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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Medio Oriente
Así empezó el fuego

 

Revista Gente
1967

Una aporte de Héctor Alvarez

 

 

 

 

El 13 de noviembre de 1945 se anunció que los gobiernos de Gran Bretaña y los Estados Unidos de Norteamérica habían acordado la formación de un comité encargado de investigar y formular recomendaciones sobre el futuro de Palestina, la situación de los judíos refugiados en Europa y las posibilidades de orientar su inmigración a Palestina. El 26 de marzo de 1945 el comité anglo-norteamericano recomendó:
1.- inmediata inmigración de 100.000 judíos
2 - descartar la ley palestina que restringía la transferencia de tierras a los judíos
3 - que Palestina no debía ser ni judía ni árabe, pero que el mandato podía ser transformado en un fideicomiso de las Naciones Unidas con progresivas medidas de autonomía para ambos pueblos.
Cuando el gobierno de los Estados Unidos declinó hacerse cargo de las responsabilidades militares y financieras emergentes, el gobierno británico no puso en acción las propuestas, y habiendo fallado en sus esfuerzos para lograr un acuerdo entre judíos y árabes, y no consiguiendo la aprobación de los mismos para los planes ingleses sobre la administración del país, y ante la revuelta tanto de árabes como de judíos, derivó el problema a la consideración de las Naciones Unidas.
Una asamblea especial de las Naciones Unidas tuvo lugar en Flushing Meadow, Nueva York, y en mayo 15 de 1947 un comité especial de la UN para palestina fue encargado de preparar y someter recomendaciones para una segunda asamblea regular. El comité, por unanimidad, acordó que el mandato británico debía terminar y que la independencia de Palestina debía ser concedida sin dilaciones. No hubo unanimidad, en cambio, en las opiniones sobre el futuro gobierno. La mayoría recomendó la partición en un estado árabe y un estado judío, que podía, sin embargo sostener una unión económica. Jerusalem y el área circundante, incluido Belén, podía ser un enclave internacional, con un fideicomiso de las Naciones Unidas y su total desmilitarización. La minoría del comité recomendó que Palestina fuera un solo estado federal, gozando autonomía los judíos y árabes en sus respectivas áreas, y que Jerusalem fuera la capital.
El 29 de noviembre de 1947, la asamblea adoptó las recomendaciones de la mayoría del comité por 33 votos contra 13 y 10 abstenciones -Norteamérica y la URSS entre los estados que estaban por la partición y Gran Bretaña entre los que se abstuvieron-. La asamblea estableció, a la vez, una comisión de cinco miembros para supervisar la puesta en acción del plan en consulta con los partidos democráticos árabes y judíos para la elección de un consejo provisional de gobierno. El mandato debía finalizar en seis meses y las fuerzas británicas abandonar el país en agosto de 1948.
Los árabes rechazaron el plan y los desórdenes estallaron por todo el país. Gran Bretaña declaró entonces que no podrían imponer decisiones por la fuerza.
Al mismo tiempo, quería ser responsable por la aplicación de la ley y el orden hasta el cese de su administración y no estaba dispuesta a permitir la entrada de la Comisión de las Naciones Unidas antes del fin de su mandato, fijado para el 15 de mayo de 1948.
Por cerca de seis meses hubo una gran confusión. La guerra guerrillera había estallado entre árabes y judíos y hubo atentados terroristas por ambos bandos contra las fuerzas inglesas. Bandas árabes de los países del Norte y el Este, y con ellas algunas fuerzas regulares, se infiltraron en el área de Palestina, atacaron las colonias judías y trataron de bloquear el camino de Jaffa a Jerusalem para impedir que se llevaran abastecimientos a la población judía. Los judíos, aunque sobrepasados por mucho en número, lograron la mejor parte en fieras batallas. Tomaron Haifa en abril y Jafía en mayo. La mayor parte de los árabes en las áreas asignadas al Estado de Israel escaparon hacia los vecinos países de su raza.
