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El sábado 28 de julio, desde dos
automóviles patrulleros, descendieron varios agentes de la Policía Federal y comenzaron
a pedir los "permisos municipales". Muchos de los jóvenes barbados y pelilargos
que exhibían sus mercancías, no pudieron presentar la papeleta de la Comuna. Entonces un
oficial dijo a cuatro de ellos: "Recojan las cosas y vamos a la seccional". El
resto estaba alerta y se movilizó rápidamente en auxilio de los "prisioneros",
cuando alguien gritó en demanda de ayuda. Fue el Ipiranga en la feria artesanal de La
Recoleta, que puso en marcha el Movimiento de Resistencia de los Artesanos de Buenos
Aires.
POR AMOR AL ARTE... DE SOBREVIVIR
Alrededor de 2.000 artesanos
activos en la Capital Federal, más que una vocación explosiva por las artes manuales,
demuestran el alarmante índice de desocupación que, según cálculos optimistas, afecta
a un millón y medio de ciudadanos aptos para el trabajo.
Un porcentaje muy reducido posee antecedentes académicos o profesionales. La gran
mayoría aprendió los secretos del repujado, del moldeo cerámico o la fabricación de
abalorios, urgida por la necesidad de la subsistencia y con el auxilio de amigos
iniciados. Pero todos tienen en común la dura tarea semanal del taller -improvisado y
desprovisto- y el sábado y el domingo para la experiencia comercial.
Marcelo, 27 años, estudiante de Letras, asegura: "Hay que pasar muchas horas en el
taller, romperse las manos, para lograr una producción que nos permita subsistir".
No es el único estudiante que nutre la gran legión de artesanos de Buenos Aires.
Provienen, en su mayoría, de las carreras humanísticas. Curiosamente, los estudiantes de
ciencias demuestran una marcada tendencia por los conchabos administrativos.
También se advierte la presencia de escritores aún desconocidos, de actores,
titiriteros, y hasta de ex periodistas. Contrariamente a lo que se ha dicho en algunas
oportunidades, apresuradamente por cierto, los artesanos no militan activamente en
política, aunque casi todos anhelan un proceso revolucionario que cambie al país desde
sus bases. Tampoco son vagos ni viciosos, al menos como característica predominante en el
conjunto.. Se los suele confundir con los hippies, por sus apariencias desaliñadas. Pero
a diferencia de los hippies se bañan a menudo y no rechazan, al menos de manera
práctica, a la sociedad de consumo de la que se sirven y con la que conviven
armoniosamente, aunque criticándola.
PLAZAS SI, CALABOZOS NO
"Cada día nace en Buenos
Aires, un par de artesanos. Cuando los jóvenes se cansan de acudir a los reclamos de los
avisos de los diarios sin obtener empleos decentes, les quedan dos caminos: aprender a
fabricar objetos con sus manos o hacerse delincuentes. No somos resignados como los
orientales y no nos gusta morirnos de hambre. Las autoridades deberían alentar estas
actividades nuestras en vez de perseguirnos. Algo raro debe ocurrir con nosotros para que
algunos funcionarios municipales y policiales no nos dejen trabajar en paz". |


La reflexión, formulada ante el cronista de PRIMERA PLANA,
pertenece a Eduardo, un flaco interminable, de 20 años de edad y mirada muy adulta.
Lo que ocurre es que los funcionarios encargados de plazas y paseos públicos de la Comuna
metropolitana, son reacios a la presencia de los artesanos en los predios destinados al
paseo de niños, matronas y jubilados. Un concepto estético antiguo y por demás
burgués, horroriza la conciencia de los funcionarios municipales cuando tienen que
autorizar la actividad artesanal en los paseos públicos. Las limitaciones no se
fundamentan en cuestiones prácticas sino tradicionales. Por eso, cuando los artesanos
fueron confinados ante las murallas del cementerio de la Recoleta, no se tuvo en cuenta el
crecimiento de esta original, aunque antigua, actividad laboral. Y a corto plazo fue mayor
la cantidad de artesanos sin permiso que mercaba sus industrias en plaza Francia.
Periódicamente, la policía realizó impresionantes y violentas razzias en la zona. Los
argumentos fueron diversos -a menudo falaces-: vagancia, desorden, atentados a la higiene
pública, "fumatas" de marihuana. También, durante la dictadura militar, las
redadas procuraron pescar extremistas. En realidad, la policía actúa acuciada
"desde arriba" -el nuestro es un país con muchos fantasmas en la terraza- por
denuncias de prominentes vecinos de los paseos donde los artesanos exhiben sus
mercancías. "Dan mal aspecto, ¿viste?", confió una señorita
"tilinga", vecina de plaza Francia, cuando el cronista le pidió su opinión.
"Las persecuciones cesaron el 25 de mayo y se reanudaron a poco de renunciar a la
presidencia el doctor Cámpora", señala Eugenia, 30 años, fabricante de collares.
El sábado 28 de julio, la represión policial dio nacimiento, en forma efectiva, a la
Asociación Gremial de Artesanos, que ha iniciado su afiliación a la CGT. Tras el éxito
logrado el 28 de julio -obtuvieron la liberación de sus compañeros detenidos y la
devolucíón de sus mercancías- agregaron otra conquista: el permiso precario, hasta
tanto la Municipalidad reglamente la actividad comercial de los artesanos, en plaza San
Martin. La autorización fue conferida por la Sala de Representantes de la ciudad de
Buenos Aires. "Para nosotros, esto es una fuente de trabajo. No somos ni hippies ni
faloperos. Reclamamos plazas, no calabozos", protestó airada Gabriela, 20 años.
Y Policarpo Ruiz, un actor, dramaturgo, titiritero e ingenioso trashumante, calificó al
Movimiento Artesanal como revolucionario en su contenido. "Mira: junto con Alfredo
Ryczaj y María Alvarez, estamos escribiendo, aquí, en la plaza, un largo relato que se
titulará "La Revolución de los Pibes". Estamos contando Io que piensa y lo que
hace el pibe que todos llevamos en nosotros. Porque los pibes son los únicos
revolucionarios auténticos; saben denunciar la injusticia. Y lo que hacen con nosotros es
una injusticia. Por eso, como somos más pibes que algunos funcionarios, denunciamos las
injusticias y estamos unidos. Con sentimiento revolucionario". Policarpo tiene 43
años, fabrica marionetas, y el pibe que lleva adentro es contundentemente sano.
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