DOCUMENTOS Historia de una
conciencia
En 1920 comienzan para
Estados Unidos los siete años más sombríos de su
historia en este siglo. Dos trabajadores
italianos, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, son
detenidos y procesados en base a suposiciones.
Hasta 1927, cuando son muertos en la silla
eléctrica, estos prisioneros del régimen trazarán
un martirologio que es, a la vez, un doble
símbolo: Sacco alcanza los límites de la locura,
Vanzetti logra sobrellevar con coraje los largos
años de espera. El cautiverio es, para el primero,
una premonición de la muerte. Para el segundo, un
tiempo de combate, o sea el nacimiento de una
conciencia. Las Cartas de Bartolomeo Vanzetti,
contenidas en este volumen, prosiguen la gran
aventura espiritual documentada en sus mensajes
públicos. Estas epístolas familiares, enviadas a
su hermana o alguna ocasional amiga, no quiebran
la línea de sus otros escritos. Íntimos,
desgarrados, sus papeles de la prisión parecen
crecer en lucidez hasta erigir su autodefensa.
A través de las cartas de Vanzetti, el
sometimiento de la clase obrera en la sociedad
capitalista, pronto se convierte en una actitud
revolucionaria.
YA NO LO COMPRENDO. El
valioso texto que encabeza el libro —Una vida
proletaria— es la autobiografía del Vanzetti de
los comienzos, es decir de los años que llegan
hasta su detención, donde confiesa que su
socialismo está algo contagiado del Corazón de
Edmundo de Amicis. "Anónima en la multitud
anónima" denomina a su vida y relata los años
iniciales, pasados con su familia. En 1907, el
adolescente nostálgico enferma y su padre lo trae
de regreso a casa. Asiste a la muerte de la madre.
Ambos, de un modo distinto, lo han de marcar para
siempre. La madre, con su desaparición. El padre,
al dejar de comprender al hijo anarquista, ateo, a
quien terminará por no escribirle más. En 1908
emigra a USA. Sobreviene un dilatado período de
peregrinajes en busca de trabajo o algo que se le
parezca. Luego de haber recibido ayuda de la gente
más pobre, paradójicamente, exclama esta suerte de
síntesis de su credo: "Hay grandes corazones entre
la gentuza. ¿Verdad, fariseos?". Cuando
reencuentra a su amigo Sacco todo, estilo y vida,
asume un ritmo más veloz. El 5 de mayo los
arrestan, los dos portan armas. En el caso de
Vanzetti un armamento harto patético resulta
peligroso para la policía: un revólver calibre 38
y unos pocos cartuchos de caza. Este Bartolomeo
es ya un desconocido para su padre. En una carta
de 1902, Vanzetti les dice: "Estamos en el día de
la Navidad, día que recuerda la llegada de la
verdadera luz, del Niño Celestial, iluminar el
mundo, para salvarlo de la noche, para salvarlo
con sacrificio". Pero el hijo que afirma "el
comunismo constituye la forma más humana de
contrato social", se transforma en un vástago
intraducible. Sin embargo, se seguirá carteando
con las dos hermanas, con esa Luigia que ama tanto
y que soportará el parcial saqueo de las hordas
fascistas en la casa paterna de Villafalleto.
NO SE AVERGÜENCEN DE MI. Una constante recorre
las cartas de Bartolomeo Vanzetti: "¡Coraje,
coraje, coraje! Este proviene de la fuerza, y la
fuerza del universo: no lo olviden". Sacco recibe
este consejo, también sus hermanas. El mismo se
lo dirige en los siete años de encierro. Jamás
cede ante la violencia de arriba. Los
adversarios son realmente serios. El juez Webster
Thayer se esfuerza en superar, en crueldad, al
procurador del Distrito, Frederik Katzmann. En un
envío de enero de 1927, meses antes del
cumplimiento de la condena de muerte, Vanzetti
dice a los hermanos: "Corazón fuerte y mente
serena; firmes e imperturbables". Y desarrolla una
estoica manera de hacer jugar lo individual con lo
colectivo: "Pensar en forma pesimista y actuar
para prevenirse, disminuir el posible mal y
prepararse para él es sabiduría; pero
psicológicamente, debemos ser optimistas". Lo
va a ser hasta el fin. El apoyo que recibe de
hombres como André Gide, Romain Rolland o el
sobrino del poeta Longfellow lo estimulan y cada
vez lo desnudan de todo privilegio que no sea el
de su inocencia. Las cartas son análogas a su
destino: el perpetuo nacimiento de una conciencia.
M. A. B. (Nota: probablemente Miguel Ángel Bustos,
redactor de la revista) PANORAMA, MAYO 11, 1972
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No lloren mi muerte, las cartas de
Bartolomeo Vanzetti. Granica Editor, Buenos Aires,
1972, 223 páginas.
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