Ciencia y Técnica Von Braun Un sabio que quizá podría
transformarse en mariposa
Había una vez dos
gusanos que se arrastraban por el barro. De pronto
vieron una mariposa que les revoloteaba encima. Y
uno de los gusanos le dijo al otro: "Es seguro que
a mí no me pescarán nunca haciendo una cosa
así..." Cuando el doctor
Wernher von Braun (51 años, casado, dos hijas,
genio de la cosmonáutica y la cohetería, de fugaz
paso por la Argentina en la última semana) repitió
el cuento, seguramente pensaba que para él nunca
existió la palabra imposible. Su primer gran éxito data de la
década del 30, cuando desarrolló la serie "A" de
proyectiles balísticos teledirigidos alemanes,
cuyo modelo de combate fue la V-2. El segundo, que
dijo estar convencido de lograr, será poner a tres
norteamericanos en la Luna según el proyecto
Apolo. La conquista del cosmos
le cuesta actualmente al gobierno de Washington
5.100 millones de dólares al año, reveló von
Braun: con el dinero volcado por los
norteamericanos en el espacio podrían pagarse
íntegramente las importaciones anuales de
Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador,
México, Paraguay, Perú y Uruguay juntos (u$s
5.195.000 según cálculos de la ALALC). Pero desde que, siendo
todavía un niño, sus ojos verdes se posaron sobre
el telescopio que le regaló su madre, von Braun no
se inquietó por esas pequeñeces. Es un soñador
práctico que hace treinta y cinco
años fue obsesionado por las fórmulas matemáticas
de Hermann Oberth (el germano que, junto con el
ruso Konstantin Ziolkovsky y el norteamericano
Robert H. Goddard, inauguró la ciencia de la
cohetería interplanetaria a principios de este
siglo). Sin participar de la ideología nazi y aun
mostrando una indiferencia personal sobre el
resultado de la guerra —que le provocó serios
encontronazos con Hitler—, von Braun no dudó en
valerse de la coyuntura bélica para proseguir sus
investigaciones. Sus bombas voladoras y cohetes
teledirigidos son responsables de una décima parte
de todas las bajas británicas durante la
contienda. Empero, desde su perspectiva apenas
constituía un jalón en el viaje a otros planetas. Sólo ahora el
científico cree estar cerca de su objetivo. El doctor von Braun
minimizó el peligro de las radiaciones Van Allen
(habitualmente se reconoce que el cruce del
cinturón interior de esta zona magnética a 3.800
kilómetros de la Tierra podría ser fatal; el
visitante aclaró, sin embargo, que la velocidad
con que las atravesaría un cohete lunar impide
todo daño: Es como tomar alcohol; mucho, marea y
poco, no hace nada, dijo). En cambio le dio
importancia al posible choque contra meteoritos.
Aquí también sus opiniones sonaron heterodoxas, ya
que desde los estudios de Grimmiviger en 1948, se
creía que no existían más probabilidades de sufrir
ese accidente en el espacio exterior que en la
superficie terrestre. Reconoció que nada se
sabe con certeza sobre el suelo de la Luna: tanto
podría ser compacto como desagradablemente
pringoso, y no se excluye la alternativa de que
los confiados terráqueos sean devorados con nave y
todo por arenas movedizas. Son estos misterios los
que le otorgan a la conquista espacial su carácter
de aventura apasionante. En su calidad de jefe
del George Marshall Space Flight Center de la
NASA, el investigador germano-norteamericano tiene
a su cargo el proyecto circunlunar Apolo con
cohetes Saturno, que vino a desplazar al antiguo
proyecto Nova. "En una época —aclaró— se intentaba
llegar a la Luna a bordo de un único cohete
grande, capaz de cumplir un viaje directo y
eventualmente posarse íntegro en el satélite. El
progreso tecnológico permite ahora recorrer el
trayecto en etapas, con vehículos compuestos de
varios aparatos separables o módulos, que se
encuentren y puedan adosarse en el espacio: las
famosas citas astronáuticas o rendez vous. Así es
factible emplear cohetes de menor tamaño y el
proyecto Nova fue archivado por impráctico." Los cohetes Saturno
viables son cuatro: los denominados 1 y 1-B sólo
poseen valor experimental y servirán para
verificar a nivel de las órbitas terrestres la
eficacia de este vehículo propulsor. El número 1-C
está en desarrollo. El más grande es el Saturno 5,
y no sólo llegaría a la Luna sino que;
teóricamente —advirtió von Braun a FRIMERA PLANA—
podría salirse con él del sistema solar. "Claro
—añadió, sonriendo— que tardaría muchos años en
arribar a semejante destino y en ese caso no
podría ir tripulado." La construcción a veces
plantea problemas inesperados. Para transportar
las enormes unidades desde el hangar de montaje en
Alabama hasta la plataforma de lanzamiento en Cabo
Cañaveral se probó remolcarlas sobre una barcaza
por los ríos Mississippi y Ohio, circundando luego
el Golfo de México. Resultaba el contrasentido de
que un cohete dispuesto para volar a más de 10.000
kilómetros por hora, cruzaba el país a una
velocidad máxima de diez. Entonces se les ocurrió
ensanchar el fuselaje de un viejo Boeing strato
-cruiser para que cupiesen las espacio-naves.
Conclusión; se obtuvo un avión útil pero
elefantiásico, al que bautizaron "El pescadito
embarazado". Uno de los cinco
motores del futuro Saturno 5 funciona ya
perfectamente en un banco de pruebas estático
(falta verificar su rendimiento en la propulsión
de un aparato móvil). La dificultad fue decidir
dónde se emplazaba la instalación de ensayos
debido al ruido pavoroso que produce: no quedó más
remedio que construirla en pleno desierto de
California y montar bombeadores especiales para el
agua (un solo dispositivo secundario exige 160.000
litros por minuto). Pero, grandes o
pequeños, los problemas no arredran al animoso von
Braun. "Desde la época de las cavernas hasta la
era del espacio, la humanidad superó obstáculos
más graves —dijo antes de partir—. Y aquí nos
tienen, dispuestos a trepar a la Luna." 29 de octubre de 1963 PRIMERA PLANA