"Bueno, después de todo nosotros tuvimos el 56..."
Los húngaros que hoy están entre los veinte y los veinticinco años apenas habían
entrado en la adolescencia durante la última revolución húngara. Aquella fue una época
trágica que pareció desmentir, bajo el fuego de los tanques soviéticos, la política de
destalinización del entonces poderoso Kruschev. Después de la derrota de los patriotas
húngaros, quedó en el poder Janos Kadar.
Nuevas tácticas políticas
Hace ocho años, Kadar era, para
sus compatriotas y para todo el mundo no comunista, el arquetipo del traidor, algo así
como un Quisling rojo. Y sin embargo, en 1965, la república magyar pasa por ser el
satélite más liberal de la órbita soviética y Kadar uno de los dirigentes marxistas
que tamizan con más independencia las directivas impartidas desde Moscú.
Después de 1956, el comunismo húngaro se vio obligado a destruir el tremendo aislamiento
en que había quedado. Su lema era: "quien no está contra nosotros está con
nosotros". Se realizó una profunda depuración partidaria en la que los elementos
stalinistas fueron eliminados o desplazados a posiciones secundarias. Los afiliados se
redujeron en un cincuenta por ciento (a medio millón). En las últimas elecciones, sobre
340 diputados había 125 representantes jóvenes, una elite elegida de acuerdo con el
criterio poco ortodoxo de la eficiencia más que de la fidelidad a los dirigentes. Kadar
lo expresó claramente durante una entrevista. "La pureza política era en una época
la única cualidad importante. Pero generalmente ocultaba ignorancia e incapacidad. Hoy no
basta con la pureza de ideales. Lo importante es saber trabajar bien."
Cuando en octubre de 1964, Nikita Kruschev desapareció del escenario soviético de un
día para otro, cubierto con las habituales acusaciones de torpeza, nepotismo y
desviación de la línea del partido, en Budapest corrió un escalofrío de temor. Kadar
era uno de los hijos preferidos del jerarca soviético, Este mismo había estado hacía
poco en Hungría donde propuso un comunismo con menos cañones, menos doctrina y más
goulash. Kadar estaba entonces en Varsovia. Cuando regresó, un racimo de rostros
preocupados le esperaba en la estación ferroviaria. El primer ministro se acercó a un
micrófono y declaró "Debemos rendir homenaje a la obra cumplida por el camarada
Kruschev en interés de la paz. No hemos cambiado de opinión durante la semana pasada y
supongo que ustedes tampoco lo han hecho."
La tensión desapareció mágicamente. La gente volvió a su trabajo, desentendiéndose de
la política, y los jóvenes presintieron que, por lo menos por el momento, el clima de
libertad de que venían gozando hasta entonces no se habría de turbar.
Una generación ávida
Los adolescentes húngaros de
1965 son una generación ávida y displicente, "quemada", que se interesa por el
boxeo, el fútbol, las Olimpíadas; todo lo relacionado con el presente, lo que puede
vivirse con intensidad, casi a dentelladas. Son frecuentes las uniones ilícitas y los
abortos superan el número de los nacimientos. Budapest es una ciudad que se acuesta
tarde. En Praga los espectáculos terminan a las nueve, y en Moscú ya casi no hay vida
nocturna después de las once. Los húngaros, en cambio, empiezan a divertirse después de
medianoche. Muchos night clubs y restaurantes quedan abiertos hasta el alba, Pero los
nativos prefieren los pequeños cafés del otro lado del Danubio, en Buda, la ciudad
vieja. Allí uno puede estar sentado por horas saboreando su copa de "tokay",
mientras una cantante melancólica murmura viejas canciones junto a un piano derrengado, y
el humo del tabaco espesa cada vez más la nebulosa irrealidad del lugar.
Intelectualmente, la Juventud húngara no acepta desde hace tiempo planteos de
"realismo socialista". Cuando se exhibieron en Budapest El Gatto-pardo y 8 1/2,
los jóvenes asediaron los cines. En un día se vendieron 48.000 ejemplares del libro de
Lampedusa y los comentarios se multiplicaron por toda la ciudad, Respecto a 8 1/2, la
crítica ortodoxa sentenció que se trataba de una obra maestra de fotografía, que
retrataba una cierta realidad de una determinada sociedad capitalista. La critica no
marxista, la veía en cambio como un film que ponía en la palestra el equilibrio intimo
del individuo. Los jóvenes universitarios sostuvieron, sin embargo, que la película
valía por otros motivos: porque busca con angustia dentro de cada individuo un valor
humano perdurable que esté por encima de cualquier sistema ideológico. Ante el
escándalo de los fariseos, los estudiantes han contestado:
"En ningún libro está escrito cómo será el hombre que surgirá del socialismo.
Hemos puesto en marcha un mecanismo social del que surgirán valores humanos que todavía
no conocemos. Cualquiera que vaya en la búsqueda de esa eterna humanidad, sea cual fuere
el sistema o la ideología a la que pertenezca, es digno de nuestro respeto."
La crisis de octubre no solo no repercutió políticamente en Hungría, sino que reafirmó
a los jóvenes en su deseo de sinceridad y de claridad en las actitudes. Ya no les
satisface el hecho de que un dirigente sea defenestrado sin una palabra, sin una
explicación, que e! héroe de ayer sea el villano de hoy. Entre la última generación y
las dos que la precedieron existe una verdadera fractura. Aquellos que hoy tienen
cincuenta años viven entre dos épocas y no comprenden plenamente a ninguna de las dos.
Luego está la generación de antes del 56 y la de después; entre ambas hay muy pocos
puntos de contacto. La más Joven se niega a comprender a los que han sufrido la guerra,
la bolchevización del país y la revuelta contra los soviéticos. Para ellos todos esos
sucesos son historia antigua. Tener un pariente refugiado en Europa occidental significa
solamente un lugar donde dormir cuando se van de vacaciones.
Interrogantes sin respuesta
Si los héroes son los campeones
olímpicos; Bela Bartok o Ferenc Molnar. Quieren divertirse sin inhibiciones. A veces un
muchacho organiza un baile en su casa. Esa noche los padres van a dormir a casa de un
pariente y la casa pertenece a su hijo exclusivamente.
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Más riqueza material, mejores vestidos y alimentos, no son
suficientes para conformar a la nueva generación
los obreros de una fábrica textil de Budapest almuerzan en el
mismo establecimiento donde cumplen sus tareas
los jóvenes llenan todo el año las piscinas de Budapest. Los
deportes son muy populares entre los húngaros
después de medianoche despiertan los cabarets y night-clubs de
un "materialismo dialéctico" algo discutible
pequeñas parcelas privadas proveen el noventa por ciento de las
legumbres, huevos y manteca que se consumen
Sin embargo, como estudiantes son más
diligentes y preparados que los de épocas anteriores. La política no les interesa, y en
cierto modo están agradecidos a Kadar porque con su actitud conciliadora les permite
desentenderse .de muchos problemas.
¿Qué es lo que hay detrás de esta
indiferencia política, de esta imitación a veces servil de modas extrañas, de esa
aparente amoralidad? Quizás no se trata de otra cosa que de las eternas angustias e
incertidumbres que atenacean a la juventud en todo el mundo y a las que tampoco el
marxismo supo dar respuesta. Por eso los jóvenes de esta "nueva" Hungría miran
hacia Occidente, porque en la visión alocada y feliz que les ofrece, creen hallar un modo
de vida en que lo distinto encierra la esperanza. |