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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El Circo Criollo
Lily Franco

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Centro Editor de América Latina
1982

 

Esos bellos personajes
Personajes bellos e imprescindibles en un recuerdo del circo criollo, como fue, entre otros, Luis Carlos Colombo, pionero en cuanto se propuso en su larga y fecunda vida, ya que nació en 1882 y murió en 1974, razón por la cual tuvimos la suerte de conocerlo y escuchar de sus propios labios vividos relatos de su vinculación con el circo, que hacían brillar sus ojos de más de noventa años. Comenzó en el teatro "Doria", con el circo de los Podestá, de Azcuénaga y Rivadavia. "Pero -decía riendo- yo era el portero." Pronto, con Juan Tacherlla, regentea el teatro "Libertad", de la calle Ecuador, donde actúa Joaquín Fontanella.

 

 

 Durante una gira con circo hace lo que desea ser: actor. Así anda por Santa Fe y Entre Ríos. provincias que lo ven crecer en sus inquietudes, que no son pocas. El matrimonio parece una buena amarra, pero no es así, ya que cuando el actor Romeral le informa de que en Pergamino hay un circo "varado" y podrá adquirirlo con mil pesos, se encuentra otra vez en la ruta. Desde entonces, su vida será el circo, los grandes politeamas. Sus artistas, entre otros, fueron los padres de Luis Sandrini, Juan Verdaguer, Dringue Farías, Pedro Quartucci, etc.
Como antes Raffeto, él montó un Juan Moreira interpretado por mujeres, entre las que se contaban Sara Fornaresio, Tita Queirolo de Verdaguer, Angela Reynaldi y Leonor Liborio (más tarde Leonor Rinaldi). Su inquietud lo llevó más allá y en 1909, adquiere al cinematografista Atilio Lupizzi una máquina "Pathé Fréres", con la que se dedica a pasar "vistas" por todo el interior del país, logrando corriente con acumuladores de automóvil, ante el asombro de la concurrencia. En 1915 produce uno de los primeros noticieros -el incendio del Molino del Oeste- y en 1917, con una vuelta a la nostalgia cirquera, filma Santos Vega, interpretada por José Podestá e Ignacio Corsini en los personajes protagonicos, con la dirección de Carlos R. de Paoli. Se estrenó el 17 de abril de 1917 en el cine "Capítol". No obstante, siempre vuelve al circo como empresario, sin dejar artista o novedad que ofrecer al público de las provincias.
No es probable que alguien que haya tenido que ver con el circo olvide a Raúl Villadeamigo. Su pintura, literariamente hablando, está realizada con tanta fidelidad por el escritor Joaquín Gómez Bas, que dejamos los trazos en su mano: "Era el caballero de la amistad. Bohemio impenitente, generoso y espléndido, se daba siempre sin control en sus afectos y en su dedicación al bienestar de sus compañeros. Como auténtico artista de circo, jamás tuvo fortuna. Tuvo, sí, la fortuna de saberse estimado, de sentir a su alrededor respeto, cariño y simpatía." Agrega más adelante: "Su silueta resultaba un tanto anacrónica, pero eso a él lo tenía sin cuidado. Es más, que le halagaba la curiosidad que despertaba a su paso. Vestía saco negro con pantalón fantasía, zapatos negros con medias blancas, camisa clara con corbata voladora y oscuro sombrero aludo. El todo haciendo juego con su revuelta melena, gris y sus lentes quevedianos. A cualquier hora del día y de la noche y en cualquier estación del año. Era un caballero de otro tiempo, que mantenía impertérritos su estampa y su hidalguía." Prosigue el interesante texto y no podemos menos que seguir reproduciendo la parte final, que asevera uno de nuestros conceptos y pinta de cuerpo entero a aquel artista que fue Villadeamigo. Relata el autor un encuentro de este con el pintor Larrañaga en el estudio de Quinquela Martín. El primero portaba un último trabajo, que, según él, era un payaso, entre la admiración de todos los asistentes, hasta que advirtió un gesto negativo. Fue entonces cuando le preguntó a Villadeamigo, muy molesto: "¿Qué? ¿No le parece bien?"
Aquel no contestó siquiera y siguió negando con la cabeza, hasta que se entabló el siguiente diálogo: -"¿Es pintor usted?"- insistió Larrañaga. -"No" -contestó por fin Villadeamigo-, no soy pintor. Soy hombre de circo y le puedo asegurar que eso no es un payaso." -"¿Ah, no? -replicó picado Larrañaga- ¿Y puede decirme por qué?" -"Sí señor -explicó Villadeamigo-, no es un payaso, porque ningún payaso verdadero, ningún payaso que se respete, se pinta la nariz de colorado. En todo caso lo que usted ha pintado es un tony o un excéntrico." Y lo sabía bien Villadeamigo, hijo político de uno de los más celebrados payasos, como lo fue Scarpini, compañero de muchos tonys criollos.

