Paco Urondo


Dejen vivir 
mi edad que no pasará la vida en
vano, encerrado 
como una monja, como un 
impostor. Dejen volar —no les perdono, 
bajo ningún pretexto que no sepan volar—, 
no sepulten el grito crecido 
entre los titubeos chirriantes del rey Jorge 
y los alaridos fantasmas de la cureña 
que arrastra indefinidamente 
los restos del general
en pena

La vaciedad de la vida

Mario Benedetti

La muerte y otras sorpresas — Cuando nació Benedetti (en Paso de los Toros, 1920), todos los montevideanos eran oriundos del interior uruguayo. Uno de los cuentos de este libro —"Cinco años de vida"— aclara que la costumbre se ha invertido: "Ahora no, cosa rara, nacen en Montevideo". Es la defunción del estado rural, el paso hacia un europeísmo decrépito, imitativo, y la muerte a manos de ese curare inmovilizador que se llama burocracia (o democracia), lo que Benedetti trata de exhibir en esta colección de 19 cuentos, la mejor que haya reunido desde 'Montevideanos'.
Como en esa obra, los personajes son aquí penosos burgueses que nacen con la esperanza del empleo público y la predestinación de elegir entre el partido Blanco o el Colorado, entre Peñarol o Nacional. Si las narraciones de Benedetti están sostenidas por una incansable tensión crítica, por un amoroso desdén hacia todas las formas de la trivialidad y la rutina, es justamente porque el autor incurrió, hace dos décadas, en un desacato memorable, que acabó por marcar su obra entera. Poco después de los 20 años llegó a la capital, desde su aldea, y logró que lo emplearan en una oficina del Estado; al poco tiempo renunció. Esa rebeldía lujosa, que dejó estupefactos a sus cofrades burocráticos, es la matriz de La muerte: a partir de ella, Benedetti pudo trazar con encono (y, a la vez, con amor) una vasta metáfora de la ruma nacional, del desastre inminente, de la vida desperdiciada.
Pero respecto de Montevideanos y de sus novelas La tregua (1963) y Gracias por el fuego (1965), los relatos de La muerte señalan además una transición: del realismo entonado en clave menor al descubrimiento de un mundo que está del otro lado de los sentidos. Tres de los mejores cuentos del libro se abren en esa dirección: "Los bomberos" es la historia de un as del presentimiento, que vaticina —feliz— ante los amigos el incendio de su propia casa; "Miss Amnesia" describe dos conatos sucesivos de violación en una misma plaza y un mismo departamento; "Acaso irreparable" refiere la demora de un avión de las Líneas Centroamericanas, durante días y meses, en un aeropuerto europeo. Quizás el remate sea ingenuo, desproporcionado con la riqueza del planteo, pero son los datos intermedios los que inoculan al cuento cierta fascinación eléctrica; poco a poco, el protagonista percibe que los letreros en tres idiomas, sortie, arrivals, ausgang, van transformándose en "algo así como su hogar" y que las fechas descabelladas que señala el almanaque sólo merecen su apatía y su desdén.
La lucidez de estas historias fronterizas impregna también los dos grandes relatos políticos del libro: "Ganas de embromar", vivisección de un pleito entre hermanos, y "El cambiazo", donde un baladista popular y un Jefe de Policía libran una batalla subterránea, casi cómica, que desemboca en tragedia colectiva. Sin embargo, son las intimidades mediocres, los sentimientos grises, las exploraciones de vidas sin melladuras ni aristas, las que acaparan las mejores páginas de Benedetti: "La muerte", el primer cuento del libro, describe las últimas horas de un enfermo, con una intensidad que recuerda al "Iván Illitch" de Tolstoi; "Datos para el viudo" (que Galerna publicó en volumen aparte, hace ocho meses) explora los desentendimientos de un matrimonio después de la muerte de la esposa; "La noche de los feos", un texto de admirable prolijidad psicológica, reseña con palabras parcas y hasta tediosas el encuentro de dos criaturas horribles y la asunción de sus fealdades como un milagro, una señal de felicidad; "La expresión", en fin, una deliciosa aria breve compuesta según los mejores cánones de Felisberto Hernández, examina la decadencia del pianista Milton Estomba, que por perfeccionar su mímica acaba olvidando su técnica de ejecutante.
Pero es el último relato del libro, "Cinco años de vida", el que resume como ningún otro el viraje de Benedetti hacia el otro lado de los espejos; un uruguayo y una argentina, becados en París, quedan atrapados una noche en la estación Bonne Nouvelle del métro. Hablan, se cuentan sus vidas, y a la madrugada deciden unirse para siempre. Pero el salto hacia la realidad es también la aceptación de la rutina, del deterioro, de la muerte: hay una página de distancia apenas entre la felicidad y la agonía, media docena de palabras entre "el enamoramiento invasor" de los dos personajes y la certidumbre del desastre.
Libro menor, apagado, casi insulso (como todos los del autor), 'La muerte y otras sorpresas' importa, sin embargo, porque incorpora a la literatura de América latina una dimensión en la que nadie (salvo tal vez otro uruguayo, Onetti) había acertado por completo hasta ahora: la de los actos mediocres y tediosos como una forma de las bellas artes (Siglo XXI, 1968; 132 páginas, 700 pesos).
10 de diciembre de 1968
PRIMERA PLANA

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

Paco Urondo
Paco Urondo 1968

Mario Benedetti
Mario Benedetti