Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Alejandro Jodorowsky
Teatro: Alejandro Jodorowsky o cómo ser niño terrible en México

Cuadro primero y único. El interior de la casa de Alejandro Jodorowsky, toda pintada de blanco por fuera y por dentro, con pequeños toldos rojos en las ventanas. Una verja, abierta, y un mínimo jardín se asoman a la calle Colima, barrio residencial de la ciudad de México. El frente de la casa está iluminado por un sol radiante, aunque es invierno: enero de 1971. Panorama está instalada en el living después de haber sido atendida por una mucama y dos amigos de Alejandro, quienes opinan que no tardará en llegar. Los dos amigos son fotógrafos; quieren dirigir cine y están tratando de juntar plata para hacer un largometraje. Al rato entra Jodorowsky, sonríe, saluda, estipula la necesidad del tuteo y empieza la charla.

PERSONAJES. Alejandro Jodorowsky, autor y director de teatro de vanguardia. Nacido en Chile, residió en París durante varios años, los suficientes para inventar el concepto de "teatro pánico” junto a Fernando Arrabal, el dibujante y novelista Topor y Jacques Sternberg, novelista y autor del guión de la película de Resnais Je t’aime, Je t’aime. Pánico viene del dios Pan y significa humor, terror y simultaneidad. Este movimiento le adjudica a Jodorowsky la paternidad de los primeros happenings parisienses, a principios de los años 60. Al partir de Europa (a donde lo había llevado Marcel Marceau como asistente en 1959) se radica en México. Allí, desde hace unos años, ha logrado revolucionar el concepto de teatro experimental. Durante 1970, Jodorowsky logró la singular hazaña de mantener por varios meses en cartel dos obras escritas y dirigidas por él: Así hablaba Zaratustra y Los juegos que todos jugamos. Últimamente se dedica al cine. Entre otras cosas fue el primer escritor que intentó aplicar al teatro las teorías sobre el sexo de Wilhelm Reich en Los juegos que todos jugamos. Encontró tiempo suficiente para escribir y producir historietas cómicas (Aníbal 5) de las que se llegaron a editar siete números.
Jodorowsky es alto, delgado, impenetrable, simpático, vital. Puede tener de 35 a 45 años, no se sabe. Físicamente es una mezcla de Iván el Terrible y el hippie next door. Su pelo largo, ondeado, canoso, partido al medio, le da un aire de caballero medieval. La ropa también. Viste pantalones de brin ajustados y un sweater de cuello alto, oscuro.
Válery, su mujer. Despistada, encantadora como corresponde. Usa peinado afro a pesar de ser muy rubia y muy delgada. Está vestida con maxifalda floreada y altas botas acordonadas. Habla poco, interrumpe menos. Sale y entra del cuarto sólo para traer vino, galletitas, limonada.
Visitas, variadas. Por ejemplo: un amigo mexicano con su mujer norteamericana; aparentan tener algo que ver con la universidad norteamericana de Berkeley, pero no está muy en claro. Cuando llegan, todos los que saben empiezan a hablar inglés, mientras alguien señala una pila de libros ubicados sobre un escritorio. En su honor, Jodorowksky desciende de los altos de la biblioteca que ocupa dos paredes enteras del living, un inmenso álbum de fotografías pornográficas. La señora parece estar a punto de escandalizarse, pero no se sabe.
Un psicólogo mexicano, a punto de traducir las obras completas de Lautréamont al castellano.
Los dos fotógrafos, instalados en el sofá, charlando con Válery.
Quique Alonso, uno de los jóvenes actores de Los juegos que todos jugamos, vestido de rolling stone, con moto y todo (depositada afuera).
Los periodistas de Panorama, preocupados por mantener una conversación coherente con Jodorowsky en medio del ruido general.