El viejo "Café Modelo"

No se puede hablar de Villadeamigo ni del circo si omitimos -so pena de injusticia- el "Bar El Modelo", como rezaba su descolorido cartel. Es que tenía un destino muy particular: reunir a la gente de circo. Este café de Buenos Aires, como el circo, quizá sea preciso haberlo vivido para comprenderlo. Estaba ubicado en la esquina de Paraná y Sarmiento, esquina porteña, para siempre cirquera. En 1894 cuando esas calles eran de Cuyo y Paraná, se instaló allí el circo teatro "Pasatiempo" con la famosa compañía Anselmi. Mucho después comenzaría a funcionar un café con pequeñas mesas de madera y mostrador de estaño, donde la máquina de "express" chistaba su líquido caliente. Poco a poco, se convirtió en lugar de reunión y un poco el hogar de cada cirquero que los lunes -día de descanso- se reunían allí, incluso llegando de cualquier punto del país en busca de artistas, de trabajo o de corrillo cordial y evocativo. Tanto era así que sus paredes recibieron -previo acto recordatorio- un hermoso cuadro con el retrato de Domingo Espíndola, quien presidía espiritualmente las reuniones, ya que tanto amor y dedicación había brindado a su gente, la que le correspondió considerándolo figura tutelar.
Los señores Fontán y Abad, dueños del café, auspiciaban esas reuniones, aunque el gasto que se hacía no era mucho. A la sociedad propietaria se agregó luego Benito García, un gallego que por su gran corazón merecía ser cirquero. Y allí, "sobre esas mesas que nunca preguntan", al decir discepoliano, en una que se dio en llamar "la mesa del rincón", nació "Argentistas", la asociación que agrupa a la gente de circo. Fue el 17 de agosto de 1940 y a esa iniciativa adhirió don Benito con fervoroso entusiasmo; la asamblea de esa noche lo proclama socio honorario, pero él sólo acepta a condición de serle aceptada una generosa cuota mensual. Fue uno de esos hombres que no perteneciendo al circo, estarán en su historia.
Permitió que en el reservado para familias funcionara la primera oficina y más tarde, con total desinterés, brindó una sala en los altos del bar, para que las reuniones se realizaran sin dificultades. Es preciso recordar a quienes -entre muchos otros- llevaron adelante la empresa de la institución, como Villadeamigo, Juan Buenrostro, Oreste Armagno Cosentino y en esa larga sucesión, Manuel Castro, que la vivió en una entrega total hasta su muerte. Argentistas crea su Boletín Social que nace en julio de 1941, con la dirección de Manuel -Manolo- Rico, artista talentoso y el primero que hiciera experiencias telepáticas en compañía de su mujer, Lola Calderón, integrante de una antigua familia artística, procedente de la zarzuela.
Para "El Modelo" también llega el progreso. Fue reemplazado por un bar Alemán y murió de tristeza. Hoy, como un destino inapelable, allí se levanta el complejo del Teatro Municipal General San Martín.
Esta historia merecía tener su día: El Día del Circo, que, por inciativa de Argentistas se celebra desde 1959 cada 6 de octubre, recordando el natalicio de José Podestá. Aquella primera vez estuvimos en Plaza Lavalle, donde se erige el busto de "Pepino el 88", junto a Blanca Podestá, Luis Arata, Santiago Arrieta, Juan Vehil y otros nombres gloriosos de la escena nacional, escuchando los versos dedicados a Podestá por Nené Padró, en la voz emocionada de Pedro Tocci, amigo del circo, al que acudía en esporádica actuaciones, toda vez que podía.

¿Qué dio el circo al teatro?

