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Marzo, en Vietnam, es el fin de la estación seca. Comienza la primavera y el tiempo se
hace dulce. Los grandes calores del período de las lluvias no han empezado todavía. A
veces, las noches son frescas y se soportan fácilmente los vestidos de lana. Durante el
día, el cielo es uniformemente gris. Si el crachin (una lluvia fina, casi
impalpable que, en esta época del año, cae durante varios días consecutivos) no se hace
presente, el paisaje vietnamita se aclara con una luminosidad particular, surgida de una
especie de claridad interior que anula los relieves pero acentúa cada detalle.
Hanoi no es una gran ciudad. Los colonialistas franceses nunca se sintieron inclinados a
invertir en construcciones inmobiliarias. De su paso por Vietnam, sin embargo, se
conservan algunos edificios: el ex Banco de Indochina, hoy Palacio gubernamental, unos
pocos hoteles (Reunificatíon, ex Metropole) donde se alojan los visitantes extranjeros.
Pero Hanoi es, sobre todo, la capital de un país en guerra desde hace 30 años. Apenas
proclamada la república, en setiembre de 1945, fue necesario reemprender las hostilidades
contra los colonialistas franceses, durante nueve años. En 1954, después de los Acuerdos
de Ginebra, la República Democrática de Vietnam fue amputada de la parte sur de su
territorio. Dieciocho años más tarde, es la misma guerra que continúa contra un enemigo
más potente, más encarnizado; el imperialismo americano.
Hanoi es la imagen del pajs del que es capital. No es una vitrina para turistas en busca
de lo exótico, o una exposición mentirosa de realizaciones que no sobrepasan el cuadro
de la metrópoli. Hanoi es casi el campo, con el encanto de sus inmensos parques floridos,
de sus árboles, de sus lagos, los tesoros de sus templos y sus pagodas. Es una ciudad
apacible donde el espíritu reposa, donde el tiempo retoma una dimensión humana. Pocos
automóviles, pero millares de bicicletas que, en las horas de mayor afluencia, lanzan
sobre las calles una verdadera marea.
Los vietnamitas se sienten más cómodos sobre sus bicicletas que nosotros sobfe nuestros
autobuses. A veces el hombre conduce, y su joven mujer, sentada en el portaequipaje, lleva
un bebé en los brazos. Muchas bicicletas están provistas de cajas cerradas, donde los
niños pueden viajar seguros. Sentada tras el conductor, a menudo una mujer lee, y hasta
teje. Cada una tiene su chapa identificatoria y lugares reservados para estacionar. Un
consejo a los peatones: si ustedes circulan a pie en las calles de Hanoi, no intenten
evitar a las bicicletas porque se arriesgan a sufrir un accidente. Ignórenlas, déjense
rodear por ellas y no sucederá nada.
Vietnam del Norte fabrica bicicletas, y también las importa desde China y Checoslovaquia;
estas últimas son famosas por su calidad, pero siguen siendo un artículo relativamente
caro: 600 dong (un dólar equivale a un dong), es decir, 10 veces el total del salario
mensual más bajo.
En el mercado Dong Son (que pertenece al Estado) las legumbres son hermosas, abundantes y
baratas. Un kilo de coliflores vale 0,06 dong. La carne vale, término medio, tres dong el
kilo. El arroz, alimento básico, 40 centavos de dong el kilo. Desde 1957 existe
racionamiento para ciertos productos imprescindibles: arroz, carne, materias grasas,
azúcar. Más que un racionamiento se trata de una repartición justiciera de productos
alimentarios. Así, el obrero (hombre o mujer) recibe de 24 a 27 kilos de arroz por mes.
Los estudiantes, 21; los cuadros, 16. Los niños de menos de nueve años reciben 10 kilos;
y los mayores, 13. Las mujeres encintas tienen derecho a dos kilos suplementarios de
arroz.
Las cantidades son suficientes. Para otros productos (la carne, por ejemplo) se puede
completar la ración comprando en el "mercado libre", donde los precios son un
poco más elevados, pero accesibles, porque el poder de compra es suficiente. Allí pueden
comprarse pollos, mariscos, pescados y legumbres.
