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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El Circo Criollo
Lily Franco

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Centro Editor de América Latina
1982

 

Sigamos con nuestros cómicos
Volviendo al tony y al payaso, tendremos que dar una somera lista de aquellos seguidores de quienes abrieron la brecha. Algunos -muchos- casi paralelos a "Pepino el 88", como Vita, el Tony Bebecito, Lindolfo Verdaguer, simplemente Tony Verdaguer, padre de uno de nuestros cómicos -humorista- más celebrados; Paco y Paquito Busto, Beroldo (que era además un gran actor dramático, fallecido en la escena mas intensa de La Muerte Civil, obra de Giacometti), etc. No serán pocos los que quedarán sin mencionar aquí. Y sacamos de la galera a un prestidigitador y tony: Se llama Manuel Padín y actúa como tony Padín, el 77, quien posee un humor brillante y corrosivo. Es un joven de origen portugués, viudo y padre de dos hijas: María y Aída. María fue estrella del cine mudo en "Nobleza Gaucha" y Aída casó con Francisco Aniceto Benavente, y son padres del prestigioso escenógrafo Saulo Benavente.

 

 


Pero esta historia se enlaza con un comienzo en Montevideo, donde dos niñas -María y Máxima Hourquet- concurren al circo donde actuaban los Podestá, sus vecinos. Allí María se enamora de un artista múltiple, Mezzadra y pronto contraen matrimonio y llevan consigo a la adolescente Máxima, que aprende con sorprendente facilidad el número de ecuyére de volteo. Es ella luego la segunda esposa de Manuel Padín, el 77. El matrimonio tiene siete hijos -uno muere pequeño- y los otros son Pilar, Manuel, Julio, Mariana, Fausto y Margarita. Todos ellos tuvieron y tienen que ver con el teatro, donde sin duda descolló Margarita en sus creaciones cómicas, seguida de cerca por su sobrina, Pilar Padín -Lidia Pilar Del Vecchio-, hija de conocidos actores.
Padín el 77 adquiere su circo, que pronto se incendia. Máxima, en una pequeña máquina de mano, cose la nueva carpa. Pero el inquieto hombre se enamora de la localidad de Chacabuco y decide radicarse allí, donde nacen sus tres hijos menores. Se convierte en el primer fotógrafo de ese rincón provinciano. Pero la muerte de un hijo pequeño le hace retornar a los caminos, afianzando su fama de tony en los circos "Lowandi", "Pabellón Japonés" de Olimecha, Lestrade, Raffeto, Casali, etc.
En el programa de una de las habituales funciones en honor y beneficio, escribe: "Doctores sed de mi mal / que tengo enfermo el bolsillo / el remedio es muy sencillo / y es el circo mi hospital. / Y para curar mi mal / os ruego que me escuchéis: / la botica no olvidéis / que en boletería está. / Localidades habrá / a no ser que os descuidéis. / Hoy es mi santo y por tanto /aunque no es mi natalicio / festeje a San Beneficio /porque me conviene el santo / He gastado no sé cuánto /para estar con firulete / sin decirlo por paquete / siempre fue voto a una muela / el nietito de su abuelo-Padín, el setenta y siete.

Y seguimos con ellos

No resistimos la tentación de seguir con esta familia, ya que en tanto María y Mezzadra continúan trabajando en el Uruguay. El marido enferma y reciben la ayuda de todos los compañeros, especialmente de un joven que se ha incorporado al elenco, conformándose con ser sólo un ayudante de pista o como se los llamó, un zanahoria. Es guapo y tiene una potente y bella voz. A la muerte de Mezzadra y con el tiempo, el reconocimiento de María se transformaría en amor y se casan. El joven se llama Alfredo Gobbi. Siguen en el circo y la pareja tiene una hija, Orfilia y poco después muere María. El actúa como clown, acróbata, actor, cantante. Se casa con Flora Rodríguez con quien formaría la famosa pareja musical, los conocidos "duelos" de entonces. Gobbi se incorpora a las filas de los hermanos Petray, que llevan Juan Moreira a España y así se va cumpliendo su destino de artista y de hombre, perpetuado en sus tres hijos: Alfredo, Virgilio y Juan Carlos.

