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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

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LOS ASESINOS ESTAN ENTRE NOSOTROS
Veinte años después de la derrota los crímenes nazis preocupan
a la conciencia del pueblo alemán

(Revista Panorama 1965)

El crimen como sistema de gobierno convirtió a la maquinaria de un Estado en una fábrica de asesinatos

El espía ya había sido identificado, la cuestión era sacárselo de encima...
Corría el año 1939 en Bydgosz, Polonia. Después de tomar la decisión, el grupo nazi clandestino del pueblo buscó la mejor forma de acabar con el "traidor". La ejecución se realizaría de tal forma que cada uno habría de sentirse inocente de la sangre vertida y que ninguna autoridad futura podría jamás descubrir a los culpables. Así actuaron los nazis de bydgosz. Un grupo de ellos se apoderó de la víctima y la condujo hasta un bosque cercano donde la tendieron sobre el suelo, atada. Uno tras otro, vociferando y cantando, golpearon a aquel hombre hasta que lanzó el último suspiro. Después se dispersaron, con la conciencia tranquila. En el bosque quedaba un hombre asesinado. ¿Pero quién podría determinar por qué mano? En el tranquilo bosque de Bydgosz había ocurrido un crimen, pero no había ningún asesino. Quien quiera comprender algo de la macabra liturgia hitleriana debería conservar en la memoria este episodio. Visto en perspectiva adquiere el carácter de un símbolo. La responsabilidad de cada cómplice fue de tal forma diluida, dividida y desmenuzada, que la mayoría de los asesinos ha podido escapar a la justicia y aun desafiarla insolentemente.
Se ha juzgado a alrededor de 12.000 individuos; 600 expedientes judiciales están en trámite. Pero en la oficina central de investigación de crímenes hitlerianos de Ludwigsburg, Alemania Occidental, más de 100.000 legajos de criminales de guerra no se han movido nunca de los archivos, y es posible que no se muevan nunca. tal es la cruda verdad.
La opinión pública mundial recuerda generalmente el nombre de los grandes responsables. Hace ya tiempo que Hitler, Goering, Goebbels e Himmler han desaparecido de la escena. Eichmann, apresado en nuestro páis, fue ejecutado en Israel el 31 de mayo de 1962. Martin Bormann, el lugarteniente de Hitler, y Heinrich Muller, segundo de Eichmann, fueron dados por muertos durante la caída de Berlín. El famoso doctor Mengele, el "Angel de la Muerte" de Auschwitz, que con un movimiento del dedo enviaba a los débiles y a los ancianos a las cámaras de gas y reservaba los mejores ejemplares humanos para sus macabras "experiencias científicas", se encuentra oculto en algún lugar de América del Sur; como no ha sido nunca condenado, sigue conservando su participación junto con su hermano en la fágrica de máquinas agrícolas de Alemania, "Mengele e Hijos".
Otro de los asesinos, el Dr. Horst Schumann, que se especializaba en esterilizar a los internados de Auschwitz, se encuentra oficialmente en Ghana; allí finge cumplir el papel de un segundo Dr. Schweitzer. Es inútil pedir su extradición, quienes lo protegen están muy arriba. algunos, sin embargo, no tienen la misma buena suerte. El SS Albert Cukurs (32.000 muertes en su activo) encontró la suya en un chalet de las afueras de Montevideo, después de una impunidad de veinte años en Brasil.
Pero además de esta lista de muertos, desaparecidos y fugitivos, interesan los otros, esa masa de delincuentes anónimos que se dicen inocentes, como los nazis de Bydgosz. Ellos no han matado nunca. No son culpables. Sus manos están limpias. He aquí la historia de 10 millones de crímenes sin culpables.