El general Sir Allan Gordon Cunningham, el último alto comisionado para Palestina, dejó el país el 14 de mayo de 1948 y el mismo día el Consejo Nacional Judío y el consejo General Sionista proclamaron en Tel Aviv el establecimiento del Estado Judío, que sería llamado Israel. David Ben Gurion fue designado primer ministro, y el 16 de mayo Chaim Weizmann fue elegido presidente por el Consejo Provisional. Norteamérica reconoció en forma inmediata al Consejo como a la autoridad de facto del Estado y el reconocimiento de jure por Rusia siguió inmediatamente.
Los cinco estados árabes vecinos (Egipto, Transjordania -más tarde Jordania-, Irak, Siria y Líbano) anunciaron que sus ejércitos entrarían en Palestina para restablecer el orden. Las Naciones Unidas designaron el 20 de mayo como mediador al conde Folke Bernadotte para llegar a un acuerdo entre Israel y los estados árabes, mientras la comisión en Jerusalem continuaba sus esfuerzos para lograr una tregua local. Las fuerzas árabes ocuparon las áreas en el Sur y el Este, aún no controladas por los judíos, y trataron de bloquear la parte judía de la ciudad. La Legión Arabe, pese a la desesperada defensa de los judíos, logró la rendición de la vieja ciudad. Los judíos, sin embargo, ganaron el control en la sección del camino principal a Jerusalem en las montañas de Judea y sus destacamentos rechazaron todos los ataques de los árabes.
El conde Folke Bernadotte obtuvo el cese del fuego por cuatro semanas, desde el 11 de junio, y adelantó propuestas para un arreglo, que fueron desechadas por ambas partes. Los árabes se rehusaron a una prolongación de la tregua y las hostilidades volvieron a estallar en julio. Los judíos tuvieron brillantes éxitos en casi todos los sectores: ocuparon Nazaret y el oeste de Galilea (que había sido concedida a los árabes) y avanzaron sus posiciones en el Sur. Un segundo cese del fuego fue aceptado en julio. El conde Bernadotte, asesinado en Jerusalem en septiembre por terroristas judíos, fue sucedido como mediador por Ralph Bunche, del secretariado de las Naciones Unidas. A pesar de las órdenes de UN, la tregua no fue observada por ninguno de los contendores. Para fines de 1948 los judíos habían ocupado todo el Neguev, hasta la frontera egipcia, excepto una franja de la costa entre Gaza y Rafa, que permaneció en mano egipcias.
El mediador consiguió por separado un acuerdo e armisticio entre Israel y la mayoría de los estados árabes. Así se fijó una frontera temporaria llevando las líneas al estado en que estaban al comienzo de las negociaciones.
Ciertas áreas de la frontera fueron desmilitarizadas y los judíos consiguieron ajustes en el sector occidental y establecieron un bien guardado corredor hacia Jerusalem. En diciembre de 1948 la asamblea de las Naciones Unidas designó una comisión de tres miembros para lograr un arreglo final y establecer un acuerdo internacional sobre Jerusalem. Todos los esfuerzos se frustraron. Junto con el armisticio comisiones mixtas de árabes y judíos, con un presidente de las Naciones Unidas, trataron las quejas sobre las violaciones del acuerdo. Israel fue admitido en las Naciones Unidas en 1949.
La cuestión de Jerusalem quedó sin arreglo. La ciudad fue dividida en dos secciones completamente separadas, una árabe y una judía. Israel movió su parlamento (knesset) y la mayor parte de sus oficinas a Jerusalem. El gobierno declaró que aceptaba poner los lugares santos bajo la protección de la UN, pero que se oponía a una administración internacional de la ciudad. El reino de Jordania se opuso igualmente a la administración internacional.
