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El envase dice:
Canciones de Protesta
La publicidad dice:
"Auténtica, revolucionaria y agresiva toma de conciencia social y política de los
creadores de música popular.
El envase es seductor. Los avisos, convincentes. Pero, ¿y el producto? Antes de
comprarlo, le recomendamos se pegue una vuelta por esta nota. En ella, algunos de los
"protestones" más insignes reniegan de la etiqueta. Rechazan el título que los
embarca en un triste negocio: el de la frívola y superficial industrialización de
frustraciones, males y tristezas de los argentinos. El síntoma es significativo. Los que
saben protestar en serio y con talento son los primeros denunciantes de la
"industria-de-la-protesta-con-música". Sin embargo, cabe respetar el auge del
pseudo-invento ("siempre hubo canciones de protesta"): la Gran Mufa Nacional
busca cauces y en su desesperación puede encontrarlos donde no existen. Hasta en los
rezongos inconsistentes de "Las cosas que me alejan de ti"...
Ellos mismos no saben muy bien quienes ni cuantos son. Tampoco se hermanan por el
estilo, el género y -digámoslo- por la calidad. Su denominador común es algo
indefinido, nebuloso y hasta equívoco.
Movidos todos ellos, eso sí, por una discrepancia con el statu quo, establishment,
sistema o como quiera usted llamar a la realidad que le disgusta, no tienen una coherencia
filosófica, política, ni siquiera musical definida. Lo que pocos saben es que protesta
no es rezongo. Según el Pequeño Larousse, rezongar es gruñir o refunfuñar; en cambio,
protesta significa una promesa positiva, por ejemplo, promesa de amistad.
Y como es difícil ordenar material tan heterogéneo doy la palabra -o el canto- a los
indiscutidos; así, en una de esas, y a pesar de la falta de guitarra, la nota se va
haciendo sola.
Nadie con más derechos que María Elena Walsh para abrir el debate.
-María Elena, ¿existe la canción de protesta?
-No. En todo caso uno no las conocería, porque una verdadera canción de protesta
estaría prohibida aquí y en cualquier parte.
-¿Cómo definir tus canciones que hacen referencia a la realidad política o social?
-Son simplemente canciones. Siempre existieron, responden a un estado de ánimo individual
y colectivo. Esto de que la canción de protesta es un invento actual es un disparate. Yo
considero si una canción es buena o mala. No me gusta rotularlas de otra manera. Las
grabadoras y las editoriales han tenido mucho éxito al hacer llamar protesta a ciertas
canciones y suscitar así un alboroto periodístico en torno de ellas.
-¿Crees que la canción cambia o "conscientiza"?
-Creo que son una de las tantas armas que utiliza nuestra sociedad para perpetuarse, al
contrario de lo que podría pensarse.
Pero diga lo que diga, no puede negársele elocuencia al humor de que hace gala.
Escuchemos sus dos últimas:
The Kana
Ella me cuida,
ella veía por mi vida,
me defiende del ladrón,
me da siempre la razón;
es justiciera
cuando menos uno espera
y a la salida de la Facultad
lucha por la libertad.
La policía mamá,
La policía,
vela por el ciudadano,
lo protege noche y día
y lo lleva de la mano
por la buena vía,
en todo el mundo hace el bien
sin mirar a quien,
le brinda paz y bondad
a la humanidad.
Aria del Salón Blanco
El Sr. Jorge Garrido
escribano de gobierno
bajo el busto de la patria
vio pasar más de un invierno
vio mandar más de uno al cuerno.
El filósofo escribano
piensa de los juramentos
como a las hojas de otoño
siempre se las lleva el viento
o quizás un regimiento.
Bombas y comunicados
no le alteran nunca el gesto
él inscribe en la historia
al funesto y al depuesto
y al que ponen de repuesto.
El está firme en su puesto
ante páginas tachadas
y en el fondo de su almita
piensa que no somos nada
que uno se hunde y otro nada.

Hablo luego con alguien que tiene antiguos títulos como cantor de protesta:
Facundo Cabral. Sin embargo, con esa dulce reciedumbre que la hace hilvanar poesías
mientras habla declara:
-Yo ahora no protesto. Aunque, pensándolo bien, todo canto es una protesta. Sí, todas
las letras que ahora canto son mías, es muy difícil cantar la experiencia de otro. Sólo
cuando se llega a un nivel muy alto, por ejemplo, Atahualpa en Los ejes de mi carreta, o
José Martí, se hace de uno la experiencia de otro. Eso debe ser la canción y ésa es la
canción que tiene un compromiso, la que compromete al que canta y al que está
escuchando. Atahualpa había solamente del ruido de los ejes de la carreta, pero yo los
oigo, los hago míos.