Todo el mundo satisface su hambre en Vietnam del Norte, y la situación es mejor en el
campo, donde los campesinos de las cooperativas cultivan, junto a las tierras de la
colectividad, sus propios jardines-chacras y crían pollos y cerdos para su consumo. Todos
están decentemente vestidos, por cierto que sin lujo, pero sin diferencias ofensivas. Los
dirigentes del gobierno, no se distinguen en ese sentido del resto de la gente.
Dos elementos permiten valorar el nivel de vida y la repartición de la renta nacional: 1)
la relación entre los salarios y los precios, es decir el poder de compra; 2) la escala
de los salarios.
Yo he podido constatar que los bienes de consumo tienen precios moderados (alimentación,
objetos de uso, vestimentas). Los precios de las entradas al teatro, al cine, al circo,
son tan bajos que cada noche los espectáculos se realizan con salas repletas. Libros y
discos son igualmente baratos. El salario más bajo es de 60 dong; el más elevado, el del
Presidente, es de 240. Un obrero calificado puede ganar tanto como un ministro. En las
minas de carbón de Hong Gai, he hablado con el conductor de una excavadora que gana 200
dong. El salario del subdirector de la mina era de 130.
"Nosotros somos pobres", dicen los vietnamitas; pero la probreza es un concepto
relativo. Uno puede ser pobre en relación a otra cosa. En Vietnam no hay ni pobres ni
ricos. No solamente las necesidades básicas son satisfechas, sino también las
espirituales. Jamás la enseñanza, la cultura, el arte, han conocido un auge tan
extraordinario.
En esos dos sentidos, el más pobre de los vietnamitas del norte es más rico que
cualquier obrero de un país de la Europa industrializada. Resulta impensable la
comparación entre un vietnamita y un desocupado o un campesino sin tierra de ciertos
países recientemente independizados.
Aquí no hay desocupados, ni mendigos, ni analfabetos. Las generaciones que han conocido
el colonialismo encuentran que su situación actual no admite comparación con la de los
años que precedieron al triunfo revolucionario. En ese entonces no había un solo año
sin hambre. Todo el mundo recuerda a 1945, el año terrible cuando el hambre mató a dos
millones de personas.
Nadie lo olvida, y se enseña a los jóvenes los sufrimientos de sus mayores, de sus
ancestros: la gran miseria de la época feudal, pero también los episodios gloriosos,
como las tres veces que el Vietnam expulsó a sus invasores extranjeros. El tiempo de la
resistencia contra los franceses está todavía muy próximo y el espíritu de los niños
vietnamitas es pródigo de historias verdaderas, más bellas que todas las leyendas.
Durante los cuatro años de la guerra de destrucción americana, en el combate, en la vida
cotidiana, este pueblo se ha elevado a la cúspide del heroísmo y ahora, mientras
prosigue su lucha a muerte contra los agresores, cada día aporta su cuota de hazañas
inéditas cumplidas por los combatientes del sur.
En el norte, se preparan a combatir. Los niños de cinco años en las guarderías de las
cooperativas agrarias de Hoa Xa (provincia de Ha Dong) se entrenan con seriedad y ardor
tirando contra maquetas de aviones americanos, con sus fusiles de madera. Reencontré a
algunos combatientes que venían del sur. Sus relatos me hicieron acordar a los de los
combatientes de nuestro ALN argelino.
Nguyen Hun Hien tiene 25 años, es originario de Cam Lao, provincia de Quang tri. Herido
el año pasado en el curso de los combates de la ruta 9, todavía se repone en un hospital
de Hanoi. Su padre fue muerto durante la resistencia contra los franceses. Tiene todavía
a su madre y a una hermana pequeña. Él me cuenta: "Participé de acciones
revolucionarias desde los 16 años. En 1944, fui autorizado a seguir cursos militares, y
en 1966 a participar en los combates. En esta época, las fuerzas armadas populares de
liberación de la provincia de Quang tri, tenían por misión proteger la población y los
arrozales. El enemigo había dejado en el norte de la provincia una fuerza importante. En
1988, en el momento de las ofensivas generales, nosotros teníamos, en nuestro sector, la
tarea de seguir los movimientos del enemigo y quebrarlos donde fuera posible. Yo mismo, y
cinco de mis compañeros, fuimos encargados de preparar una operación. Después de haber
cumplido nuestro trabajo, concluimos que el enemigo podría tratar de pasar por nuestro
sector y dirigirse incluso hacia la zona liberada. Efectivamente, el 24 de setiembre del
'68, una compañía de GI's atacó el sector. Eran 120, equipados con metralletas. Durante
el día, ocupamos una colina a la que el enemigo venía con frecuencia. Había dejado
allí parapetos y posiciones para el combate, que utilizamos de inmediato. Nosotros
teníamos armas convencionales y minas portátiles fabricadas por nosotros mismos. Una de
las secciones adversarias comenzó a subir la cuesta de la colina; las otras dos se
apostaron a unos 50 metros. En un momento, utilizando ráfagas de ametralladora y nuestras
minas, matamos a 12 soldados. Durante ese tiempo las otras dos secciones intentaron
rodearnos. Como teníamos bien dispuestas nuestras ametralladoras, los atacamos Murieron
unos 26 ó 27, sin contar los heridos. Yo mismo maté a seis, y herí por lo menos a otros
16".
