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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Alfredo Palacios
REQUIEM PARA UN CRITICO APASIONADO

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Revista Gente
agosto 1965

 

La muerte se llevó al político argentino más detonante, el anciano que más influencia tuvo sobre el corazón de los jóvenes universitarios Rodeado de polémicas tal como había vivido, Alfredo Lorenzo Palacios, diputado nacional, antiguo senador y varías veces candidato a la presidencia de la Nación, recibió sepultura en la Recoleta. Cuando sus restos descendían en la bóveda de la familia amiga que los alberga, no faltó el asistente supersticioso que creyó oír el crujido de los huesos encerrados en las tumbas vecinas, que se revolvían de horror o indignación ante la proximidad de ese "enfant terrible", de ese "ateo respetuoso", de ese socialista.

 

 

EL ULTIMO MOSQUETERO

Con mucho, fue el hombre más notable de la política argentina del siglo. No significa esto que haya sido el más importante. Simplemente, fue el más espectacular. Pocos hombres como él pudieron guardar tanta fidelidad a su propio estilo, a su propia figura. En tal aspecto, fue atemporal.
Transcurrió en el escenario político argentino como el eterno disconforme, como el reformista romántico que nunca alcanzaba el éxito completo, como el caballero galante que nunca se casó. Su espíritu esencialmente antiburgués fue el que solidificó el pedestal de su mito. Su orgullosa honestidad, su apasionado amor por los sufrientes, sus actitudes mosqueteriles que tanto molestaron a los dirigentes de su partido (que varias veces lo excomulgó para volver a aceptarlo al poco tiempo), esas condiciones y -¿por qué no?- su estampa anticuada, pero no carente de cierta fascinación, fueron los elementos con que se edificó la estatua en vida.
Aunque Palacios, a diferencia de un Juan Domingo Perón, por ejemplo, y salvando las distancias, nunca estimuló directamente la construcción de ese mito que, por supuesto, lo halagaba, pero al que tan sólo consideraba un excelente subproducto de su quehacer. Fue un ególatra -sin duda el más grande y fino desde Domingo Faustino Sarmiento-, pero nunca un bravucón. Fue un mosquetero, jamás un compadrito.

POLÍTICO Y UNIVERSITARIO

Socialista más próximo a Lasalle que a Marx, nunca pudo superar los lineamientos, modelos y oratoria en uso hasta la segunda década del siglo. Quizá se haya autocondenado al fracaso continuo al persistir en esa misma actitud finisecular. En eso revelaba su personalidad romántica e idealista; es decir, nada marxista.
Enemigo de los "acuerdos secretos" y las "trenzas", bien pudo decir que nunca se ensució las manos. Pero tampoco construyó. En su haber político sólo se cuentan algunos proyectos de leyes (no todas promulgadas por el Congreso) y una labor docente realizada desde la tribuna callejera, donde, a medida que pasaban las décadas, su figura iba siendo desestimada en beneficio de otras nuevas, no siempre -para desgracia- de la misma talla de Palacios.
Su habitat natural y su mejor campo de acción fue la Universidad. Mientras que en la política su labor prácticamente se redujo a la de insobornable crítico, en el ámbito universitario, previamente arado por la Reforma, supo introducir un cierto interés por los problemas reales de un país concreto, en crecimiento. No fue esta una obra ordenada ni exitosa, sino más bien una invitación a la juventud que siempre lo acompañó, hasta cuando lo criticaba acerbamente.
Es que curiosamente, este hombre viejo que siempre temió la vejez, este hombre anticuado en su aspecto y en sus ideas, sólo tiene herederos jóvenes. Con sus defectos y sus virtudes, fue demasiado apasionado para dejar su ejemplo en manos sarmentosas. Quizá porque esos defectos y esas virtudes siempre fueron los de un estudiante universitario, o los de una nacionalidad en cierne que él podía representar.
E. A. C.

(continúa con fotos y caricaturas)

 

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