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 Cuando un joven parte de viaje por el mundo, se cree que lo mueve
básicamente un ansia de descubrimiento, de aventura. A menudo, también lo impulsan, en
iguales dosis, su deseo de abandonar el lugar en el que ha vivido, de tomar una saludable
distancia. Para después volver o no.
Desde tal perspectiva no es difícil entender que hace Tharcise Ruyer en Buenos Aires.
Francés, oriundo de esa zona de la Alsacia que por épocas fue francesa o alemana,
egresado de la escuela de cine de Lodt (Polonia), autor de varios cortometrajes y de
audiovisuales, propietario de una dinámica empresa de publicidad en París, a los 26
años, un día, Tharcise hizo "ras de bol" (literalmente hincharse las pelotas).
Se encontraba sumergido en una situación privilegiada desde un ángulo pero opresiva
desde otros, los más.
Hacer carrera - hasta para un artista creativo - dentro del capitalismo y tocar alto muy
joven, hace que el juego pronto pierda gracia. Entre tanto (y si es que) recupera ese
sentido cartesiano de la lógica que le haga volver a insertarse en el marco del
neo-capitalismo francés, se tomó vacaciones. Se dio un largo plazo para rever su
situación, el personaje que estaba animando y las respuestas que en definitiva dará él
a su vida (esto como oposición a lo que la vida hizo de él). Buenos Aires - base de
operaciones de varios amigos internacionales - lo tiene hoy sorprendido con numerosos
destellos de cotidaneidad, que el apunta en su libreta. A continuación, Algún Día
transcribe algunos de ellos.
LOS COLECTIVEROS
La competición de
decoraciones entre los conductores de colectivos hace resaltar una constante: el deseo
subyacente de producir un efecto de lujo dentro del vehículo. Se trata de darle al
pasajero de este medio de transporte de diseño antiguo la impresión de viajar en un
pequeño palacio o casino. Sobre todo en cada detalle, en cada refinamiento. Para los
colectiveros, la noción de lujo corresponde a un gusto y criterios precisos, parejos y de
pocas variantes. Según ellos, se trata de crear un efecto de acumulación: cada cm2 debe
ser aprovechado al máximo para borrar el aspecto de pobreza de los materiales crudos y
las superficies desnudas. Hay un predominante uso del color rojo, color contundente. En
forma de afelpados, cortinillas o laqueados. También de farolitos estratégicamente
ubicados. Pienso en el elemento brillante y en los reflejos y recuerdo la vieja tradición
de las galerías de espejos de Versalles, donde ese encandilamiento light-show va a
límites extraños. En todas partes donde se puede hay vidrios o cromados. A menudo los
espejos están fraccionados con elementos decorativos y los vidrios biselados con
firuletes totalmente "camp". Todos los plásticos o fórmicas están espejados,
las cortinitas tienen flequitos o lentejuelas para hacer amenos los viajes al suburbio.
Otra constancia revela una verdadera ética de la decoración lujosa: una Biblia del gusto
popular, o simplemente la carencia de originalidad por parte de los colectiveros, que se
copian entre ellos.
LAS CHICAS
Numéricamente, las pibas
porteñas son más encantadoras que en Europa. Sin abrir juicios cortantes, dan un aspecto
sano en la piel, el efecto de alegría de vivir que eso da, y el privilegio de vivir en un
área poco contaminada en comparación con Europa las favorece. Lo mismo contar con un
clima poco avaro de sol. Aunque no lo noten eso les da un aire que pocas parisienses
tienen, a menos de pasarse el invierno en St. Moritz y el verano en Cannes.
Un detalle a considerar es que la mayoría de las chicas llevan aún sostenes, hasta en
verano. Están a tal punto subyugadas por la publicidad de esas prendas (artefacto
invisible) que cambia su real imagen con cada cambio de marca. En París, por ejemplo,
cada pecho libre es de por si una marca para su poseedora. Y esa reticencia me hace a
menudo soñar con nostalgia con ese balanceo tan encantador
LA COMIDA
En síntesis y para
economizar una locura de superlativos, asombra a cualquier francés medio. Sorprende,
choquea la abundancia de alimentos, en cantidad y calidad. Me pregunto si fue necesario
hacer tantos kilómetros para redescubrir el gusto real de una pizza o un pastel. En fin,
supremo placer el de comer. Además, la Argentina es uno de esos raros países que saben
combinar vinos rojos y blancos de calidad respetable con los platos correspondientes. Una
práctica que da gusto y que cambia el detestable hábito de la mayoría de los países
anglosajones de beber cualquier cosa durante cualquier plato.
La coca-cola, o cualquier refresco químico - frutal da a la comida un sabor
norteamericano. Hasta se puede perdonar a los argentinos eso de meter hielo en el vino.
EL TRANSITO
Como en ningún otro país
conductores versus peatones, una verdadera segregación racial - social entre unos y
otros. Poseer un coche es símbolo de superioridad. Para el conductor el peatón no es
digno de ningún respeto; el no puede dañar su coraza como otro auto. Sumisos los
peatones aceptan esa superioridad y ceden el paso hasta cuando no corresponde. A la espera
de la luz verde los conductores llegan al exceso de adelantarse sobre las franjas blancas,
solo para ganar algunos centésimos de segundo en el pique.
LA MODA
Parece ser una de las
preocupaciones primordiales. Para los habituados a las extravagancias europeas, parece que
aquí hubiera una concepción diferente de la moda. En teoría, la moda es el arte de
vestirse, de probar el ingenio y el gusto, de valorizar el físico, de seducir probando
que se está en constante evolución. Este razonamiento, llevado a fondo, dio en Europa y
EE.UU. toda una parafernalia de vestidos raros, constituidos a menudo por viejas prendas
encontradas en los mercados de pulgas y los roperos de las abuelas. Aquí poco y nada de
esa recuperación. El error viene simplemente que se ha llegado a una concepción
diferente: la moda aparece aquí como una emanación de Europa, que juega su rol de modelo
a seguir. (Colonialismo cultural que le dicen). No se trata de crear, de evolucionar sino
de copiar, de no olvidarse de nada, de estar o parecer estarlo a la altura. Para peor, esa
actitud, estado de ánimo, está sometida a una contingencia practica, que es la difusión
de la información extranjera. Y ahí mismo, en las mejores condiciones, esa información
está deformada. Y atrasada: con todo, ese retardo es llevado con bastante decoro. |