"Me acuerdo también de otro episodio. En abril de 1971, el enemigo envió al sector
de Gio Linh ocho grupos de «pacificación». Cada uno estaba compuesto por 30 soldados
escogidos. Se proponían desplazar a la población hacia el sur, a fin de crear una «zona
blanca». Los ochó grupos estaban apoyados por una compañía de «boinas verdes» de la
CÍA, otro de las tropas regulares y varios batallones de la primera división fantoche.
En ese momento, los combatientes que se ocupan de la propaganda política habían perdido
el contacto con la población. Decidimos reagruparnos para restablecer el vínculo. Si
caíamos sobre el enemigo, habría combate, la gente intervendría activamente. Yo soy de
esa región, conozco a cada familia. Logramos penetrar en un sector y restablecimos
contacto con las «bases de la Revolución» (es decir, familias que habían trabajado ya
antes para la causa). En menos de una hora nos informamos completamente sobre los
intrusos, sus efectivos, sus intenciones, su ubicación. Los campesinos vivían en el
campo porque los soldados ocupaban sus casas. Decidimos atacar. Los soldados se creían
muy bien protegidos, y pensaron que eran sus compañeros quienes los atacaban por error.
Pedían a gritos que paráramos el ataque. Nosotros, por cierto, no les hicimos caso.
Entonces comenzaron a pedir refuerzos por radio, pero nadie les respondía. Decidimos
redoblar el ataque. Eran las dos de la mañana: los grupos de pacificación huyeron y
trataron de mezclarse con la población a fin de evitarnos. Entonces nosotros pedimos
gente que hiciera sonar sus gongs, sus tambores. Todo lo que sirviera para meter ruido.
Esto produjo una desbandada en el enemigo. Tuvieron 84 muertos, entre ellos el adjunto del
Comandante de pacificación. El jefe mismo fue herido en una pierna. Entre los nuestros,
ni muertos ni heridos. Nuestros principios militares, los que nos permitieron vencer,
fueron: primero, oponer el gran número a un pequeño número, y después golpear al
enemigo en el lugar más sensible.
"Yo he participado en numerosas batallas, 26, y sólo en la última fui herido en una
pierna. Nada grave, pero se me infectó."
Esta es la gente del sur, pero también la del norte. Yo suponía, antes de llegar a
Vietnam del Norte, que encontraría un pueblo determinado y seguro de sí mismo, pensaba
encontrar rostros serenos. Pero, ¿cómo imaginar la realidad, es decir las risas, las
sonrisas? Todos los extranjeros, especialmente los que han venido durante la guerra, se
sorprenden por ese rasgo del carácter vietnamita: la alegría. Ellos mismos reconocen que
son un pueblo alegre, y agregan, con malicia: "Es cierto, nuestras jóvenes ríen
mucho". Más profundamente, explican que el optimismo del pueblo ha sido un medio que
le ha permitido sobrevivir, resistir las múltiples invasiones, soportar la gran miseria
del feudalismo, los sufrimientos del colonialismo, las calamidades naturales que en esta
región del mundo son frecuentes y devastadoras.
Pero tras las sonrisas es fácil imaginar las lágrimas, los sufrimientos, las tragedias
personales: casi no hay familia que no haya sido dislocada, cortada en dos por la
.división del país. Luego de los acuerdos de Ginebra de 1954, millares de combatientes
han dejado a sus hijos, a sus mujeres, a sus familiares en el sur. Hasta hace poco, era
imposible tener noticias de ellos.
