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LA
"MAGIA"
DE LA VIOLENCIA
Qué duda cabe,
veníamos de la dictadura. Y visto a la distancia, uno se pregunta cómo pudimos aguantar
tanto tiempo el gobierno de Onganía. Su rigidez autocrática, su decisión de gobernar
sin plazos, hasta que el país estuviera' 'maduro '' para el' 'tiempo político''.
El silencio organizado, la prolija entrega de la riqueza nacional, la minuciosa censura.
Miro en el pasado y lo veo a Onganía llegando, disfrazado, de un siglo anterior en un
fiacre a una velada del Teatro Colón, y me doy cuenta de toda la dimensión de la palabra reaccionario. ¿Acaso no existió un
famoso ideólogo que enseñó en aulas militares que sostenía que los males de la época
actual empezaron con la condenable Revolución Francesa? ¿Que en la Edad Media se vivía
en armonía?
Todo esto lo digo para señalar que no hubo resquicio para la juventud. Como digo siempre,
a los que las dictaduras ya nos agarraron grandes tenemos más formas para defendernos de
la lenta destrucción. Pero... ¿y los que se estaban formando en ese período? Lo digo y
lo repito, porque analicé a fondo ese período y no me cabe duda de que los jóvenes se
volcaron a la utopía y a la violencia porque no tenían cómo canalizar su potencialidad
en la sociedad. En una emisión de "Yo fui testigo" sostuvimos que Robledo Puch
era un hijo de esa época. "Asesinos hubo siempre", se nos respondió. Sí, pero
que fueran tan jóvenes, educados y mataran a tantos, no. No negamos la influencia de la
conformación psicológica y familiar. ¿Pero la época no tenía nada que ver?
La violencia y la utopía. La utopía porque es patrimonio sobre todo de los jóvenes,
Marcusse llegó a decir "El hombre no descansará hasta que el mundo de sus sueños
se haga realidad''.
Pero también hay utopía cuando hay encierro. Y si no, obsérvense los movimientos
místicos judíos. Cuanto más cerradas estaban las puertas del ghetto, más se soñaba y
se elevaban las miradas al cielo. Durante la "Revolución Argentina", ¿los
argentinos no vivimos en un ghetto? Y los jóvenes se volcaron a una mística. No
exactamente religiosa, como la Cabala, que inventaron los judíos españoles y llegó a su
apogeo cuando los expulsaron de la península en 1492. Eligieron la violencia.
La relación con la Cabala no es tan arbitraria como se podría pensar. La Cabala es una
magia. Pronunciando determinadas cosas, ejecutando determinados rituales, se puede cambiar
el curso de los acontecimientos. La violencia es una magia también: realizando ciertos
rituales de sangre se puede cambiar la realidad.
Comprendo a los primeros jóvenes que abrazaron la violencia. Muchos venían de una
mística cristiana. Y la dictadura no dejaba resquicio para respirar. Se formaron muchos
grupos, de distinto pensamiento, que tenían un objetivo común: abrir las puertas del
ghetto. Ahí se juntaron con los viejos militantes de la resistencia peronista. ¿Y quién
no se alegraba cuando triunfaban en una acción, aunque muchos caían en el intento? Ahí
están los testimonios primordiales de Perón.
Merleau Ponty habla de la dificultad de desacelerar la violencia una vez que se ha
conseguido el objetivo. Aquí sucedió lo mismo. Cámpora llegó al poder por las urnas;
ya vivíamos en democracia, pero los aliados de ayer se enfrentaban hoy. Desaparecido el
enemigo común, hoy florecían las diferencias de criterio. Así asistimos al penoso
espectáculo de las ocupaciones.
Cada sector que quería tener influencia sobre un organismo estatal. Lo ocupaba lisa y
llanamente. De ahí a lo que sucedió en Ezeiza hay sólo un paso.
Ricardo Halac |
LOS CAMBIOS
FUNDAMENTALES

Esa juventud, que había oscilado entre los pañales y los pantalones cortos
durante el segundo gobierno de Perón, había crecido y, por lo tanto, se había formado
con un peronismo proscripto, combatido, perseguido. Que eran peronistas por sentimiento no
cabían dudas. Pero ya hasta por una cuestión generacional si se quiere, ese peronismo
emocional -sobre todo teniendo en cuenta la ausencia de Perón- no podía satisfacer a una
juventud que se había modelado en un mundo de grandes transformaciones. Una carta de
Envar El Kadri, miembro de las Fuerzas Armadas Peronistas, a José Hernández Arregui,
fechada el 15 de enero de 1970, sirve de ejemplo: "Usted tiene el mérito -se refiere
a Hernández Arregui- de ser uno de los pocos intelectuales que ha sido capaz de sembrar
ideas por las cuales valga la pena morir, o vivir peleando por su aplicación -que es lo
mismo-. Y nosotros hemos leído sus trabajos hace tiempo, cuando superando la adhesión
emocional al peronismo que nos impulsaba a la acción, debimos buscar bases más firmes y
sólidas para seguir luchando".
La revuelta de mayo en París, la Revolución
de Argelia, la Revolución Cultural de China, el Concilio Vaticano II y la Revolución
Cubana conmueven el pensamiento de Occidente y permiten enriquecer de contenidos el
pensamiento ideológico de aquella juventud. El marxismo -en tanto método de
interpretación de la realidad- es incorporado para poder efectuar una relectura del
acontecer histórico de nuestro país, pero siempre, y esto es necesario recalcarlo desde
el Movimiento Nacional Peronista.
El imperativo por parte de la juventud de dar el contenido ideológico a los actos
-inaugurado en la lucha contra la dictadura militar- se expresa con total claridad durante
la asunción y el gobierno de Cámpora.
No sólo se trataba de colmar la plaza- sino también de "ganarla" en consignas,
no ya ante la dictadura militar defenestrada, sino contra la derecha del Movimiento y la
burocracia sindical.
Perón, desde Madrid, expresa vanas veces su conmoción profunda por los mismos he:nos
ocurridos en Francia, Cuba o China. En diciembre de 1969 escribía: "...pienso que
estamos asistiendo a la 'Segunda Revolución Mundial', hacia la primera civilización
universal en cuyos umbrales nos encontramos.
"...Cuba, Perú, Bolivia son tres ejemplos de un despertar de la lucha por liberarse
y ello es promisorio para la causa que servimos. Pero, por sobre todo, es el mundo el que
marcha por la misma senda: lo que pasa en Francia, Italia, Alemania, etc., fuera de la
lucha empeñada en los otros continentes, es un índice revelador de lo que ha de ser el futuro en la evolución de
una humanidad suficientemente madura para los cambios fundamentales". (Carta al
doctor Hernández Arregui.)
La juventud peronista -en gran medida representada por Montoneros- sabía que la derecha
exacerbada del Movimiento y la burocracia sindical no querían, no ya cambios
fundamentales, sino ningún tipo de cambio. Y se propuso, quizá por inexperiencia
política, desencadenarlos por medio de la violencia, olvidándose que se había ganado la
democracia, que Perón regresaba como prenda de paz y que de ninguna manera se le podía
dar "contenido" al jefe del Movimiento.
En Ezeiza fueron esperados con ametralladoras profesionales. En Plaza de Mayo -cuando
Perón los expulsa- los vi irse llorando. Y yo -en ese entonces- también lloré.
Después, después fue otra historia en la que lloramos todos.
Cemadas Lamadridsigue |