... y con otros

En este apasionante e inagotable devenir del circo criollo rescatamos al tony Totó, tucumano, hijo de Juan Antonio Palacios y Carmen Villagra, quien fallece de parto, dejando ocho hijos. Los más pequeños, Eudoro y Segundo, son internados en el Seminario de Tucumán, provincia a la que un día, con el correr del tiempo, llegaría un circo, el del "Niño Rosales". Cuando son llevados por las autoridades del Seminario.la fascinación que el espectáculo ejerce sobre ellos es tan poderosa, que escapan por tres veces para incorporarse a la caravana. Tal obstinación vence la resistencia paterna y pronto ejecutan los números de maroma y barras fijas. Además, Eudoro posee condiciones histrióncas y comienza a interpretar al tony Totó. También se enamora de Teresa Pascual, contorsionista, actriz e hija del empresario, pero este declara una lucha sin cuartel. Con los hermanos Palacios, también había dejado su casa tucumana el músico José Luis Padula que actuaba con un número de guitarra a la que adosaba una armónica, ejecutando ambos instrumentos simultáneamente. Los tres muchachos huyen con la enamorada joven y José Luis es quien provee el sustento, tocando de noche en los boliches, hasta que nace Margarita Palacios, nuestra conocida artista nativa, quien, siendo ya su padre un prestigioso empresario, aprende trapecio y fuerza capilar, número que ella recuerda siempre, le enseñó Carlos Melegrano. El Circo "Palacios", ya de gran nombradía, se va acercando a Buenos Aires, donde Totó actúa con Frank Brown y hace pareja con Paco primero y Paquito Busto después. Pero retornará a su propio circo, que tiene importancia económica y artística, llevando caballos para cuadreras y carreras, como "Capricho", "Mama Quilla" y "Pacha Mama", viajando con ellos, jockey y compositor. Margarita, como su hijo Kelo, dejaría el circo, pero la gloria mayor de la carpa quedó en aquel famoso tony Totó.
Los tonys de nuestro circo, como ya hemos dicho adquieren características propias, pero se distinguen por otra peculiaridad: Pepino el 88 tiene ribetes porteños y Totó bien provincianos, sobre todo porque desarrollan sus carreras en determinados ámbitos. Hay quienes, prácticamente, viven en giras por el interior y otros no salen de la capital o sus alrededores.
Un típico tony porteño fue Sixto Vinelli, conocido como Sacudile. En el año 1902, en las calles Rivera y Cánning, el circo de los hermanos Formento hacía emocionar al chiquilín que por allí vivía. Sus diez años de edad ya habían decidido un destino. Conociendo la generosidad y bonhomía de aquella prestigiosa familia no es difícil imaginar cuánto abrieron su corazón y su estímulo a las inquietudes del muchacho. Claro que tal inquietud no entraba en los planes de don Aníbal, padre de Sixto y su vocación hubo de esperar dos años hasta presentarse con una autorización ante Formento.
Estaba firmada por Aníbal Vinelli, para que su hijo saliera en gira con el circo. Así llegó a iniciarse, pero al llegar a Bahía Blanca -después de un tiempo- la policía reclamó al menor, que había fraguado el permiso paterno. Aunque en plena adolescencia actúa en teatro, no olvida su pasión por la pista. La ocasión es realmente eso, puesto que enferma el tony del circo "Politeama Nacional" y él lo reemplaza. Allí nacería Sacudile, ya que usaba un latiguillo que pronto prendía en el público con aquello de ¡Sacudile nomás!. Sus parejas más celebradas fueron con los payasos Scarpini y Lucho, ambos de vasta tradición en la tabla.
Chocolate y Pachequito, Camilito y Chorlito, Chichi y Polo (formada por los Guglielmi, padre e hijo), Pepino Sacchi y Orlafi fueron, entre muchas otras, parejas de imborrable recuerdo, fusionando su labor en perfecta armonía y entrega. Tonys encarnados por Emilio Casali, Canuto, Argentino Gani, Argentinito, Mister Zsett, o Tony Napoleón, Blas La Corte, Blasito, José Wilde Esponjita, Lindolfo Verdaguer, Luis Pereira, Luigi son importantes nombres de la serie de otros que no lo son menos y que figurarán en el diccionario del circo que tenemos en preparación.

Los aportes europeos

Además de las razones expuestas anteriormente para llamar "criollo" a nuestro circo, nos asiste aquella de que fue formada con el aporte incesante de artistas europeos, enraizados en la Argentina: los italianos Raffeto, Gani, Casali, Tomeleri, Pollastrini, el inglés Frank Brown, el alemán Rukstull, el triestino Stanco, franceses como Ellies y como la famosa familia Henault.
El primer Henault de esta dinastía que llegó a nuestro país pasó antes por el Uruguay, donde conoció y enseñó las artes circenses a los Podestá, luego traído desde la otra orilla por el inefable Raffeto. Se llamaba Félix y aquí falleció en 1895. El último de esa larga familia dedicada al circo, también se llamaba Félix; era actor y autor, pero prefería entre todas sus actividades ser reconocido como el Clown Pepino. Con su muerte, acaecida en 1979, la familia Henault ha puesto un melancólico final para el circo.
Contratados por Frank Brown llegaron a nuestras playas los integrantes de la familia Pollastrini. Traían tras de sí una larga trayectoria artística. Es en el mismo elenco del "Casino", donde actúa otro grupo familiar itálico: los Gani. No será esa la única vez que han de hallarse y fundar su criollismo, ya que con el correr del tiempo y como uno de los más bellos timbres de honor del gremio, la familia se hace una, puesto que dos hijos de Gani, Alfredo Atilio y Miguel Ángel, se casan con Mariana y Brasilina Pollastrini, respectivamente. Ocho son los famosos hermanos Gani y a los mencionados debemos agregar los nombres de ítalo José, Raúl, Julia, Friné, Argentino y Félix.