Es el caso de madame Tri, 40, con una hija de 19 que estudia en Saigón. Como sus padres
están en el norte, es constantemente vigilada, y se le prohibe salir del territorio. Con
el acrecentamiento de la actividad de los guerrilleros del FLN en el sur, las noticias
remontan ahora en sentido inverso la ruta de Ho Chi Minh. El sur ya no está aislado del
norte. La guerra ha hecho estallar la línea de demarcación del paralelo 17, que los
imperialistas quisieron erigir en frontera.
Asistí a un reencuentro inesperado y emocionante entre un joven combatiente de las FAPL
del sur (cuyo relato se ha leído) y un cuadro, veterano de la resistencia contra los
franceses. Delante mío, dos generaciones, iguales en el heroísmo; pero también dos
hombres de la misma aldea, hablaban de sus amigos, de sus conocidos, de sus familiares.
La fábula de los dos Vietnam, la del norte comunista atacando al sur democrático, no se
sostiene en sus propios pies; ¿Puede uno pensar un instante en una Argelia dividida en
dos partes al término de la guerra? (Sin embargo, ése fue en un momento el proyecto de
los franceses.) ¿Puede uno pensar que la parte liberada hubiera dejado caer a la otra?
¿Que los argelinos del norte hubieran olvidado a la gente del sur?
Para la República Democrática de Vietnam del Norte, en 1954, nunca se trató de
abandonar al sur. Al respecto dice Luu Quy Ky, secretario general de la Asociación de
Periodistas y Jefe de Redacción del Correo de Vietnam:
"Ocho años antes de la toma del poder, la mitad del país estaba ya liberada. La
coyuntura para la revolución era la siguiente: para el sur, terminar la revolución
nacional, es decir la lucha por la independencia. Para el norte, continuar su marcha hacia
el socialismo. En 1954, ésa era la gran cuestión. Hubo controversias, y quienes
sostenían que era necesario esperar que el sur fuera liberado para avanzar en conjunto
hacia el socialismo y .evitar que el tiempo de la reunificación se alargara. Pero en ese
caso, ¿qué hacer en el Norte? ¿Marchar de nuevo hacia el capitalismo? ¿Cruzarnos de
brazos? Nosotros vemos ahora que tomamos una resolución justa, sobre todo después de los
cuatro años de guerra de destrucción. Jamás los campesinos aislados hubieran podido
defenderse: no tenían nada para hacerlo. Necesitaban una fuerza colectiva. Es por esto
que nosotros continuamos ligando las dos tareas de primer orden: vencer totalmente a los
yankees y desarrollar el socialismo".
Durante cuatro años el pueblo ha soportado bárbaros bombardeos, destinados a hacerlo
retroceder hasta la edad de piedra. En la provincia de Vinh Linh, durante ese lapso,
cayeron siete toneladas de bombas por habitante. Pese a todo, la gente ha acrecentado su
combatividad y ha conservado su humor, su confianza en el futuro. El genio creador, su
inteligencia, su sensibilidad, se han aguzado. Los campesinos del paralelo 17 han
inventado un slogan que ha sido repetido por todos: "Cubrir el ruido de las bombas
con el de las canciones".
Haciendo alusión al uso constante que se hace en todo el país de los restos de aviones
norteamericanos abatidos, los vietnamitas dicen: "Los norteamericanos han querido
hacernos retroceder hasta la edad de piedra. Gracias a ellos, hemos llegado a la del
aluminio".
Igual que en 1954, los dirigentes han dado la orden de que "la revolución no puede
detenerse". Durante la guerra de destrucción, las necesidades del frente y de la
defensa nacional fueron cubiertas. En la producción, los rendimientos aumentaron
sensiblemente. La descentralización no solamente permitió limitar al máximo las
pérdidas humanas y materiales, sino también no interrumpir ningún sector de la
producción industrial. Las vías de comunicación, principal objetivo de los aviones
americanos, no se cortaron en ningún momento; cada puente destruido fue reemplazado
rápidamente por varios pequeños puentes provisorios. Cada ruta cortada daba nacimiento a
otras rutas. Ningún aspecto de la vida cultural ha sido olvidado, ni la enseñanza, ni
las actividades artísticas, que han experimentado un resurgimiento extraordinario.
