Segunda edición para "Cabecita Negra"
un revelador de negativos

Se llama Germán Rozenmacher, tiene 27 años y todavía estudia letras. Cantó en un coro, fue periodista, pero antes tuvo que aprender tipografía como obrero linotipista. A los 18 años se enamoró de una máquina de escribir y desde entonces no dejó de usarla.
Al comenzar 1963, Rozenmacher editó "Cabecita Negra", un libro de seis cuentos. Y aunque el verano resulta muy frío para vender libros, el suyo tuvo éxito. Un éxito doble: de crítica —los columnistas de diarios exaltaron el estilo— y de venta. Esta vez los dos fenómenos marcharon al mismo paso.
Pero como un éxito no supone ingresos para el autor, al menos en la Argentina, Rozenmacher navegó en la iliquidez clásica hasta que el eco llamó a su puerta. El representante de una agencia de Alemania Occidental pidió autorización para traducir parte de la obra que será posiblemente publicada en Europa, y un nuevo editor argentino ofreció la segunda edición de "Cabecita Negra". De los dos hechos, éste es el más importante. Jorge Álvarez, un fanático librero de 30 años, que intenta recrear el clima de la lectura y hacer verdad aquello de que "el libro debe ser un artículo de primera necesidad", incluyó el de Rozenmacher en los planes de la editorial que acaba de constituir. (Después de "Cabecita Negra", se editará el primer ensayo de David Viñas: "Literatura y realidad política argentina en el siglo veinte" —cuatro tomos—.)
De los seis cuentos, "El gato dorado" ha sido el preferido de la crítica. Es un cuento judío escrito por un judío con ánimo crítico. En la forma, es algo así como la "transposición de Chagall a términos de literatura", y como tema es la pintura de la decadencia de un modo de vida de judíos europeos no arraigados en la Argentina; gente que vive en el pasado y que, el autor cree, están fatalmente condenados a desaparecer. Rozenmacher, sin embargo, prefiere "Raíces", una novela corta que describe un pueblo de frontera (Tartagal), construido por bolicheros inmigrantes también desarraigados, ocupados sólo en acumular dinero. "Raíces" es la historia del hijo de un par de bolicheros que finalmente rompe el "mundo" de valores de sus padres para intentar arraigarse. También, es un poco la historia del propio Rozenmacher.
Él aspira a "redescubrir la realidad partiendo de cero" y trata de hacer, en el marco de sus posibilidades, aquello que Payró hizo con "Pago Chico". Para Rozenmacher, el escritor del siglo veinte sólo puede dar certeza de lo experimentado. Con seis de sus palabras: "Dar fe de lo que vemos". Esa es su nueva óptica. Hasta ahora, Rozenmacher había recibido muchos premios para alguien que tiene 27 años: entre ellos, Primer Premio en el Concurso de Cuentos organizado por CEM, entidad estudiantil (agosto de 1962) y Primer Premio compartido en el Segundo Concurso de Cuentistas Americanos (noviembre de 1962).
Con "Cabecita Negra", cuento que da nombre al libro, Rozenmacher logró revelar un negativo de gran actualidad: toda seguridad es frágil, cualquier cosa puede ocurrir.
Revista Primera Plana
09.04.1963

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

Germán Rozenmacher