La acción se hace compleja. Alejandro manifiesta la necesidad de cierto silencio para la entrevista, pero hay un disco de rock puesto a todo volumen. El psicólogo se prueba con fruición una inmensa capa negra, vampiresca, forrada de colorado, que Alejandro insiste en regalarle "porque es más tu tipo que el mío”. Se discute simultáneamente a Lautréamont, a Sade, la capa y las galletitas de higos, “casi macrobióticas”. La americana ha pasado de la colección de fotos pornográficas a la lectura, en voz alta, del último libro de R. D. Laing: Knots (Nudos). Todos están encantados, aunque no todos entiendan inglés. Dos niños, hijos de Jodorowsky entran al cuarto, saludan a todos tan formalmente que la escena se trasforma, rápidamente, en un capítulo de Little Lord Fauntleroy. La formalidad dura poco tiempo porque los chicos salen al jardín.
De pronto Jodorowsky se levanta del sofá, se acerca a la máquina de escribir en la otra punta del cuarto para hacer una sugerencia.

Jodorowsky. —Comencemos la entrevista. (Coloca una hoja en blanco en la máquina.) Prefiero que Panorama dicte las preguntas para poder contestarlas directamente por escrito.
(Se produce entonces un trasladar de sillas hacia el lado de la máquina, pero la americana sigue leyendo en voz alta y la música rock no cesa. Jodorowsky sonríe encantado, encantador; el clima se creó solo, el tecleo hará lo demás.)
Panorama (se sienta detrás de Jodorowsky, única manera de dictarle las preguntas y leer, de paso, las respuestas). —En este momento de tu carrera, después de haber dirigido dos películas y tener el guión listo para una tercera, ¿te interesa más el cine o el teatro?
—Lo que más me interesa en este momento es abrir mi cerebro. Ya siento crujidos. Últimamente he subido muchos niveles mentales. Mi intuición devora constantemente a mi inteligencia. No siento diferencia entre dibujo, cine, teatro, literatura o hacer caca. Me interesa manifestarme en cualquier acto de mi vida. ¿Ves? En la palma de mi mano ha crecido una manzana. Es para ti, si tienes hambre.
(Descubriendo que leer las respuestas, escribir las preguntas siguientes y concentrarse en medio de ese cuarto se hace cada vez más difícil). —¿Estás satisfecho con la duración en cartel de tu última obra: "Los juegos que todos jugamos”?
—¿De qué duración me hablas? ¿De qué tiempo se trata? Pascal en diez minutos vivió más que los anteriores años de su vida. Fue cuando se iluminó. Escribió Fuego en una hoja de papel y vivió acompañado de esa palabra toda su vida. El tiempo se concentra a veces. Yo te puedo decir que la obra ha durado una docena de años. Cuando la estrené era una persona. Morí. Ahora soy otra. Quizás no soy. Debajo de tu cara ¿cómo es tu próxima cara, la que está gestándose, a punto de florecer?
—¿En qué medida te interesa la repercusión popular?
—Creo que hay un Director Interno en el cuerpo humano que regula el funcionamiento de todo el organismo. Este Director Interno "conoce” todo lo que pasa en el cuerpo. El más pequeño de mis pelos está "anotado” y “vigilado”. La humanidad es un solo ser, un cuerpo colectivo. Si lo que hago es auténtico, la humanidad sabe lo que estoy haciendo y el “Director Interno” ha producido los accidentes necesarios para que la obra naciera. Todo tiene repercusión popular. Todo está anotado, vigilado, producido por todos. No se trata de buscar, se trata de dejar nacer en uno mismo. Uno no es el espermatozoide, uno es el óvulo. Te voy ¡a decir algo muy raro: la repercusión popular existe antes de la obra y no después de la obra.
(Válery, mientras tanto, a un pedido de Alejandro, a un pedido de la periodista, se dispone a buscar en los bien ordenados ficheros algunas fotos de Alejandro que puedan ilustrar la nota. La gente sentada en el sofá y los sillones del living interviene activamente en la selección.)
Válery. —Casi todas las fotos fueron sacadas durante la filmación de Fando y Lis. Creo que Alejandro está distinto ahora ... (Fando y Lis, la primera película de Jodorowsky, fue estrenada en medio de profusos escándalos, durante el festival de Acapulco, a fines de 1968. Su segundo film, El topo (de 1970), suscitó escándalos parejos y un corte de censura más violento aún que el primero.)
Panorama (instalada sobre la alfombra naranja, al lado de Válery, eligiendo fotos amontonadas en el piso). —¿Quiénes fueron los productores?