Cuatro años después de que se suspendieran parcialmente los bombardeos, los rastros de
la guerra son todavía visibles; pero en todas partes se ven reparaciones, dándose
prioridad a las viviendas campesinas. Vietnam reconstruye con perseverancia su vida
cotidiana. Los yankees pueden llegar, pero ninguna marea imperialista podrá arrasar lo
que ha sido edificado. Un hombre nuevo e indestructible ha nacido. ¿Milagro? Nada de eso,
a juicio de los vietnamitas; o, en todo caso, un milagro científico. Porque "el
Partido de los Trabajadores ha resuelto de manera correcta y creadora toda una serie de
problemas fundamentales de estrategia y de táctica revolucionaria", como dice Le
Duan.
Siguendo una línea ideológica justa, definida hace ya 40 años, el Partido y el pueblo
de Vietnam han ido de victoria en victoria. Después de haber realizado una revolución
nacional democrática, Vietnam del Norte se ha encaminado hacia la revolución socialista,
sin pasar por la etapa del desarrollo capitalista. En el curso de este desarrollo han
surgido millares de problemas complejos y de nuevas contradicciones, que fueron resueltas
paso a paso por los vietnamitas. En 1972, la tarea es más difícil que nunca: consiste en
vencer definitivamente al imperialismo agresor, expulsarlo del suelo patrio y continuar al
mismo tiempo construyendo el socialismo. Lo que nosotros hemos visto en Vietnam del Norte,
en Hanoi, en Haiphong, en las diversas provincias que visitamos, nos ha permitido
comprender mejor por qué y cómo el pueblo vietnamita está en condiciones de lograr esta
doble victoria.
LA REFORMA AGRARIA
BASE DEL SOCIALISMO
Un viaje de tres semanas por Vietnam del
Norte es demasiado corto. Es imposible en este lapso hacerse una idea, aunque sea sumaria,
de todos los aspectos de la realidad vietnamita. Yo hubiera querido verlo todo, escucharlo
todo, pero resultó necesario limitar el programa de trabajo. Elegí estudiar, entre otras
cosas, la reforma agraria y la cooperativización agrícola. En el momento en que Argelia
inicia su revolución agraria, me pareció útil contar la experiencia de otros países.
Pero es necesario no olvidar jamás que cada uno se desarrolla en condiciones particulares
que determinan los métodos a emplear, que los grandes principios sólo puedan tener la
fuerza del ejemplo, y que, como toda revolución, la agraria no puede ser exportada. |
Defoliación norteamericana
Convertir Vietnam en un paisaje lunar
Hanoi: bombardeo a blancos civiles
Bicicletas
Thai Binh, a 180 kilómetros al sudeste de Hanoi, es la capital de la provincia, Al
costado del delta, Thai Binh es una región esencialmente agrícola, con una de las
densidades de población más fuertes del país: 1.300.000 habitantes, en una superficie
de 1.400 kilómetros cuadrados. Es decir, más de 900 habitantes por kilómetro cuadrado.
Aquí no hay ni colinas ni montañas. Los arrozales alargan hasta el infinito sus dibujos
geométricos. Durante la guerra de destrucción, la provincia de Thai Binh ha sufrido más
de 1.000 bombardeos. La capital misma ha sido bombardeada más de 200 veces.
"Durante la resistencia contra los franceses, nosotros arrasamos Thai Binh, mientras
tuvimos que practicar la política de tierra arrasada. Después de la victoria
reconstruimos nuestra ciudad, pero los bombardeos americanos la destruyeron de nuevo. Todo
lo que usted ve hoy son construcciones provisorias", dice Nguyen Ngoc Triu,
Presidente del Comité Administrativo de la provincia.
En 1945, unos 270.000 campesinos de Thai Binh murieron de hambre. En ese entonces, había
un noventa por ciento de analfabetos y un solo hospital de 50 camas para toda la
provincia. Ahora, todo el mundo come hasta saciar su hambre. 450.000 personas (niños y
adultos) van a la escuela. Hay más de 10.000 profesores, 20 hospitales, más de 100
médicos y una Facultad de Medicina. Nguyen Ngoc Triu, que apunta estas cifras, agrega:
"Aquí, todo el mundo andaba a pie, y ahora va en bicicleta. Nosotros tenemos un
viejo dicho: cuando uno sale a la calle, puede contar a las personas bien vestidas. Ahora,
ese dicho ya no tiene validez en la provincia".