Si nos planteamos esa pregunta, diremos que en principio, todo. Aportó el actor intuitivo, algunas veces genial y lógicamente, debemos referirnos a uno de nuestros grandes trágicos: Pablo Podestá. Y recordar a muchos otros, como Fernando Peliche, formado con los Podestá, llegando a ser actor de primera agua en grandes compañías, para volver y morir en el circo. Ricardo Reynaldi, que sí fue maestro de muchos, lo fue esencialmente de Luis Sandrini, quien jamás ocultó su origen, que también había sido el de su padre.
Enrique Serrano en el circo "Cabañita" (instalado en Rivera y Canning) era actor y a la vez tony Tranquerita. En los circos "Barreiro" y "Gómez", actuó uno de los grandes olvidados del teatro y en la lona aprendió su oficio: Mario Fortuna, que regresaba siempre al circo "Biyut" de los hermanos Gelabert, reconociendo que bajo la carpa había vivido los mejores momentos de su vida. Juan Verdaguer, que antes de ser el célebre humorista que conocemos, hizo con sus padres Lindolfo y Tita Queirolo el duro aprendizaje de la comicidad y el número de la escalera en equilibrio. José Pepe Biondi, un cómico de recursos sanos, los mismos que había utilizado en circo con su compañero Dick, en el número de equilibrio sobre mesas. Dringue Farías, de quien, por sus actuaciones en televisión dijera el diario Clarín - y donde estaba implícito lo que significó el circo como arte y oficio: "Que Dringue Farías es uno de los comediantes de mayores condiciones de nuestro medio, es cosa que nadie pone en duda. Su origen circense le otorga esa ductilidad que pocos actores pueden esgrimir."
Osvaldo Pachecho también nos llega con toda su carga de recuerdos de lona. Ignacio Corsini, apodado "el Rubio" inició su carrera en los circos de Reynaldi, Colombo, etc. Santiago Arrieta fue ídolo de la época de oro del cine nacional. En él se daban todas las condiciones para que así fuera, más la nada despreciable de su hombría de bien. A los catorce años en Montevideo natal, un circo criollo le despertó su vocación de actor y desde 1913 hasta 1920 fue forjando su arma de trabajo con tanta calidad que al conocerlo Gardel en una gira, no pudo menos que invitarlo a trasladarse a Buenos Aires, donde comenzó su larga carrera en el teatro y el cine.
Un payador que tampoco figura en los trabajos especializados fue Ubaldo Martínez. Así lo hizo en los circos -casi siempre con gala de humor- y luego como actor. Actor, que, como los antes mencionados, se fogueó en el circo, para entregar al teatro el fruto maduro. Los hermanos Aleandro -Pepe, Rafa y Pedro- se iniciaron en los circos del barrio de Parque de los Patricios, aunque Pepe con su compañera Ofelia Diana, fue el que no lo abandonó hasta su muerte. Alguna vez una de nuestras más grandes actrices, como es Norma Aleandro, en plena adolescencia se llegó al circo de su tío, por los extramuros, haciendo de damita joven del repertorio.
Repetimos que hay mucho que agregar, pero hemos dejado expresamente para el final a otro grande d la escena argentina: Enrique de Rosas. El mismo le cuenta al periodista Andrés Muñoz que había ganado en uno de sus difíciles trabajos por la lucha por la vida la suma de sesenta pesos. Muñoz le pregunta en qué invirtió ese dinero y esta es la respuesta: -"Pensé comprarme un teatro, pero como no me alcanzaba me coloqué de secretario en el circo de los hermanos Cassano. De secretario pasé a ser clown. Luego me separé de los Cassano y alquilé un circo al tanto por ciento de la entrada. Yo era el empresario, el secretario de mí mismo y además, clown. Una noche me ocurrió un episodio trágico.

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Bar El Modelo

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Acuarela estilo naif  de Adolfo Rivero (circa 1965)

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Yo solía trabajar con un tony que se llamaba González. Una de nuestras atracciones consistía en que yo le daba una tremenda bofetada y él caía al suelo, fingiéndose muerto. Aquella noche todo fue bien hasta el momento de la resurrección. Al ver que no se levantaba me acerqué a él y vi en su cara la expresión de la muerte. No sabiendo qué hacer, con la ayuda de otro tony que estaba en el picadero, lo llevamos adentro donde comprobamos que el pobre González había muerto de un síncope en el mismo momento en que recibía mi bofetada.
Hasta muy avanzada la década del 50 en los circos del interior se representaba un variado repertorio teatral, incluido el extranjero. Cuando se producía un éxito en Buenos Aires, los pueblos de las provincias lo veían en los circos. Por ejemplo, La Virgencita de madera, tuvo una gran repercusión popular en la capital de la república y su réplica en la creación del tony Riverito fue considerada equiparable -o mejor- a la presentada ante el público porteño.