Jodorowsky. —El único que me interesa nombrar es Viskin; los demás son unos hijos de...
—Hasta ahora ¿ganaron plata tus películas?
—Viskin, no sé; los demás, ya te dije qué pensaba de ellos. Fando y Lis fue vendida hasta ahora a Australia, Estados Unidos, Inglaterra, además de haber sido exhibida en México.
Quique Alonso. —¿Saben que Alejandro está en tratativas con Dennis Hopper, el director de Easy Rider para que actúe en su próxima película Asalto al Monte Carmelo? (Gran conmoción por la noticia.)
Panorama (presintiendo que la entrevista se está diluyendo, dicta rápidamente otra pregunta a Jodorowsky, afortunadamente aún sentado frente a la máquina). —¿Es posible ganar dinero con teatro experimental y vivir de ello?
Jodorowsky (tecleando rápidamente). —Es posible ganar dinero con cualquier cosa, si quieres ganarlo. Es posible ser rico en el momento que lo desees. Puedes tener todo lo que quieras. Lo que se necesita es querer. Beckett en Fin de juego, dice: “Lo difícil es querer”. No sólo se puede ganar dinero y vivir de ello con teatro experimental sino también recitando poemas de Ezra Pound en el subterráneo, leyendo el clítoris de damas de la alta sociedad, tomando fotografías de excrementos de perro, exponiendo miniaturas hechas en yeso de tus pezones a la salida de las carreras, etcétera.
—No siempre las sumas necesarias, sin embargo.
—Mira, niña, no te pagan por el producto, te pagan por lo que tú eres. Cristo vivió muy bien sus 33 años. Y además un millón de pesos para ti es una cantidad diferente de un millón de pesos para mí. "Si quieres ser rico, disminuye tus ambiciones." Conozco a un señor que tiene 300 millones y vive en medio de angustias económicas.
—¿En qué medida estás influido por Grotowski?
—En la medida en que estoy influido por esa mariposa negra que hoy vi revolotear en la calle a las ocho de la mañana; me dije: no es una mariposa, es un pedazo de noche que no se quiere ir. Estoy influido por ruido de arena desmoronándose que hace tu sangre al circular; estoy influido por el Zohar, por Pedro Vargas, por mi gato Mandrake, por Proust, por Buzzati, por Crowley, por Agustín Lara, también por Grotowski.
—Tus comienzos en el teatro los hiciste en Chile. ¿Cuándo fue?
—No comencé en Chile, no hay comienzo, todo es continuación. Fui un caballo blanco que murió en Cracovia; fui una hermosa mujer rubia de doscientos kilos en Esmirna (aún siento algunas noches el palpitar de mi enorme vagina), fui monstruo, fui rey, comí un pedazo de manzana y le temo a las quijadas de burro, di flores, enterré raíces en sabrosas tierras, lloví, ardí, giré en espirales, fui un alarido sin boca surgiendo de la nada.
Mientras Jodorowsky y Panorama se turnan escribiendo a máquina, los invitados comentan las fotos, todavía en el suelo, de la filmación de Fando y Lis. Panorama intenta averiguar el argumento del film, si lo hay. Recibe algunas respuestas pero nadie se pone de acuerdo. Alejandro, impertérrito, sigue tecleando con dos dedos. De las explicaciones aisladas sólo es posible deducir que está compuesto de una serie ininterrumpida de símbolos que se entremezclan, corporizados en dos adolescentes que no pueden integrar una pareja porque la crueldad de la sociedad actual los ha marcado con su sadismo. Aparentemente, también, para aumentar la confusión, la acción trascurre en un país de sueño, donde se mezclan realidad y onirismo. El argumento, escrito por Arrabal, llevó dos años de filmación y ¿cuántos pesos mexicanos? Alejandro lo ignora.
El psicólogo (aprovechando el teclear continuo de Jodorowsky, se dirige a Panorama). —Deberías ver El topo, aunque no se exhibe ahora. El tema es budista, escrito por Alejandro. Describe al vaquero como místico, parecido al samurai, que utiliza el sable como razón de todos los actos de su existencia. Aunque esta explicación lo simplifica demasiado.
