NOVELA
EL CAOS Y LA FORMA
COSMOS, por Witold Gombrowicz; editorial Seix-Barral, Barcelona,
1969; 191 páginas, 9,40 pesos.
|
El mismo Gombrowicz sonreiría ante la paradoja. Él, que tanto
despotricaba contra Borges, abre esta narración con una frase
inspirada en su colega argentino. Dice aquí: "¿Qué es una novela
policíaca? Un intento por organizar el caos. Por eso mi Cosmos, que
me gusta llamar una novela sobre la formación de la realidad, será
una especie de novela policial". En su artículo Sobre Chesterton
sostuvo Borges: "No la explicación de lo inexplicable, sino de lo
confuso, es la tarea que se imponen por lo común los novelistas
policiales".
Ambas definiciones no son inocentes. Por el contrario,
apuntan a un mismo fin: negar toda explicación metafísica. En la
novela de intriga, los personajes se enfrentan a una realidad en la
que cualquier objeto puede resultar decisivo. El sentido se ubica al
fin del camino, no al principio: Cosmos lleva esa actitud hasta el
límite.
Dos amigos se encuentran en el campo. Uno abandonó su casa
peleado con los padres, el otro aprovecha sus vacaciones para huir
de un jefe que lo odia y acosa. Deciden marchar juntos y, en ese
momento, descubren un gorrión ahorcado en una rama. La extravagancia
los detiene; se preguntan por el sentido de ese episodio azaroso que
excede a quienes lo rodean, piedras, árboles, tierra, huellas de
ruedas.
La curiosidad no culmina en ellos; a partir de ese instante,
transformados en "detectives", buscan desentrañar el hallazgo y
arrastran en la empresa a la familia que los hospeda. La casa entera
se les presenta como un aquelarre de signos que los remiten al
gorrión. Sus miradas se vuelcan sobre los otros personajes para
rastrear allí un indicio, el asomo de una pista que los introduzca
en la claridad. Por fin, unos y otros terminan enredados en el
juego; lo azaroso se torna causal, como una telaraña que se renueva
incesantemente y en la que se debaten sus criaturas.
Pero si Cosmos es genial, es porque en ella Gombrowicz logra
unificar las líneas de Ferdydurke y La seducción (sus dos novelas
traducidas al español: 1947 y 1968) y resolver literariamente las
obsesiones que derramó en el Diario Argentino (1968).
"Novela sobre la formación de la realidad", así la califica
su autor y es cierto, sólo que la palabra formación asume en Cosmos
el rostro de un orden aterrador. "Será que la realidad es en esencia
obsesiva —divaga en el prólogo—. Dado que nosotros construimos
nuestros mundos por asociación de fenómenos, no me sorprendería que
en el principio de los tiempos haya habido una asociación gratuita y
repetida que fijara una dirección dentro del caos, instaurando un
orden."
Así sucede con el pájaro colgado que se transforma en el
hecho movilizador y determinante. Acuciados los personajes por una
lógica interna que los obliga a dar cuenta del hallazgo, la realidad
se convierte en una prolongación de aquella lógica. La totalidad se
repliega y fragmenta. En Cosmos, lo real es despliegue, cantidad,
superabundancia y toda idea de sentido, entraña un corte, una
impostura. "¿Qué buscaba yo? ¿Qué cosa? ¿Un tono básico? ¿Una
melodía conductora, un eje alrededor del cual pudiera yo reconstruir
y ordenar las cosas que había vivido en ese sitio? Pero la
distracción no sólo mía, sino también la que me llegaba de afuera,
de la multiplicidad y abundancia de la trama, me impedía
concentrarme en cualquier cosa; un detalle me apartaba de otro, todo
era igualmente nimio e importante, me acercaba a las cosas y me
alejaba de ellas."
Es entonces cuando el mundo desbordado se vuelve biombo. No
queda sino una salida para huir de la niebla: apelar a la "Forma",
otorgarle un sentido. El acto fortuito deviene aglutinador, acorrala
a sus personajes, los obliga a crear más y más significados; todo
nuevo hecho será relacionado con el primero, cobrará vida en tanto
participe de ese ritmo que impide caer en el desorden una vez más.
Así es como se forma una realidad; pero en el arco de estas
arbitrariedades queda en suspenso la otra, aquella que remeda al
caos original, su violenta y amorfa belleza. Por eso Cosmos es
también una prueba trágica: cualquier acto que nace es imposible de
ser captado en su fluidez primera. Todo está condenado a la "Forma",
y cada sentido arrastra consigo el gesto de una pérdida, un
desesperado anhelo de totalidad siempre asesinado.
Gombrowicz comenzó a escribir Cosmos en la Argentina; en
enero y febrero de 1963 se encontraba en Uruguay dándole los toques
finales, peleando contra un desenlace "que se negaba a revelarse".
Terminada en Europa, la novela ganó el Prix International de
Litterature de 1967, dos años antes de que su autor muriera en
Vence, Francia, en el momento en que empezaba a ser reconocido.
N. J. S. |
|
|