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Algunos se
identificarán con un ideal, otros con el afán de acumular riquezas; están, asimismo,
los que buscan en lo divino la Gran Respuesta. Y, paradojalmente, en esta época de las
conquistas espaciales, de los avances científicos y tecnológicos, es cuando más se
advierten los síntomas de la incertidumbre humana. Se ha dicho que la necesidad de tipo
religioso o místico, es más febril en el hombre de este siglo que en el del anterior;
que son legión los angustiados por sentirse desposeídos de una finalidad trascendental;
una razón de ser que supere los conceptos meramente convencionales. O ya caducos.
La búsqueda apunta a la afirmación en una creencia que, por su extraordinaria fuerza,
aporte seguridad y certidumbre; satisfacción y gozo.
Es por eso que a veces logran sorprendentes éxitos los autotitulados maestros
carismáticos y con algún grado de magnetismo, que, con el vigor propio de los poseídos
o la habilidad inherente a los farsantes consiguen sugestionar a las almas desorientadas.
Pero, también, en el meollo del problema tiene incidencia la época actual, colmada de
peligros. Ante la posibilidad de una nueva contienda bélica de características
generalizadas por la magnitud de las armas en juego, la criatura humana experimenta en
carne propia su mortal desprotección, su pequeñez frente a los poderes terrenos, para
ella ingobernables. Al sentirse desguarnecida, moral y espiritualmente, increméntase la
necesidad de recibir de un poder mayor ciertas garantías y obtener de él estabilidad
emocional. Existen otros motivos, como el de la soledad, ese flagelo de las grandes
ciudades. Algunos esperan hallar en los grupos minoritarios una relación que promueva
compañerismo y les permita desplegar cierta acción comunitaria: otros aspiran a
encontrar en una fe relativamente novedosa la paz interior. No siempre logran la
identificación rápidamente -y abundan los que no la logran nunca- y deambulan de secta
en secta, de creencia en creencia, con espíritu critico. Son los eternos disconformes que
pretenden alcanzar la fe por medio del análisis, ignorantes que la fe es puramente
emocional. Median otras causas, como las de orden psicológico, y también psiquiátrico.
Hay quienes se afanan por descubrir su verdad, la que debe estar condicionada a sus
intimas ansiedades: cuando alcanzan la identidad plena son los más proclives al fanatismo
y, en ciertos casos, también a la paranoia. Liberan, entonces, la enorme fuerza de su
caudal interior, penosamente reprimida, y pasan a ser los más intolerantes frente a las
creencias ajenas, debido a que para este tipo de personas el camino por ellas elegido es
el único correcto. También se advierte a los que abrazan una determinada creencia por
agradecimiento; por haber obtenido un beneficio, como puede ser su curación o la de un
allegado. Por último, nos referiremos -dejando constancia que no hemos agotado la
totalidad de las motivaciones- a los farsantes. Si bien no deberían figurar dado que sus
fines son injustificables, consideramos que no escapan al contexto. Muchas veces las
espurias intenciones con el tiempo se identifican con los postulados; y el cazador pasa a
ser una pieza más del conjunto. La tragedia de Guyana lo prueba: el creador del
"Templo del Pueblo", ególatra, drogadicto y obsesivo sexual, exigió el
sacrificio de sus acólitos, pero en él involucró su propia vida. La farsa había
llegado a subyugarlo a tal grado que lo convirtió en un psicótico.
Hay quienes se encuentran definitivamente en determinada corriente religiosa o en un culto
especial, un movimiento, una idea; como los que con el correr de los años son ganados por
la desilusión.
También abundan los inspirados por buenos propósitos, que luego caen en el inmovilismo o
la indiferencia, siendo incapaces de abandonar la militancia, por inercia o intereses
personales. En este último caso , sucede la conversión a la inversa del farsante: las
loables intenciones se trastocan en apetitos materiales.
La fe ha perdido fuerza; en su lugar impera la ambición. Se busca, entonces, el modus
vivendi, que tiene variaciones: mercantilizar la oratoria, la pluma o la editorial, según
las condiciones personales o los medios disponibles; recurrir a las colectas o al pago de
servicios especiales, tal como curaciones de tipo espiritual, magia blanca o negra,
videncia, etc.
El presente trabajo pretende historiar las más importantes creencias vigentes en nuestro
país. Decimos creencias; pueden ser sectas, simples instituciones de enseñanza
esotérica o iglesias debidamente constituidas. No está en nuestro ánimo hacer crítica
ni suscitar polémica. No somos jueces: tan solo cronistas. Por ello, no dejaremos de
reseñar el contenido de las filosofías en juego y señalar las criticas de calificados
censores. Así, el lector podrá juzgar según su propio criterio. Se trata de creencias
no alineadas en las antiguas iglesias -católica, protestante o judía- y que han nacido
gracias a la denodada acción de sus creadores -hombres y mujeres.
El lector podrá pensar en obsesiones y mitomanías; en fraudes y alucinaciones. Pero los
seguidores rechazarán enérgicamente y con indignación cualquier duda que menoscabe sus
convicciones. En nuestro periplo por distintas escuelas de conocimiento encontramos
siempre a los respectivos acólitos imbuidos de seguridad sobre el camino elegido. Todos
creen poseer la verdad; nadie duda que los demás están equivocados. Pero es innegable
que todos son dignos de respeto. El hombre posee libre albedrío; y creemos que hasta el
que no acierta, si en la intimidad de su ser vibra con la convicción de no haberse
equivocado, le asiste un mínimo de razón. Porque, al menos, se encontró a sí mismo.
¿un puente con el "Más Allá?
La llamada "doctrina
espirita" tiene en Allan Kardec su más serio codificador. Decimos el más serio,
porque anteriormente a su vasta obra bibliográfica existía un tipo de espiritismo de
tipo espectacular, como el de las mesas giratorias. Las primeras manifestaciones de ese
carácter produjéronse en Estados Unidos, acompañadas con ruidos y golpes. Luego se
propagó a Europa. Informa Kardec, que las comunicaciones inteligentes se obtuvieron
algún tiempo después por medio de mesas que se levantaban y daban con uno de sus pies un
número determinado de golpes, representativos de las palabras si o no, según lo
convenido, respondiendo de tal manera a las preguntas que se hacían. Con el tiempo se
lograron contestaciones más comprensibles con las letras del alfabeto, obteniendo que el
objeto diese el número de golpes correspondientes al número de orden de cada letra.
Consiguióse así formar palabras y frases que respondían a los interrogantes formulados.
Aclara Kardec: "La exactitud de las respuestas y su correlación con las preguntas
suscitaron la admiración. Preguntado, acerca de su naturaleza, el ser misterioso que de
tal manera respondía contestó que era espíritu o genio, dijo su nombre y dio diversos
pormenores acerca de sí mismo. Esta es una circunstancia digna de destacar. Nadie ideó
los espíritus como medio de explicar el fenómeno, sino que éste mismo reveló la
palabra"
"Uno de esos seres invisibles fue quien aconsejó que se adaptase un lápiz a una
cestíta o a otro objeto. La cestita, colocada sobre una hoja de papel, es movida por el
mismo poder oculto que mueve las mesas, pero, en vez de seguir un simple movimiento
irregular, el lápiz traza por sí mismo caracteres que forman palabras, frases y
discursos enteros de muchas páginas, tratando las más elevadas materias de filosofía de
moral, de metafísica, de psicología, etc.". (1)
Hace saber, después, que el consejo fue dado simultáneamente en América y en Europa. Y
que tal procedimiento sólo tiene concreción por la influencia de ciertas personas
dotadas de un poder especial, designadas con el nombre de médiums (medio o intermediario
entre los espíritus y los hombres). Con el tiempo hubo médiums con facultades para
escribir los mensajes en forma directa, guiados tan sólo por un impulso febril; así las
comunicaciones posteriores fueron más rápidas y más completas. Kardec redondea su
explicación asegurando que la experiencia dio a conocer otras variedades de mediumnidad,
por medio de la palabra, el oído, la vista, el tacto; también por la escritura directa
de los espíritus, sin el concurso del médium ni del lápiz.
La rápida difusión del espiritismo atrajo la atención de muchos. Fue Kardec quien le
dio forma de doctrina religiosa, sentando las bases de un nuevo culto de orientación
cristiana. Veamos algunas de sus premisas:
Al abandonar el cuerpo, el
alma vuelve al mundo de los espíritus, de donde había salido, para tomar una nueva
existencia material después de un tiempo más o menos prolongado, durante el cual se
encuentra en estado de espíritu errante.
El espíritu debe pasar por distintas encarnaciones. Todos hemos tenido diversas
existencias, y tendremos otras, en etapas de perfeccionamiento.
Los espíritus ejercen en el mundo moral y físico una acción incesante. Influyen
sobre la materia y el pensamiento humano. Sus relaciones con los seres vivos es constante.
Hay espíritus buenos que incitan al bien, ayudando en varios sentidos. Los hay también
malos que impulsan al mal y se gratifican con la desgracia del poseído.
Es necesario, pues, diferenciar las comunicaciones que se reciben. Las de los
buenos se emiten con lenguaje digno y predican la moral; las provenientes de los malos son
inconsecuentes, triviales y con frecuencia falsas y absurdas. Hay espíritus burlones,
también llamados inferiores; su fin es la burla o sembrar la confusión, emitiendo
comunicaciones burdas o carentes de sentido; o prediciendo falsedades.
En una de sus obras, el referido autor emite el siguiente juicio, con el deseo de
refutar acusaciones que implicaban influencias malignas en el espiritismo:
"La Iglesia reconoce como auténticas ciertas manifestaciones de la Virgen y otros
santos, en apariciones, visiones, comunicaciones orales, etc. ¿Esta creencia no se
contradice, acaso, con la doctrina de la comunicación exclusiva de los demonios?"
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Cosme Mariño: Espiritista de la primera hora y prestigioso periodista.
Fue uno de los propulsores de la Sociedad "Constancia"