En 1950, los EE.UU., Gran Bretaña y Francia, produjeron una declaración tripartita sobre su voluntad de mantener un balance de fuerzas entre Israel y los estados árabes y que impediría agresiones por cualquiera de las partes para modificar las fronteras fijadas por el armisticio. Desde 1952 las relaciones se deterioraron y frecuentes incidentes en las fronteras con Jordania y Siria perturbaron la paz. El plan de Israel para usar las aguas del Jordán con miras a irrigar el Neguev provocó la violenta resistencia siria y el veto soviético impidió su entrada en acción.
En Egipto, la derrota había encontrado a la oficialidad joven del ejército, muy principalmente a un mayor: Gamal Abdel Nasser. El ejército conspiró contra el rey Farouk, cuyo régimen corrupto cargó con las responsabilidades del fracaso. Luego de un intermedio a cargo de M. Naguib, Nasser ascendió al poder. No logrando el apoyo de las naciones occidentales, decidió inclinarse hacia el mundo comunista, nacionalizó el Canal de Suez, recibió ayuda substancial para obras monumentales como la represa de Assuán, y se proveyó con aviones de reacción y armamento pesado facilitado por los soviéticos. Y en defensa del millón de árabes desposeídos por el estado judío, y en busca de una bandera apropiada para sus intenciones de hegemonía en el mundo árabe, proclamó su intenci´n definitiva de barrer de la faz del mundo al nuevo país israelita.
Desde ese momento, los ejércitos del Medio Oriente estuvieron siempre creciendo. En 1956, Israel, de hecho aliada con Francia e Inglaterra, atacó a Egipto. Las dos grandes potencias iban a recuperar el control del Canal de Suez; Israel, mejorar sus posiciones defensivas. La nueva derrota árabe )los israelíes tomaron miles de prisioneros de un ejército sorprendido en una preparación a medias) fue mitigada por la intervención internacional que obligó al retiro de los atacantes. Pero no contribuyó a mejorar las relaciones entre Israel y sus vecinos.
Nasser, a través de muchas vicisitudes, logró constituir una Liga Arabe en la que se incluyen Egipto, Arabia Saudita, Jordania, Líbano, Yemen, Irak, Siria y Libia.
Esta combinación, aparentemente aplastante, lo es mucho menos si se le mira de cerca. Nasser sueña con un mundo árabe bajo su dominio y, en busca de esa afirmación, ha dicho o ha dejado decir por sus órganos de expresión cosas muy duras sobre algunos que deberían ser sus aliados. Declaró al rey Feisal "agente angloamericano"; al rey Hussein lo considera "empleado de la CIA" (que es la Agencia de Informaciones de Norteamérica). De Bourgiba, presidente de Túnez, y del sha de Irán, dijo que eran "instrumentos yanquis"; y para el gobierno de Aden encontró el calificativo de "traidores y agentes extranjeros". Radio El Cairo proclamó alguna vez: "Asesinen al rey Feisal, enemigo de Dios". Pese a todo, con el estímulo de los hallazgos de petróleo en la zona de Suez, Nasser se consideró en situación de pasar a la ofensiva. ¿Quiere la guerra santa que ha proclamado?. Es difícil saberlo. Tal vez la quiere por esa proclividad natural de los dictadores mesiánicos. Es posible que sólo quiera retener en sus manos la bandera antijudía antes que se la arrebaten otros dirigentes. Tal vez amaga en Akaba sólo para conseguir algún tipo de ventajas en otra parte, negociando a cambio de un a renuncia a sus aspiraciones.
Israel, por su parte, es en cierto modo una incógnita. Desechando la improbable idea de que tenga la bomba H y la infinitamente remota posibilidad de que amagara usarla, no es de descartar otra idea más inquietante: a Israel tal vez le convenga la guerra ahora mismo, antes que los ejércitos árabes lleguen a una capacidad tal que la derrota judía llegue a ser un hecho inevitable.

