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En el nuevo parlamento esa
peculiaridad quedó nuevamente reflejada: sobre 192 diputados, tan sólo los cuatro
socialistas argentinos (poco más del 2 % de las bancas, en representación del 2% de la
ciudadanía) significan algo que se aproxima a la izquierda marxista (aunque en una
variante generalmente reformista). Hay algo más: de los 180.000 votos socialistas
argentinos, 150.000 fueron reunidos en la Capital Federal y en la provincia de Buenos
Aires.
Posiciones políticas vinculables al centro y a la derecha (dentro de la discutible
clasificación tradicional) muestran, en cambio, su fuerza; la derecha contaría con unos
20 diputados (conservadores, udelpistas, socialistas democráticos) y el centro con 116
(radicales oficialistas, ucristas, frondizistas. demoprogresistas, democristianos,
federaciones provinciales, independientes). El total de diputados se completa con los 52
legisladores peronistas (50 que forman el bloque y dos disidentes) y los cuatro
socialistas argentinos.
LA ORTODOXIA HETERODOXA
El peronismo, que recoge la
mayoría de tos sufragios provenientes de las clases trabajadoras, es definitivamente
inclasificable dentro del esquema tradicional: mientras por su electorado se situaría a
la izquierda, por la ideología de muchos de sus dirigentes se acercaría a las
concepciones de derecha. y más aún, de extrema derecha (el periódico oficial del
movimiento, "Retomo" -dirigido virtualmente por Raúl Jassen-, muestra abiertas
simpatías por las concepciones fascistas)
La actitud del peronismo es, lógicamente. la más tentadora para los analistas
políticos. Paulino Niembro, que dirige férreamente -con criterio de disciplina sindical-
el bloque mayoritario, no parece tener relaciones excesivamente amistosas con los
representantes del sector político del movimiento. Hombre de la Unión Obrera
Metalúrgica, decidido vandorista, se muestra por momentos dispuesto a resistir las
presiones del sector político de origen neoperonista (canalizado, muchas veces, a través
del mendocino Serú García) y de algunos hombres de extracción sindicalista (como Carlos
Gallo), embarcados aparentemente en la linea jorgeantonista.
En fin: ¿Qué se discute ahora en el peronismo? Cuando el bloque ortodoxo elegido
el 14 de marzo resolvió invitar a los neoperonistas para integrar una bancada homogénea
-pese a que los "neos" no habían suspendido sus ataques a la conducción
oficial-, el oficialismo pareció respirar tranquilo: los justicialistas (se dijo) se
disponían a "hacer buena letra". La explicación era obvia: los
"neos" procedían de una rebeldía frente a Perón, que algunas veces fue
adjudicada a intensas gestiones -oficiosas- del vicepresidente Carlos Perette.
Antioficialistas decididos, de acuerdo con sus declamaciones públicas, los neoperonistas
se habían avenido a apoyar en los hechos importantes iniciativas gubernistas, como la
preelectoral emisión de dinero; opuestos desde siempre a las gestiones "profrente
nacional*' -que marcaron el comienzo de su rebeldía política-, los neoperonistas
parecían más cómodos como sospechosos de oficialismo que como hombres catalogables en
el frigerismo. El magnate Jorge Antonio (financiador de "Retomo", periódico
ubicado, por lo demás, en un categórico antifrondizismo) influía de alguna manera en
los neoperonistas, aunque sin adherirse a la rebelión heterodoxa y manteniendo su lealtad
formal hacia Perón.
LAS TRES VERSIONES...
El 15 de marzo, pocas horas
después de las elecciones. Paulino Niembro (hombre de Augusto "Lobo" Vandor,
dirigente gremial casi todopoderoso que -según se insiste en afirmar- no vería con malos
ojos un "pronunciamiento" azul o, caso contrario, una alianza electoral con el
frondizismo) anunciaba a periodistas amigos una rápida sucesión de actitudes que
tendían a irritar al gobierno (votar contra la reelección de Arturo Mor Roig como
presidente de la Cámara de Diputados, sufragando quizá por el midista entrerriano Raúl
Uranga) y a provocar a los militares, todo en favor de una actitud que debilitara la
estabilidad del propio gobierno (reclamar restos de Eva Perón, regreso de Juan Perón,
etcétera). Con la conducción de Niembro, el peronismo ortodoxo parecía así dispuesto a
reeditar una vieja alianza política (peronismo-MID) y a favorecer, simultáneamente, a
algunos militares azules. presuntamente disconformes con el gobierno y deseosos de actuar.