Jose Smith: profeta del mormonismo. Refiere que recibió la historia de una antiquísima
civilización de manos de un ángel

Mary Baker Eddy: "alma mater" de la
ciencia Cristiana. "Dios es todo en todo; en todo;
el mal y la enfermedad no existen

H. Spencer Lewis Primer Imperator de los
Rosacruces de Amorc: I
iniciaciones a distancia; cursos por correspondencia.
El rosacrucianismo al alcance de todos

William Booth. Fundador del Ejercito de Salvación.
Si bien los salvacionistas hacen una obra de bien,
hay quienes los acusan de estar al servicio de "su graciosa majestad..."

H.P.Blavatsky. Creó la Sociedad Teosófica y escribió "La Doctrina Secreta".
Su inextricable
contenido originó ácidas conroversias
Kardec reunió elementos dispersos, conceptos ambiguos y evidencias provenientes de la
experiencia, desechando todo aquello que podría ser dudoso, desde su punto de vista. Sus
libros son serios en lo que respecta a las intenciones. Y formativos de una conciencia
espírita, basada en preceptos morales. Es de suponer que fue un hombre guiado por buenos
propósitos. La endeblez de la doctrina estriba en no lograr las pruebas concluyentes.
Veremos, a continuación, diversas opiniones que no condicen con el basamento de sus
postulados.
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