MATAR PARA EL BIEN DE LA RAZA

Primavera de 1939. Adolfo Hitler recibe una carta de un tal Knauer, de Leipzig. Este es un miembro del partido y tiene un hijo de nueve semanas que ha nacido ciego y contrahecho. El padre solicita al Fuhrer autorizacion para matar a su hijo por el bien de la raza... Hitler envía a su médico personal, el Dr. Karl Brandt.
Brandt examina a la criatura y da la orden de "liquidarla" a un pediatra de la Universidad de Halle, el Dr. Werner CAtel (este afirma que se negó a cumplirla). De un modo u otro, el pequeño Karl Knauer, muere. Fue el primer asesinato "administrativo" del Reich hitleriano.
Aquel día comenzaba un proceso irreversible. en octubre de 1939 Hitler firma un decreto reservado. En él autoriza a Brandt y al Reichsleiter Bouhler para extender el programa de eutanasia a todos los casos que se consideren incurables. Faltaba metodizar la orden, fabricar un instrumento que pudiese terminar con un cierto número de personas al mismo tiempo. El gabinete personal del Fuhrer consultó al Instituto de Técnica Criminal que aconsejó el gas.
De acuerdo con los antecedentes del procurador de Francfort, un tal Widemann asegura que el autor -el inmortal autor- de la idea de asesinar gran cantidad de personas mediante gas introducido en recintos herméticamente cerrados, sería el general de policía Paul Werner (en libertad, alto funcionario de Wurtemberg). De todos modos, el primer ensayo tuvo lugar en noviembre de 1939 en la prisión de Bradeburgo. Se realizó con cinco polacos que fueron asfixiados mediante óxido de carbono. Uno de los miembros de aquella comisión de ensao era el doctor en química August Becker (en libertad). El ensayo tuvo franco éxito. Sin perder un instante, un equipo de médicos inspectores se pone en marcha, recorre los asilos y los hospitales, selecciona a los enfermos y los envía a alguna de las seis cámaras de gas disponibles por el momento en Alemania. Después de la muerte, la familia recibe un simple afiso de deunción (apendicitis o ataque cardíaco), una urna con las cenizas y la factura de las pompas fúnebres. Entre los que intervinieron en estos procedimientos; el ya mencionado doctor Catel (en libertad, en Kiel) y el doctor Wentzler (en libertad, en Hannover-Schmunden). Para disfrazar la operación se le dio un nombre en código; T4. Hitler quería guardar el secreto. Hubo además una reunión de todos los fiscales y jueces superiores de Alemania en el Ministerio de Justicia. Estos magistrados fueron informados de la decisión del Fuhrer. Se les aconsejó que si los particulares se quejaban, se les respondiera simplemente: "¡Orden secreta del Fuhrer!". Ninguno de estos fiscales, ninguan de estas altas conciencias protestó. Ninguno fue jamás inculpado.
Alrededor de 100.000 alemanes fueron gaseados entre octubre de 1939 y el otroño de 1941 cuando Hitler decidió suspender la operación T4. El crimen fue momentáneamente detenido. En agosto de 1941, von Galen, obispo de Munster, condenó desde su púlpito la eutanasia nazi. Pío XII apoyó la protesta del sacerdote alemán y el Fuhrer debió dar marcha atrás. Todo el episodio estuvo acompañado por un hecho casi incríble. Kurt Gerstein, un químico alemán que había perdido a uno de sus parientes en la cámara de gas, decidió incorporarse a los SS para comprobar la veracidad de los hechos. Así pudo visitar el campo de exterminio de Belzec. Espantado por el espectáculo, trató de ponerse en contacto con las embajadas y con la nunciatura en Berlín. fue en vano. Ningún gobierno, ninguna personalidad internacional, volvió a alzar su voz públicamente contra esos crímenes. Gerstein, el heroico "enviado especial en el infierno", una de las pocas figuras intrépidas de la resistencia alemana, murió misteriosamente en 1945 en la prisión de la Santé, en París.

¿QUIEN ES EL CULPABLE?

En ete estadio todavía primitivo de la muerte organizada se puede percibir ya la puesta en práctica del "principio de Bydgosz": la división de la responsabilidad. Hitler da la orden secreta de matar a todos los enfermos incurables; los médicos seleccionan; otros experimentan el gas; los enfermeros preparan a las víctimas para el último viaje. Nada más. Ninguno de ellos ha matado ni ha visto matar jamás. Los industriales fabrican las cámaras de gas dentro de la más completa inocencia;¡es una orden!, ¡una orden! Los SS ponen en marcha los motores de las cámaras. Y por último los fiscales y los jueces que reciben las quejas de los familiares de las vícitmas solo responden: "¡Orden del Fuhrer!". Entonces, ¿quién es el culpable?.
Pero el "principio de Bydgosz" no iba a ser aprovechado solamente para justificar la muerte de algunos millares de alemanes enfermos o deficientes; su utilidad encajaba perfectamente dentro de planes más ambiciosos. La ocupación de Polonia había dado a los nazis el poder de vida o muerte sobre varios millones de polacos, judíos y otros elementos indeseables que era imprescindible ralear. La "Operación Barbarroja", la invasión a la URSS, estaba por comenzar. Los expertos del gabinete del Fuhrer opinaban que era necesario acabar con 20 millones de rusos para poder extender el dominio alemán sobre las tierras eslavas. La técnica del siglo XX se ponía al servicio del vijo sueño de los Caballeros Teutónicos.
En esa epoca solo se disponía de cámaras de gas de óxido de carbono instaladas en los campos de concentración de Belzec, Treblincka, Sobidor y Chelmno. se disponía también de un equipo de camiones de caja cerrada en cuyo interior se introducían los escapes del motor para provocar la asfixia de las víctimas encerradas. Con estos medios rudimentarios fue posible sin embargo acabar con dos millones de judíos. '(A este baño de sangre, los SS habían dado el irónico nombre de Acción Católica, pues el cuartel general de la operación había ocupado el viejo edificio de aquella institución en Lublín).
También se echaba mano a los fusilamientos al borde de grandes fosas colectivas.