-¿Usted cambió últimamente de actitud?
-Sí, cambié este año. La protestita no sirve. Se ha convertido en un negocio. Ahora
estoy identificado con la canción testimonial.
-¿Usted fue uno de los primeros que cantó protestando o que protestó cantando aquí, en
la Argentina?
-Sí, yo fui el primer. Estaba Yupanqui, a un nivel muy gordo. Y Discépolo. Pero estoy
más cerca de Atahualpa que de Discépolo. Atahualpa discutía, Discépolo lloraba.
Atahualpa vivía al aire libre. El camino de la canción es construir, no destruir. Los
temas que yo hacía antes, plantear la situación gris, ya no me interesan. Es mejor que
la gente conozca los colores. Aunque la mayoría no elija, mejor dicho, acepte lo que le
dan. Si uno es poeta, si uno quiere hacer arte, tiene que tener como meta los dioses, no
la gente; no hay que descender al nivel medio, uno el poeta, piensa la vida;la gente en
lugar de pensar, trabaja. Entiéndase bien, yo también trabajo, pero si yo soy un hombre,
la lata no vale nada.
-¿Nota usted un cambio de actitud en el público?
-El cambio es total. Es que han pasado muchas cosas. Hay una obra gigantesca en las
ciencias y las artes, Fellini, Buñuel (y muchos más que cita tan rápido que no puedo
tomar nota), María Elena Walsh, replantean muchas cosas. Imagínese a Machado escuchado
por un tipo como Serrat, que tiene todo el derecho a hacerlo. El cantor es un juglar es el
que representa el optimismo, no el que está detenido. Si hay un compromiso, éste es
cantarle a la gente lo que le pasa a uno.
Entramos en el salón de La Cebolla. Con una guitarra que apenas rasguea, Facundo dice y
canta lo que acaba de explicar. Le doy la razón.
Hay alguien que no puede faltar en una nota sobre la protesta: Alejandro Mayol, el
sacerdote rebelde y casado, que no ha renunciado ni a su fe ni a su vocación. Lo visito
en casa de Juanito Fernández Madero, escribano, cantor muy diferente del que mereció el
Aria del Salón Blanco. Ambos, Alejandro y Juanito, son compositores y poetas, y me hacen
escuchar viejas y nuevas canciones algunas de ellas conocidas por el público a través de
recitales y discos y todas referidas a problemas de actualidad.
Dice Alejandro: "No hay canciones de protesta. Hay canciones. Yo no soy cantor de
protesta. Ahora parece que eso es comercial, hasta cierto punto digerible. La canción es
poesía, es el resultado de una alquimia que te produce el mundo dentro de tu ser.
Si hay un
"cordobazo" lo expresarás de una manera, si hay una "invasión
inglesa" de otra"
Dice Juanito "Hay un cambio de mentalidad. También en la música con letras no
agresivas.La poesía de Los Beatles, por ejemplo busca otros valores. Hay dos cosas: una
expresión artística que busca justificar el sistema (sería el desarrollismo del arte),
no cambiarlo, sino modernizarlo, y la otra, que quiere salir del sistema y tratar de
quedarse sin puntos de referencia. Esto es lo que se ve en poesía, en pintura. La ruptura
de esquemas es dejar a la gente desarmada, una necesidad de trascendencia".Después del pequeño recital privado escuchamos otra voz que merece una adhesión sin
retaceos por su calidad musical y vocal y por su repertorio.
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Se trata del uruguayo Daniel
Viglietti uno de cuyos long-playings, "Canciones para el hombre nuevo", incluye
recopilaciones de Yupanqui y letras de Liber Falco, García Lorca, Rafael Alberti, Cesar
Vallejo, amén de las suyas. Una de éstas, la milonga "A desalambrar", dice
así:
Yo pregunto a los presentes
si no se han puesto a pensar
que esta tierra es de nosotros
y no del que tenga más.
Yo pregunto si en la tierra
nunca habrá pensado usted
que si las manos son nuestras
es nuestro lo que nos dé...
A desalambrar, a desalambrar,
que la tierra es nuestra,
es tuya y de aquél.,
de Pedro y María y Juan y José...