Thai Binh es la primera provincia en haber logrado, en 1965 (durante los bombardeos) el
rendimiento de cinco toneladas de arroz por hectárea.
En tiempo de la colonización francesa, durante los buenos años, sólo se cosechaba 2,5
toneladas por hectárea. En 1971 se lograron seis toneladas de promedio, pero varias
cooperativas obtuvieron 8 y hasta 9 toneladas por hectárea. Así, las previsiones para el
porvenir inmediato son de siete u ocho toneladas. La producción, pues, no solamente ha
sido asegurada, sino que ha aumentado. Al mismo tiempo, se ha asegurado la defensa de la
provincia y se han satisfecho las necesidades del frente. Sin que se transformaran
profundamente las relaciones de producción, sin la cooperativización, nada hubiera sido
posible. En la provincia de Thai Binh, el cien por ciento de campesinos están organizados
en cooperativas.
En la cooperativa de Dong Phong (2.500 habitantes, 215 hectáreas cultivadas) , situada a
once kilómetros de la capital provincial, su presidente nos explica que de 1965 a 1971 el
rendimiento pasó de cinco a siete toneladas y media de arroz por hectárea, como
promedio.
"Nosotros esperamos llegar a las 10 toneladas por hectárea, desarrollar rápidamente
la crianza de cerdos y de patos. Esto, porque nosotros no podemos desarrollar otros
cultivos que no sean los de arroz. Para este año, nosotros delimitamos las tierras que
deben ser dedicadas a otros cultivos secundarios. También planeamos extender la práctica
de varios oficios, como la carpintería, la albañilería, el artesanado, a fin de
utilizar la mano de obra libre fuera del momento de las cosechas. Usted ha llegado justo
antes de que comencemos a recolectar el maíz del quinto mes. Entretanto, habrá visto que
estamos dedicados, sobre todo, a actividades culturales. Hay un gran movimiento, en estos
días, destinado a la "edificación de una nueva familia para una nueva
civilización". Nada menos que la formación de un hombre nuevo: es necesario que las
gentes se sientan y transformen en los dueños del país."
Mejorar el rendimiento y al mismo tiempo asegurar las necesidades del trente, y seguir
vigilantes ante la amenaza de agresión americana: tales son los temas dominantes en la
conversación de los campesinos y los cuadros agrícolas.
"Estamos dispuestos a todos los sacrificios por la independencia y la libertad. Antes
de 1945, nosotros perdimos a 270.000 personas en esta provincia, por hambre. En una sola
aldea murieron 1.000. Después de la revolución, la gente de esta misma aldea combatió
contra los americanos y los franceses. Las bajas sólo ascienden a 17 personas muertas en
combate", afirma Triu, y concluye; "Si uno no combate contra el agresor, muere
de hambre. Si combate puede salvar la vida y la de los suyos. Es por eso que para nosotros
nada es más precioso que la independencia y la libertad. Por eso somos pacientes y
perseverantes en la lucha".
Al ver el campo vietnamita limpio, ordenado, y a los campesinos en plena actividad,
¿cómo creer que dos veces en 20 años la guerra lo ha devastado, cómo imaginar la
situación de los campesinos antes de la revolución? Se puede decir que la gente, mucho
antes de ahora, en todos los tiempos, se ha organizado en cooperativas. Pero la historia
de la reforma agraria en Vietnam no es nada simple.
"En 1945, todas las tierras estaban en manos de 15 propietarios. Los campesinos -los
que trabajaban, porque había muchos desocupados- eran asalariados. Ese año, 200 de los
nuestros murieron de hambre y 3.000 abandonaron la aldea para buscar trabajo en otra
parte. Después de 1954, con el restablecimiento de la paz, hicimos la reforma agraria. En
primer lugar, las tierras (150 hectáreas de arrozales) y los elementos de labranza
(bestias de tiro, bueyes, arados) fueron confiscados de oficio. Las tierras de los
campesinos ricos fueron expropiadas a un precio razonable y los campesinos medios no
fueron afectados. La distribución de las tierras se hizo de la siguiente manera: grupos
de cuadros políticos fueron enviados a las aldeas para movilizar a las masas. Se
instituyeron tribunales populares para juzgar a los propietarios criminales que tenían
deudas de sangre con el pueblo. Algunos de estos fueron fusilados. Aquí, nosotros
juzgamos y condenamos a muerte a algunos, pero éstos se habían ido ya con los franceses,
huyendo de la justicia del pueblo.