De los tres mil verdugos de Auschwitz solo veintiuno ocupan el banquillo de los acusados ante la justicia

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Durante los meses de febrero y marzo de 1965 el parlamento de Alemania Federal se vio envuelto en uno de los debates que comprometían más intimamente sus fundamentos morales y políticos. Los legisladores postergaron el plazo de prescripción de los crímenes de guerra hasta 1969, enfrentando el problema del pasado alemán, que aún proyecta sus sombras sobre las nuevas generaciones

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Los reos principales de los crímenes de guerra fueron juzgados en Nuremberg al finalizar la segunda guerra mundial por un tribunal internacional. Pero muchos responsables de la abyección y la destrucción material de millones de seres humanos permanecen en la impunidad por la dificultad que existe en encuadrar sus delitos dentro de los códigos penales de los países civilizados

Se destinó a tres mil verdugos con este fin. Hasta 1958 se había sometido a juicio solamente a 64. Si se viaja a Berlín Oeste es posible encontrarse con algunos de ellos por las calles: 29 trabajan en la policía de la ciudad.

ASESINATO S.A.

Fue en setiembre de 1941 cuando con la aparición del gas ziklon B, el campo de Auschwitz entró en la historia con dimensión trágica. Desde entonces el III Reich se transformó en el espantoso mecanismo que el fiscal general norteamericano en Nuremberg, Robert Kempner, denominó Murder Incorporated (Asesinato S.A.).
El ziklon B es un insecticida corriente, vendido y comercializado por la firma Degesch de Francfort. Junto con toras fábricas, Degesch facilitó a Auschwitz y a Maidanek los medios para destruir a millones de infelices. La firma Degesch existe aún con el mismo nombre en Francfort y su catálogo comprende todavía los insecticidas.
Las cámaras de gas y los hornos crematorios (capaces de eliminar 9.000 personas por día) fueron construídos por la firma "Topf e hijos" que reside como hace 25 años en Weisbaden. La empresa recibió en 1952 una nueva licencia oficial por sus métodos revolucionarios de cremación. Uno de los Topf, retirado de los negocios en 1959, es un violinista distinguido. En muchos conciertos mundanos su arco sutil vibrará con las mismas melodías que muchos músicos masacrados en los hornos fabricados por su empresa ejecutaron en tiempos mejores.
En Auschwitz existía una fábrica de caucho sintético montada por la I.G. FARBEN que alquilaba deportrados a la SS (tres marcos cincuenta por esclavo). Los técnicos encargados por la I.G. Farben para velar por sus intereses en Auschwitz eran personas distinguidas como el ingeniero Faust, el doctor Eisfeld y el director Ambros, que elogiaba la "organización impecable del campo de concentración". Todos gozan, naturalmente, de libertad.
Los cabellos de las mujeres exterminadas eran almacenados y expedidos a la firma Zink, fabricante de tapices y alfombras. Aunque con distinto material, Zink sigue fabricándolas en las cercanías de Nuremberg. En cuanto a los huesos, eran triturados y las cenizas se usaban como abono. Cerca de Auschwitz existía un criadero de carpas alimentadas con aquellos restos humanos. Muchas veces, el comandante de Auschwitz, Rudolf Hess, comió de esas carpas y agasajó a sus invitados con manjares tan delicados.
Pero nadie era responsable, nadie debía cargar con la culpa. Nadie había dado el golpe de gracia. Solo habían cargado a las víctiams en los vagones, o las habían arreado hasta las cámaras de gas. Solo unos pocos individuos inasibles parecían haber disparado sus fusiles o lanzado las sales de ziklon B.
Además la justicia está trabada por la prudente destrucción de documentos y otras pruebas realizada por los nazis al terminar la guerra. Y si casi por casualidad se consigue encuadrar a un hombre en la figura de asesinato que contempla el Código Penal, el acusado se escuda detrás de una excusa genial: la Befehlnotstand o deber de obediencia. Eichmann mismo no vaciló en utilizarla. Al declarar ante sus jueces explicó: "Mi culpabilidad reside en mi obediencia, que debe considerarse una virtud... Yo soy la víctima..."