Daniel Viglieti, que es excelente músico y cantor declara:"Necesito la palabra. La
circunstancia histórica y social me exige decir, no sólo cantar. No es que otros
sentidos y otros contenidos de la música no valgan. Pero yo, en este momento, necesito la
palabra: la palabra que sugiera, que desentrañe, que impulse".
Otra voz excelente, pero de personalidad muy diversa, Marikena Monti, declara:
"Creo que la canción de protesta es una etiqueta que se usa como se han usado la
iracundia, el hippismo y la rebeldía. Esas cosas han existido toda la vida y de repente
se ponen de moda. Wagner, Beethoven y, guardando las distancias, Discépolo fueron
rebeldes. Picasso protestó contra la guerra con sus pinturas: aquí lo hizo Raquel
Forner. Lo malo, o lo bueno (yo creo que lo malo), es que se hace un comercio de todo
esto. Aunque creo que toda persona debe tener conciencia social, estoy en contra de la
gente que sólo canta la tragedia, que los obreros se mueren de hambre y los chicos están
abandonados. El artista debe dar testimonio pero también hay que hablar del amor, de
Dios, el sol, la belleza y las injusticias sociales de las que nadie habla, de los seres
marginados como, por ejemplo los marineros de los puertos de una canción de Brel".
Marikena ha preferido hasta hace poco canciones francesa, del citado Brel, de Brassena.
Ahora está cambiando su repertorio, en el que incluye canciones de Spinetta, de los
Almendra: Plegaria para un niño dormido (se le dice al niño que es mejor que no
despierte para no ver el mundo en el que le tocará vivir);, de Mercedes Sosa, de
Yupanqui, de Cortés, de Shussheim y Orgambide dedicada al quizás primer cantor de
protesta de la historia, Francois Villón. Marikena acaba de componer su primera canción
con música de Roberto (camaleón) Rodriguez. Al escuchar la noticia del terremoto del
Perú sólo pensó en los chicos huérfanos, que tal vez ni siquiera sabían hablar el
castellano, y escribió una canción dedicada al chico de América.
Entrevisto pues, a Jorge Schussheim músico y Orgambide escritor, en su agencia de
publicidad. Schussheim saca una guitarra debajo del escritorio y canta:
Con sus pordioseros Francois Villon
con las prostitutas y todo su amor
toma el vino fuerte de la amistad
una vez y otra vez y otra vez más.
Le robó a los ricos, partió su pan
hizo lo que hizo, quién lo va a juzgar
era lo que era Francois Villon
un puñal, un violín y una canción.
Luego dice: "Las canciones de protesta existen, no por capricho ni por
partenogénesis, sino porque hay un medio hostil contra el cual protestar. Se explica que
en Estados Unidos haya un movimiento de más envergadura. Pero es ridículo hacer aquí
canciones contra la guerra. Aquí se debe cantar contra la apatía, la censura, la
tristeza, la estupidez. El arte es protesta contra las cosas viejas. Si no rompe esquemas
antiguos deja de ser arte. No me gusta protestar por cosas grandes. Protesto por cosas
chiquitas. Chejov decía:Describe un pueblo y habrás descrito al mundo entero. Yo no
canto contra nada sino a favor de la libertad, la inteligencia, yo soy anti muy pocas
cosas. Mi música no es popular porque el estilo de lo que debe ser popular se digita
comercialmente, hay que respetar ciertos módulos, por ejemplo cantar las condiciones
meteorológicas, además, las canciones populares están mal escritas porque es mas fácil
vender lo fácil. Pero se ha producido un cambio. Ahora se escuchan las letras además de
la música. El público quiere entender, de ahí la demanda de canciones inteligentes. La
gente quiere que le digan cosas. Está buscando un nivel. Hay un receso de las ventas de
cosas estilo Leo Dan. A pesar de la resistencia de las casas editoras, el nivel ha subido
por la demanda del público. Un ejemplo es que le hayan dado el premio del Festival de
Buenos Aires a Carlos Bisso. Dice poco (se refiere a la canción "Qué difícil es
vivir entero") pero algo dice".