"A los campesinos ricos, se les dejó una parte igual a la de los otros. Si tenían
necesidad, se los indemnizaba en un plazo de cinco años. El caso de los campesinos medios
es diferente. Por lo general, ellos poseían tierras pero igualmente trabajaban para los
grandes propietarios, a los que debían pagar rentas. En el momento de la repartición, se
les dejaron sus tierras. Pero si la superficie era mayor que la decidida en la aldea, se
le invitaba a distribuir el resto entre todos. Si era menor, se le agregaba lo que
faltaba. En una primera fase, se procedió al intercambio de equipos y mano de obra.
Después de 1959, comenzó por pequeñas etapas la cooperativización. Al comienzo,
durante dos años, sólo los campesinos pobres y medianos tenían derecho a entrar en las
cooperativas. Los ricos fueron admitidos más tarde. En cuanto a los grandes propietarios,
si su reeducación tenía éxito, y después de cinco o seis años de puesta a prueba,
podían también adherirse a las cooperativas. Cincuenta grupos de campesinos forman una
cooperativa. Luego, las seis pequeñas cooperativas existentes en la provincia, se
fusionaron en una sola, llamada «cooperativa superior». En el presente, todas las
tierras pertenecen a la comunidad", cuenta el líder campesino.
La reforma agraria en Vietnam del Norte se ha desarrollado en condiciones históricas muy
precisas: comenzó en 1945, durante la resistencia contra los franceses. Ha revestido
desde entonces características particulares que conviene tener en cuenta para comprender
sus rápidos éxitos y las dificultades que enfrenta.
"En general, cuando uno habla de reforma agraria se imagina grandes terrenos a
repartir, aquí, nosotros no tenemos nobleza terrateniente desde el siglo xv.
Jurídicamente, cada campesino tenía derecho a comprar tierras, pero, en la práctica, la
tierra faltaba. Hoy tenemos dos millones de hectáreas para veinte millones de habitantes.
En la práctica, un muy pequeño número de campesinos poseía la tierra. Tener unas pocas
hectáreas era ser casi rico. Los grandes propietarios eran los que poseían algunas
decenas de hectáreas", narra Nguyen Khac Vien, director de la revista Estudios
Vietnamitas. Luego informa con qué criterios se limitó la propiedad privada de la
tierra: "Decimos que terrateniente era el que no trabajaba la tierra con sus propias
manos, o que vivía de las rentas o la usura. Por otra parte, la capa dirigente, a escala
nacional y a escala de aldea, se confundía con la de los propietarios. La estructura
social era muy compleja. Dada la tuerza que tienen los lazos de parentesco, el campesino
pobre, pariente de un mandarín, se sentía miembro de una categoría social superior a la
que ocupaba realmente. Para la distribución de tierras, fijamos el limite de media
hectárea para cada uno. Pero no publicamos un decreto. La revolución se hizo a medida
que evolucionaba la mentalidad campesina. En 1946, los campesinos no tenían aún una
conciencia política muy precisa. El aparato administrativo seguía en manos de los
notables. En una primera etapa, nosotros distribuimos los bienes de los franceses y de los
traidores que habían fugado. Entonces fue cuando comenzó la lucha de la resistencia
contra los franceses. Su participación en la lucha permitió a los campesinos elevar
considerablemente su conciencia política, porque eran educados en el ejército. Etapa por
etapa, apoyándose sobre las masas campesinas, el gobierno pudo tomar medidas cada vez
más radicales. En 1953, se lanzó la reforma agraria bajo la forma de una movilización
general de las masas, combinando estrechamente la lucha política y militar y la lucha
económica. Fueron estos mismos campesinos, combatientes de la rama popular, quienes se
transformaron más tarde en cuadros de los comités de aldea y de las cooperativas".