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La familia Rivero en pleno (1929)

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Los hermanos Julio y Hercilia Podestá en 1919

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La pulpera de Santa Lucía, de Blomberg y Viale Paz representada en 1930 en el Circo Campos

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Programa del Circo Totó en 1943

Esto de la hermandad es casi una constante tradicional: los Campos: Pedro, Enrique, Avelino e Indalecio; las siete hermanas Rukstull: Flora, Susana, Clementina, Eugenia, Blanca, Augusta y Anita; los Gelabert: Mercedes, Rosita - a quién populariza hoy el Tony Firulete, su esposo, con aquello de "Rosita, prepárame los ravioles", a través de la televisión- y Jaime, el Tony Piolini. Esta mención fugaz, como muchas omisiones, no hacen en nada justicia a todo lo que estos singulares artistas han dado y siguen dando en el arte popular.

La hermosa comunidad

La comunidad circense se destaca por no tener otra relación con la crónica policial que la que supone accidentes propios a la tarea que desarrollan. No es pequeño tal mérito, que implica una conducta íntimamente relacionada con el sentido de la familia. Esa notoriedad se inscribe en el drama, de mayor o menor hondura.
Por ejemplo, el 8 de junio, en San José de Feliciano (Entre Ríos) en el circo de los "Hermanos Altamirano", uno de ellos hiere mortalmente al otro, convencido de que el arma utilizada para la obra que representaban tenía balas de fogueo. Se repite la tragedia que mucho antes tuviera como protagonistas a los hermanos Henault: Alberto mata a Teófilo Augusto durante una representación de Santos Vega en la escena donde el mítico personaje elimina, también sin quererlo, a Carmona, a quien llama "su hermano." En 1971, en la localidad de Albardón (San Juan) muere trágicamente Manuela Llanes, al caer del trapecio. El mismo año, en Rosario, al producirse un corte de luz, cae del trapecio Alfonso Guzmán, sufriendo serias heridas en la columna vertebral. Hechos de tal naturaleza son infinitos, pero el material circense tiene también enemigos implacables en el viento y el fuego. Este tipo de accidentes es tradicional, como ocurrió con Raffeto en 1892, con el circo que funcionaba entre las calles San Juan y Sarandí.
Un circo que se quema devora sueños y esfuerzos, a veces de manera irreparable, como sucediera en la ciudad de Mercedes (Buenos Aires) en 1957, donde el fuego dio cuenta de uno de los circos más antiguos y queridos del ambiente: el "Casali". En ese cálido rincón del país, donde siete años se habían celebrado los cincuenta de labor de don Emilio Casali, el material se convirtió en cenizas. Era un poco tarde para recomenzar, sólo quedaba la esperanza en sus hijos Emilio y Miguel, que miraban con estupor y lágrimas el desolador espectáculo.
Pero no fue posible: Miguel no tuvo fuerzas y Emilito, artista integral, como su padre, el muchacho que hacía maravillas en las barras fijas, en el alucinante trapecio al vuelo, el que pulsaba su guitarra y cantaba y actuaba como el mejor, tuvo una muerte trágica, no en el riesgoso trabajo de pista, sino al volante de un automóvil.
El dolor es, para el cirquero, como el fuego que templa el metal. En La Razón de Chivilcoy.en 1962, se registra una nota llena de lirismo. Relata el periodista de qué manera impiadosa una tormenta había deshecho, prácticamente, el circo que funcionaba en la Plaza Rivadavia y cómo, ese pueblo generoso que había recibido el aporte de la alegría y la ternura, en un grupo representativo del pensamiento y el músculo del lugar, se apersonó al empresario para ofrecerle ayuda: "Lo hallaron -dice- en un trabajo empeñoso de reconstrucción, ayudado por la gente que le rodeaba en sus diarios quehaceres y a pesar de sufrir una herida en la mano, afanosamente removía escombros, buscaba retazos aprovechables, impartía órdenes; aguja en mano cosía trozos de la carpa y otros procuraban levantar el palo mayor. Cuando le fue expuesto el motivo de la visita, una sonrisa grande iluminó su rostro y las palabras no se hicieron esperar, porque salieron espontánea y nítidamente, sin esfuerzo. Agradecía el noble gesto: la ofrenda retemplaba su espíritu que no se había doblegado ante la fatalidad, pero lo rehusaba de la manera más terminante. La reconstrucción debía ser obra de su exclusivo esfuerzo. No era la primera vez que la vida lo castigaba y siempre lo había superado. Ahora mismo, esta actitud de los vecinos lo reconfortaba y los estimulaba a seguir luchando sin desmayos y con fe. Ayudado por su pequeño séquito, el circo sería levantado otra vez y los espectáculos reanudados. Entonces Chivilcoy demostraría su estímulo concurriendo a sus funciones. Esa era la sola y afectiva ayuda que aceptaba, además de lo que significaban para su vida de hombre, esos brazos que se le abrían generosos. Y un bravo apretón de manos y quizá el intento de dos lágrimas detenidas en un rictus amable. Quedó así escrita una página de fraternidad, pero sublimada en el desenlace."
Esto no admite comentarios. Sólo dice de un hombre, uno más del circo y de su dignidad, común a los que son cirqueros de raza.

 

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