Hace poco, Shusshein cantó ante 3000 personas en Resistencia, junto con Marikena y Jorge
de la Vega. Este me cuenta: "Tuve la más grande satisfacción y el mayor susto de mi
vida. Había diarieros, lustrabotas, toda clase de gente humilde que decía:·que lindo es
que nos canten sobre nuestros problemas hablando de manera tan clarita·". Jorge de
la Vega, igual que Shusshein, que María Elena Walsh, apela al humor para expresarse,
escuchamos su Inadaptación:
Esta canción es para usted
que vive más tranquilo
si toma té de tilo
Es para los que, con uso moderado
de alcohol y nicotina
nos hemos adaptado
Nos adaptamos a estar sonrientes
aunque seamos indiferentes,
nos adaptamos a los parientes
a los ministros y al presidente
De La Vega cree que todo el arte es protesta. Pero "la experiencia ha demostrado que
la protesta artística favorece la evolución del sistema. La protesta es esperada. Y me
parece inútil protestar contra el hambre, por ejemplo, porque si éste no se soluciona,
es porque no se lo quiere solucionar. ¿quiere un alegato más vigoroso contra la guerra
que ·Sin novedad en el frente· de Remarque?. Sin embargo, no evitó otra guerra. Lo
único que puede hacer el artista es despertar las conciencias. Pero mire lo que pasó con
Woodstock. El antisistema fue absorbido por el sistema y se convirtió en un producto
vendible. El movimiento hippy es fallido porque también ha sido absorbido por la sociedad
de consumo. Yo no quiero entrar en la sociedad de consumo con mis canciones como si fueran
un dentífrico. No quiero imponerlas. Que gusten solas y a su debido momento".
Una voz totalmente distinta, singular que no apela al humor sino al "pathos" de
la experiencia cotidiana, a la ternura y a la desazón de estar vivos en un mundo que no
sabe dónde va, es la de Moris. Este podría encantar con su melodiosa voz de hombre
joven, pero él le arranca sonidos desgarrados al son de su guitarra eléctrica y su ritmo
beat, para cantar temas "como pedazos del rompecabezas incompleto que soy yo
mismo".
-Yo no estoy con la rebeldía, no me dejo el pelo largo, no me visto de colores, ya pasé
la rebelión contra los padres a los 20 años, no me gusta que se me diga "los
jóvenes" porque yo soy yo; en primera instancia, le doy a cada uno la posibilidad de
que sea distinto.
Cuando canté la última canción que compuse, la policía cargó.
-¡Es increíble!
-No es increíble. Es lógico dentro del sistema, porque vivimos en la violencia. Estoy
contra eso, que es la cosa ma´s injusta y triste del mundo, atenta contra la dignidad del
hombre. Sin embargo, ¿qué es un palo comparado con los misiles atómicos que están
volando sobre nuestras cabezas?
-¿Cómo era la canción?
-Así:
El coche de la policía
está estacionado en la concentración
hay cinco hombres adentro
son encargados de la represión
Representantes del orden
de un orden que nos va a asfixiar
si matan algún obrero
será en defensa de la sociedad.
Moris aclara:"No utilizo la música para hacer política. Soy músico porque me gusta
la música".
La voz de Moris brota del fondo de la experiencia y de la emoción. Por eso, dulce o
disonante, aunque hable de "Pato, que trabaja en una carnicería" o de "Una
tarde de sol", está hablando de nosotros y para nosotros.
No hemos hablado de la ya consagrada Mercedes Sosa, que testimonia al hombre de tierra
dentro, ni del ganador del Festival de Río, el suave Piero, que le canta a "Pedro,
campesino de campo ajeno, de la Juana, de la chacra, del arado, de la miseria", y que
acaba de invitar a todos, a cualquiera a escribir y mandarle canciones; no he hablado de
la promisoria Irene Morak, una de nuestras pocas "cantautoras" que en "La
juguetería", una aparente canción infantil, hace una crítica social antibélica;
no he hablado de "Pajarito" Zaguri y su Barra de Chocolate, ni de Gian Franco
Pagliaro, quien por primera vez resultó ganador en un festival con una canción "de
protesta", ni de las canciones de Miguel Abuelo, ni de las de Manal, etc. Tampoco de
las de Nacha Guevara, que sofisticadamente ha dicho entre gracias y deliciosas zafadurías
unas cuantas verdades.
Puede que, como manifestaron algunos de los entrevistados en esta nota, el sistema se
trague a la protesta implícita en este tipo de canciones. No obstante, cabe desearles que
superen su origen mercantilizado y cumplan con la misión que, lo quieran o no los
autores, les impone la adhesión popular.
Martha Mercader |