En tres años (de 1954 a 1987, época del primer plan trienal), el gobierno de Vietnam del
Norte distribuyó las tierras a los campesinos. El Gobierno Popular debió hacer frente a
una coalición de fuerzas reaccionarias: grandes propietarios, agentes del colonialismo y
viejos religiosos. Es la época en que la minoría católica incitaba a abandonar el
norte. Sobre dos millones, unos 800.000 hombres y mujeres emigraron hacia el sur. La lucha
fue dura, muchos militantes y dirigentes fueron asesinados. En 1958, en lo fundamental, la
tarea estaba cumplida. "Cada uno tenía su pedazo de tierra. ¿Qué hacer, qué vía
elegir entonces? La opción estaba entre las vías capitalista o la socialista. Hubo, a
ese respecto, muchas discusiones en las aldeas. Objetivamente, la colectivización se
facilitaba porque la media hectárea que le tocaba a cada uno era bien poco. ¿Cómo
emprender trabajos hidráulicos si se trabaja solo, por ejemplo? La gente, para resolver
sus problemas, se sentía obligada a pensar y actuar colectivamente. Las condiciones
subjetivas estaban igualmente maduras. Los militantes capaces de llevar a la gente a
organizarse existían por todas partes. Millares de campesinos, formados políticamente en
la lucha por la liberación, reingresaban a sus aldeas.
"De allí que el pasaje de la reforma agraria a la cooperativización fue fácil; las
dificultades vinieron después. Fueron esencialmente dificultades de gestión. Los
campesinos estaban habituados a cultivar pequeñas parcelas. En los primeros tiempos, ante
la falta de capitales para comprar máquinas e implementos, únicamente una gestión
correcta podía llevar a conseguir mejoras. Si la gestión colectiva estaba perfectamente
en su punto, el rendimiento aumentaba, incluso sin el aporte de máquinas. La cooperación
dio muestras de su superioridad sobre el antiguo modo de explotación: el campesino,
habituado a hacer todo solo, aprendió a especializarse. Era necesario también vigilar
que la distribución de las remuneraciones a los trabajadores fuera justa, según las
dificultades y la calidad del trabajo."
La ayuda del Estado a las cooperativas, dice Khac Vien, no es gratuita. "Tiene en
cuenta las relaciones de precios entre los productos agrícolas, vendidos por los
campesinos al Estado, y los productos industriales vendidos por el Estado a los
campesinos. Además, en caso de alguna calamidad natural, existe un sistema de ayuda entre
las cooperativas."
Una vez cumplida la transformación de las relaciones productivas, y preparadas las bases
materiales y técnicas para la construcción del socialismo, la República Democrática de
Vietnam del Norte lanzó en 1960 su primer Plan Quinquenal, cuyo contenido dominante era
desarrollar la agricultura y acelerar la industrialización. Pero a fines de 1964,
comenzaron los bombardeos americanos. Un millón de toneladas de bombas cayeron sobre
Vietnam en el curso de cuatro años. Sin embargo, la edificación socialista prosiguió.
La ayuda al sur, el gran frente, no se debilitó. El norte fue eficazmente defendido.
En el momento en que escribo estas líneas, cuando la agresión norteamericana se ha
desencadenado de nuevo, recuerdo vivamente las entrevistas que mantuve el mes pasado en
Vietnam. Me parecen todavía más actuales las perspectivas que me trazaban los cuadros
medios y dirigentes. Luu Quy Ky, Secretario General de la Asociación de Periodistas, me
dijo: "Nuestras tareas más importantes son reforzar nuestro potencial económico
como base de nuestro potencial de defensa, para derrotar a los agresores americanos.
Segundo, disminuir paso a paso las dificultades causadas en la vida material de nuestro
pueblo y al mismo tiempo reforzar su capacidad de combate. Por último, preparar las bases
materiales y técnicas a fin de que, al finalizar la guerra, nuestra economía tome un
nuevo ritmo.
"La segunda y la tercera tareas son comandadas por la primera. Esto muestra nuestra
determinación de vencer completamente a los americanos y de hacer para ello todos los
sacrificios necesarios en toda eventualidad. Esto significa también que el desarrollo
económico marcha a la par con la defensa militar, y que es necesario desarrollar la
economía para el pueblo y por el pueblo. Hay que desarrollar la agricultura, la industria
pesada y liviana, pasar de la pequeña a la gran producción, satisfacer las 'necesidades
inmediatas y futuras del pueblo. ¿Cómo hacerlo? Hay numerosas contradicciones. Nosotros
las resolveremos con procedimientos vietnamitas, según método conforme a la razón y el
corazón."
Josie Fanon
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