LA OBEDIENCIA Y EL OLVIDO

En un artículo reciente, Arthur Miller explica como el alemán de hoy en día, aunque se siente asqueado por los crímenes de la SS , se resiste a condenarlos "porque -escribe- una parte de su alma está prisionera como la de los acusados en la convicción de que el hombre se honra y beneficia en la obediencia absoluta."
Auizás esa es la raíz del mal. La historia demuestra que en Alemania se ha favorecido desde hace generaciones el culto de la autoridad -Obrig keit- como una segunda naturaleza individual capaz de destruir toda capacidad pensante. Y es por eso que las doctrinas nacionalistas y racistas adquirieron una entidad tan terrible durante el III Reich. Tanto es así, que la rebelión de los generales alemanes en julio de 1944 es un hecho que todavía hoy prefiere no mencionarse en Alemania.
El 25 de marzo pasado, el Bundestag de Alemania Federal postergó hasta el 1º de enero de 1970 el plazo de prescripción para los crímenes de guerra. De acuerdo con la ley, después del 8 de mayo, vigésimo aniversario de la terminación del conflicto, todos los sospechosos quedarían definitivamente libres de toda persecución. La cámara baja del parlamento alemán aprobó la ampliación del plazo de prescripción 344 votos a favor, 96 en contra y 20 abstenciones. Según una encuesta nacional el 70 por ciento de los alemanes occidnetales no coinciden con la decisión de sus legisladores. Prefieren olvidar y, en muchos casos consideran a muchos de esos asesinos como honrados soldados que, por supuesto, obedecieron órdenes". Cuando en 1955, un tren con ex prisioneros de guerra, entre los que figuraban numerosos SS fue devuelto por los soviéticos a Alemania, se les dio un verdadero recibimiento triunfal. Un ministro de gobierno estaba en la estación ferroviaria para recibirlos (valga recordar que ese ministro, M. Oberlander, era un "nazi bien teñido" que debió renunciar al descubrirse su filiación). Entre estos "niños prodigios"figuraba el ex general SS que en 1941 transmitió personalmente a los comandos de exterminio la orden de fusilar a todos los comisarios políticos, oficiales y judíos capturados en Rusia.

EL ASESINO DESAPARECE

Veinte años después de sus crímenes, 21 verdugos SS del campo de Auschwitz han sido sometidos a juicio en Francfort. Son personas respetables, rentistas, jubilados, profesionales. Correctamente sentados en el estrado de los acusados, no tiemblan, no se inmutan frente al testimonio de sangre y horror que surge de los interminables testimonios. En realidad son los testigos los que tiemblan al cruzar la mirada nuevamente con sus viejos cancerberos. Estos están tranquilos; después de todo, en Alemania no existe la pena de muerte.
En Munich, veinte ex enfermeras de la clínica de Oberwarde, donde tenían lugar las "muertes piadosas", debieron enfrentar al tribunal. Era un conjunto patético de viejas señoras llorosas e indignadas, que se sentían injustamente fuera del lugar en aquel sitio. Ellas también "cumplían órdenes" y, además, trataban a sus pacientes con mucha delicadeza...
Veintiún SS de Auschwitz (sobre tres mil) en Francfort. Catorce enfermeras (sobre centenares que componían el cuerpo médico) en Munich. Evidentemente la balanza de la justicia está falseada. con el correr de los años muchos de ellos cortarán el pasto de sus jardines, cobrarán sus rentas beberán en compañía de sus amigos.
El 19 de abril de 1945, los sobrevivientes del campo de concentracion de Buchenwald se reunieron por última vez en la Appelplatz del campo. Era la última vez que se veían. Al día siguiente cada uno regresaría a su patria. Entonces pronunciaron un juramento: 51.000 de los nuestros han muerto... Todos nosotros, los de Buchenwald, hemos soportado la misma lucha dura e implacable. Juramos ante el mundo entero que no abandonaremos esa lucha hasta que el último de los responsables sea condenado ante el tribunal de todas las naciones. Nuestro ideal es la construcción de un mundo nuevo de paz y libertad."
En Buchenwald, la Appelplatz desierta, poblada solo por viento y sombras, está preparada para un nuevo juramento.

Pierre Joffroy