Panorama (volviendo al diálogo escrito con Jodorowsky). —¿Por qué te interesa ahora el cine más que el teatro?
Jodorowsky. —El teatro se hace en un lugar, el cine en el planeta. El teatro es hecho por actores, el cine por la humanidad. El teatro es un grito en una ciudad, el cine es un grito en el mundo.
—Esta respuesta presupone, para ti, el fin del teatro ...
—Nada ha terminado. Todo existe y todo muere, en este preciso instante. No existe “el teatro", existe lo que yo, tú, hacemos, decimos, bailamos. Existe la manifestación vibrante. Nada muere, nada nace. Todo está aquí, para siempre, hasta el segundo que viene.
(Apurándose, antes que Jodorowsky se canse de escribir o el ruido de la habitación se haga insostenible, aunque nada de esto sucede, pues las fotografías han sido archivadas nuevamente por Válery y la señora norteamericana discute, en inglés, teorías educativas mexicanas.) —¿Cómo ves al segundo que viene?
(Rápidamente.) —Tengo dos respuestas: a) Ya pasó; b) Si lo viera, ya estaría en él.
—Entonces, ¿cómo vives, según todo lo que has dicho?
—Esto está de acuerdo conmigo. No tengo teorías. Hablo como quien orina. Una palabra mía es tan mía como uní ojo que nunca ha sido mío. ¿Mis hijos? Les doy pero no trato de obligarlos a recibir. Me dan en la medida que necesito. Si tengo que pedir sólo pido lo estrictamente necesario. Pero no se da ni se recibe. Oigo el canto del río al golpear contra las riberas. Ribera y río me dan el canto. No pregunto quién lo hace. Simplemente escucho.
—¿Te consideras un antiintelectual?
(Sonriendo mientras escribe.) —Tengo una cantidad enorme de libros que no leo con mi intelecto (señala con una mano un pequeño cartel en lo alto de su imponente biblioteca, que dice: antiintelectual), los leo con las manos, el olfato, el afecto, la saliva. Los libros son caricias, amigos, amantes, no me enseñan cosas ajenas a mi. Sólo me enseñan a aprender de mí mismo. Humildad: tú eres la llave del intelecto.
—La última pregunta: considerando tu posición frente a las cosas, tan sensorial, ¿cómo te sientes cuando la censura mexicana acorta tu film El topo en veinte minutos?
—Sólo te digo: la Venus de Milo perdió los brazos pero sigue siendo una obra de arte. Y ahora te pregunto, en agradecimiento por no haberme preguntado las mismas imbecilidades “trascendentes" que la mayoría de los periodistas me preguntan siempre: ¿Crees que mis simples respuestas interesarán a los lectores de tu revista?
(Escribiendo por primera vez una respuesta en vez de una pregunta.) —Creo que sí, Alejandro.
(Arranca la hoja de papel de la máquina y relee el texto escrito cuidadosamente, corrigiendo errores de máquina.) —Porque esto me resume: vivir entre los valores humanos, todo mezclado, con pedazos de libros, conversaciones, dibujos, gente. Mi cara tiene que estar abierta al mundo. Quiero que cuando te vayas de aquí te lleves un ejemplar de mis historietas (lo busca en su biblioteca) y esta edición de El Ensueño de Strindberg parafraseada por mí.
(Leyendo el prólogo de Jodorowsky a Strindberg, publicado en 1967.) —“En estos momentos nuestro teatro exige de los directores una labor de autor y de adaptador. Más aún, exige que todos aquellos que deseen realizar un teatro digno dejen de imitar los últimos estrenos célebres en capitales de renombre y se dediquen a crear un repertorio inédito de acuerdo con las necesidades de la compañía que tengan entre manos."
—Bueno (se dirige a todos)... ¿Qué les parece si vamos al cine a ver una de cowboys? (A Panorama) Tú también estás incluida.
Gran entusiasmo colectivo. Se corren sillas, se vuelca un vaso, se barajan distintos títulos, está haciendo frío. Válery corre a buscar un tapado. Pero todo sigue igual. Y entonces cae el TELON.
Irene Hirsch
Revista Panorama
9/2/1971

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