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Este refugio antiaéreo fue construido hace pocos años y está emplazado en el kibutz Tel Katxir, muy cerca de la frontera con Jordania. Mujeres y niños judíos lo ocuparon en estos días durante los frecuentes ataques aéreos

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El Cairo, 30 de mayo. El rey Hussein, de Jordania, y el presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, firman un pacto de alianza y defensa mutua en el palacio de Kubbech

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Acaba de sonar la alarma por ataques aéreos y la gente corre en busca de refugio. La ciudad de Tel Aviv, uno de los puntos más castigados en el primer día de lucha

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Tanques judíos patrullan las calles de la dividida ciudad de Jerusalem. Ultimas noticias recibidas informa que los israelitas tomaron el sector jordano de la ciudad

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El primer día de guerra entre Israel y los árabes, los habitantes de Tel Aviv fueron conducidos, durante las horas de alerta, a los refugios antiaéreos. Hubo diez muertos judíos

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Se llama Lavon Mordechai y es piloto de la Fuerza Aérea Israelí. Según fuentes de El Cairo su avión fue derribado y el capitán capturado


Israel, en descomunal inferioridad de condiciones en el aspecto numérico (dos millones contra cuarenta y cinco), es más fuerte -al contrario de sus rivales- de lo que parece. Su población se ha formado por un aporte inmigratorio que le incorporó gente con alto grado de capacitación en diversos órdenes, y enfrente pueblos justamente en la posición contraria.
Los árabes enardecen su ánimo combativo con la idea de ganar el paraíso (y conversar allí con las huries) muriendo en defensa de su dios. Los judíos, es de prever, lucharán a la desesperada, y hasta el fin, en defensa de un ideal más concreto -un país conquistado luego de dos mil años de exilio durante los cuales, por una insólita demostración de perduración, mantuvieron la idea de su fe y de su raza-.
Los escasos años del Estado de Israel han conocido en forma ininterrumpida los incidentes fronterizos, los ataques y los sabotajes. El observador imparcial no puede dejar de reconocer que parte de la ira de los árabes tiene el fundamento de la situación sin salida de cientos de miles de personas que perdieron sus tierras, en el hecho de las irritantes discriminaciones sobre los ciudadanos árabes en territorio israelí, las confiscaciones, las zonas cerradas, las restricciones de movimiento que agravian a gentes que por larga permanencia, de muchos siglos, se consideraban dueños indiscutidos del territorio hoy judío.
Todas esas escaramuzas fronterizas (terroristas árabes cruzando la frontera para atacar a los kibutz y comandos israelíes volando aldeas árabes a modo de represalia) se han convertido ahora en un problema de gravedad mundial. Porque si Nasser tiene derecho de tomar medida unilaterales sobre el golfo de Akaba, peligra el equilibrio internacional y Europa puede hallarse algún día en situación de estrangulamiento. Aunque sus golpes elijan solamente a Israel, aceptado el principio del derecho de Nasser, mañana puede aplicarse la misma medida a cualquier otro país o a todos juntos si los árabes tienen fuerza suficiente como para imponerse.
Y hay otro signo que causa profunda preocupación. Rusia sostiene a los árabes. Occidente respalda a los judíos. El juego de las grandes potencias (apretar y ceder alternativamente) está en juego. Pero esta vez, como lo señala astutamente C. L. Sulzberger del The New York Times, entran en el juego jugadores no tan seguros, entrenados y comprometidos como las grandes potencias. Cuando se luchó en Corea, o en Vietnam, o cuando la crisis de los cohetes en Cuba, los grandes jugadores sabían imponer un límite en sus apuestas y jugar el juego hasta el borde de la crisis final dominando la situación. Ahora entrarán en la partida jugadores que tienen algo menos que perder, carentes de experiencia, y que incorporan elementos explosivos como son los estados emocionales que mezclan la política con cuestiones de raza, ideología y religión. Por esos elementos, lo que podría quedar en un aparato de acción no concretado puede llegar a hacer volar el mundo.
Cuando cerramos esta edición el combate ya está empeñado a lo largo de todas las fronteras de Israel. Las primeras llamaradas ya incendian el Medio Oriente. Se ha cumplido la previsión de Szulberger. Hasta dónde llegará el incendio y cuánto durará es una incógnita que sólo el paso de los próximos días puede decirlo.