Sin embargo, pocas horas después, el bloque "ortodoxo" abría sus brazos
e invitaba a los "neoperonistas" a integrarse en el sector. Niembro,
aparentemente, retrocedía en favor del "jorgeantonismo". Unos días más y.
cierta declaración del bloque aclaraba que el peronismo no seria perturbador en la
Cámara: los justicialistas parecían decididos a jugar en favor de la estabilidad del
gobierno, de su propio crecimiento en la legalidad, con vistas a las elecciones de
gobernador de 1967.
Esa actitud promovió comparaciones: el peronismo se inclinaba por una linea
detonante en su oposición verbal al gobierno, pero casi oficialista en la practica. Como
el radicalismo alvearista en la época de la Concordancia, se promovería una gran
violencia declamatoria, pero se seguirían apoyando las leyes que el gobierno necesitara.
"Jorge Antonio quiere un peronismo alvearista", se expresó entonces. No
faltaban las interpretaciones, jugadas en tres niveles no excluyentes:
Si el peronismo llega a un "statu quo" que permita su lenta
integración pacífica en el régimen parlamentario liberal, nadie podrá impedir que
dentro de dos años se encuentre gobernando en muchas provincias, incluyendo Buenos Aires.
Se despojará de todo pretexto al "proscripcionismo".
El movimiento necesita el apoyo financiero de Jorge Antonio; las finanzas de
Jorge Antonio necesitan da conversaciones con el gobierno (interdicción de bienes,
etcétera).
Los peronistas se encuentran ideológicamente cercanos a algunas de las
soluciones económicas propuestas por el oficialismo.
...Y LAS DOS TÁCTICAS
A fines de abril, "La
Nación" destacaba en un comentario las óptimas relaciones existentes entre
diputados peronistas y radicales del Pueblo: "Por su parte -decía el matutino- los
diputados justicialistas decidieron no irrumpir en masa en la vida parlamentaria con
actitudes explosivas. Las tácticas del sector contemplarían esencialmente consolidar su
permanencia legal en el escenario político. Por el momento, se convino en no colocar al
oficialismo en posiciones desairadas y concurrir a escuchar el mensaje presidencial del
primero de mayo. |

Augusto Vandor, el color "azul" no le disgusta

Jorge Antonio, dominaría el sector político
Esto ha traído en el peronismo
otra preocupación: evitar que grupos partidarios pudieran perturbar con actitudes
destempladas el desarrollo de ese acto. Finalmente, una reunión conjunta mantenida el
viernes por representantes de ambos sectores pareció marcar la iniciación de un periodo
de buenas relaciones entre radicales del Pueblo y peronistas" ("La
Nación", 25 de abril de 1965).
En el peronismo gremial, sin embargo, se insistía a favor del mantenimiento de una
posición rígidamente antioficialista (línea Vandor-Niembro, con apoyo desde las sombras
del afrondizado dirigente de la carne, Eleuterio Cardoso) que debía tender a lograr las
dos alianzas paralelas que buscan los sindicalistas peronistas y que resisten los
políticos peronistas (y algunos gremialistas cercanos al neoperonismo): con el MID por un
lado; con las Fuerzas Armadas por el otro.
Así, mientras el grupo de políticos y "neos" quieren mantener en el
fondo la independencia del movimiento frente al frondizismo y los azules, los gremialistas
insisten en que esa independencia es en realidad, una cobertura para disimular el acuerdo
con el oficialismo.
¿Cuáles son las motivaciones de las dos tácticas? Fundamentalmente, cada grupo
parece jugar a favor de la preservación de la propia especie: los políticos entienden
que una alianza con el MID los desplazaría de la conducción del movimiento (los equipos
políticos e ideológicos serían suministrados por el frondizismo), obligando a una
alianza entre midismo como estructura partidaria y 62 organizaciones como estructura
gremial que anularía las perspectivas de los "doctores" peronistas. Los
gremialistas, en cambio, entienden que retomarían la iniciativa dentro del movimiento en
tanto anulen a los políticos de adentro y obliguen a los políticos de afuera a
entenderse con los sindicatos. El esquema, por supuesto, admite excepciones (como lo
prueba la adhesión del político Iturbe al frentismo), pero lo cierto es que el
justicialismo oscila entre el juego radical del Pueblo (que significa su autonomía
política, pues es impensable una alianza con el oficialismo) y el juego con el MID (que
significa frentismo) o los azules (toma de fábricas, agitación gremial).
(sigue) |