pecador. Y nadie ignora que en materia de amor, cualquiera fuese su forma, para este visionario el pecado estribaba en no hacerlo, en no ejercerlo.

LAS DOS GUERRAS
Una excelente prueba son las 220 cartas que durante un año y cuatro meses enviara a Louise de Coligny-Chatillon y que Gallimard difundió a comienzos de este año: Lettres á Lou (1969; 528 páginas, 32 francos -Pierre Cailler, que en 1947 editó los poemas incluidos en esta correspondencia, bajo el título Ombre de mon amour (luego Poémes á Lou), preparó una edición de las cartas, que fue destruida antes de salir a la venta, por razones particulares. Esta de Gallimard, por lo tanto, es la primera edición). Apollinaire conoce a esta aristócrata en Niza, el 27 de setiembre de 1914, y al día siguiente le declara su amor por escrito. Lou, divorciada luego de un matrimonio infeliz, tiene 33 años (iba a morir en 1963); desprejuiciada, voluble, no le disgusta la idea de dominar a ese hombrón apasionado, de convertirlo en su títere. Apollinaire se ha enrolado como voluntario en el Ejército francés; el 6 de diciembre lo incorporan a un regimiento de artillería. Ese sencillo episodio conmueve a Lou, pero si se entrega a Apollinaire unos días más tarde, es para reconquistarlo, para no extraviar el juguete.
El idilio se quiebra el 28 de marzo de 1915; Apollinaire, que sigue unos cursos de oficial, solicita y obtiene un lugar en el frente de batalla. Seguirá dirigiendo sus cartas a Lou hasta enero del 16 (y aun le presta su departamento de París para que ella lo habite con su amigo), dos meses antes de que una esquirla lo hiera en la sien derecha, dos años y medio antes de que sucumba a la gripe española. De tal modo, su correspondencia con Lou, a través de la cual Apollinaire descubre la güera, es la historia de una espera insatisfecha, un nuevo capítulo de aquella admirable Chanson du Mal-Aimé en que cantó su dolor ante el rechazo de Annie.
Textos llameantes, melancólicos, encierran también algunas de las composiciones más brillantes de este excelso poeta.
30/VI/70 • PERISCOPIO Nº 41 • 50

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

Apollinaire según Picasso y Lou
El poeta según Picasso, y Lou