Además están los otros Podestá

Los otros Podestá son aquellos que, sin tener más vínculo con los creadores del circo criollo que el mismo apellido, escribieron páginas propias, desde los albores de su historia. Es cuando Ramón Podestá nace en Buenos Aires en 1877 y apenas niño siente una sola vocación: ser actor de circo y lo realiza al fin como escuela y forma de vida. Nunca supo de otro destino, aunque fuera duro y amargo a veces, pero siempre embellecido por su fervor, siendo "Moreira", "Juan Cuello" o tantos otros personajes a los que se les reconoció su calidad interpretativa. Cuando sus años se lo impidieron, siguió recorriendo con nostalgia los circos de extramuros, evocando el pasado. A él, como a Felipe Panigazzi los recordamos desde de nuestra infancia, hacia su alta y hermosa vejez.
Ramón se casa con la actriz Genara Silás y tiene nueve hijos: Ercilia. Julio, Antonio, María Isabel, Marcelo, Elsa, Romeo, Rodolfo e Irene. Todos hacen pininos en el arte. Y sólo los tres primeros siguen el camino. Ercilia deja el circo por el teatro, donde conocerá a su único y gran amor: el actor Ricardo Argemí. En Julio se resumía la inquietud bohemia. Buen mozo, actor, cantor y guitarrero -fue uno de los mejores intérpretes de Santos Vega- también escribió febrilmente y suyo es uno de los poemas que reflejan con fidelidad la vida del circo criollo. Por necesidad y como otra forma de bohemia, termina sus días como periodista gráfico. Antonio Miguel, como Julio, tenía en el alma la poesía de la vida. Fue cirquero como el que más, hasta que, como su hermano, a pesar de ser un excelente actor, la literatura lo condujo al periodismo. La nostalgia del pasado le quedó prendida en su aire melancólico y murió a los cuarenta y cuatro años, siendo subdirector general de la editorial Sopena. La etapa de esta familia Podestá no puede inscribirse en los breves trazos del presente trabajo y tampoco debe ser ignorada por quienes, como nosotros, intentamos la historia del circo criollo. Artistas y hasta poetas, como una nieta de Julio, que lo fue. Y hablamos en pasado, porque su vida tuvo la duración de veinte años, dejando una experiencia teatral y un libro de poemas editado después de su muerte.

Esa complejidad creadora

Es la que ha hecho de nuestro artista un ejemplar singularísimo: trapecista, tony, músico, autor. Nombrar el trapecio es no poder olvidar a Rosita Valenzuela, heredera de su padre, heredada por sus hijos, nutriendo una infinita gama toda la familia; ni a Natty Rodríguez, esposa del tony Chapulín, que ve a sus hijas volar por las alturas de la carpa; ni a Alcira Mello, quien doblara a Irma Córdoba en la versión fílmica de La muchacha del circo. Saber que Martín, Ángel Baraldo, Totín Alemán y Montaña, se inscriben entre los más importantes alambristas, ya como funámbulos o en el "trepe"; Carlos Melegrano, Julio Okano en fuerza dental. Benitof y Okano en increíbles contorsiones...
Y como si fuera poco, el intelecto, la obra teatral en perfecta estructura de desarrollo que amando al circo escribieron un teatro que no era circense, sino para el circo o para quienes quisieran hacerlo. Así esperan en los estantes Sacco y Vanzetti, primicia de Pedro Gómez Grimau en plena efervescencia del hecho y su romance en verso Santos Vega; Oreste Armagno Cosentino con Don Juan Facundo Quíroga, Juan de la Cruz Cuello, Pájaro Gaucho o Los que se acercaron a Dios, entre otras.
Juan Cella, tan entregado a su pasión circense como lo fuera Espíndola, de quien tomó la bandera de la fraternidad, esgrimiéndola hasta su muerte, que escribió febrilmente, haciendo que su nombre se asocie a Los linyeras, obra que aportó por muchos años y en todos los circos el conocimiento teatral en los más apartados lugares del país. Un registro y conocimiento de la producción de estos autores, nos retornaría a un sorprendente documento nacional e histórico.
"El Teatro del Picadero" realidad fugaz de un hermoso sueño de Antonio Monaco y Guadalupe Noble nos hacía alentar la esperanza de reencontrar allí al viejo circo criollo. Pero como aquel, acabó entre las llamas en 1981, devorando sus ilusiones y las nuestras. Como seres de fe, creemos en la perduración de esa escuela total y mientras aportamos notas para su historia, queremos seguir registrando las páginas que aún deben vivirse.

Bibliografía

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Román, Marcelo: Itinerario del payador, Buenos Aires, Lautaro, 1957.
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