Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Renán Fuentealba
EN LA ETAPA MAS CRITICA DE SALVADOR ALLENDE
CHILE: LA OPOSICION, MODELO CASI ARMADO
En Santiago retumban los efectos de una grave situación política: mientras la oposición profundiza su ofensiva, el gobierno insinúa una táctica apaciguadora que, hasta ahora, no ha dado resultado.
La semana pasada, el senador Renán Fuentealba (foto), presidente de la democracia cristiana, expuso polémicos puntos de vista ante el corresponsal de SIETE DÍAS

“Los guardaespaldas de los monopolios están buscando el enfrentamiento”, advirtió el matutino El Siglo —órgano del Partido Comunista chileno— la semana pasada. En realidad no hacía sino repetir lo que, de una u otra manera, el propio Salvador Allende viene denunciando desde hace tres semanas, cuando la mayoría opositora del Congreso aprobó las reformas constitucionales que privan al gobierno de jugar una de sus cartas más preciadas: la estatización —parcial o total— de 91 grandes empresas de formas monopólicas.
Apenas a 16 meses de haber iniciado una experiencia inédita —el intento de transitar hacia el socialismo sin trasgredir los topes de la democracia—, el gobierno de Allende se encuentra, indudablemente, en uno de sus bretes más delicados. A esta altura hay algo que no ignoran ni el oficialismo ni la oposición: cada una de las concesiones —o las imprecisiones— que la Unidad Popular ofrendó para calmar las ¡ras de sus enemigos repercutió paradójicamente en contra de Allende y permitió que la oposición retomara la iniciativa política.
Hoy la oposición —cada vez más indiferenciada— intenta cosechar rápidamente sobre sus triunfos recientes. La reforma constitucional (que también veda la decisión oficial de establecer el control estatal sobre el 60 por ciento de la producción industrial del país) es el punto de mayor intransigencia alcanzado en ese sentido. Si hay una “provocación opositora” —como sostiene La Moneda— ella apunta en este momento a obtener del Ejecutivo la realización de un plebiscito que, para el Partido Nacional y la democracia cristiana significaría “la definitiva liquidación de Allende”.
“Habrá plebiscito, pero no como lo quiere la oposición”, contraatacó el presidente. Mientras tanto giró al Tribunal Constitucional una apelación contra la resolución parlamentaria: el gobierno argumenta que la disposición del Congreso es ilegal, ya que no fue despachada por los dos tercios. Lo cierto es que esta cuestión ha puesto al rojo vivo la situación política chilena, ahora signada por el fortalecimiento de la derecha, y el incierto destino de los ensayos apaciguadores insinuados por la Unidad Popular. Mientras tanto, prosigue la guerra verbal: la CUT (Central Única de Trabajadores, poderosa central obrera acaudillada por los comunistas) promete la movilización obrera contra “los planes subversivos de la reacción”, al tiempo que un documento emitido por los jefes de todos los partidos que integran la UP denuncia a la oposición por "extorsionar al presidente, con la amenaza de una guerra civil si no cumple sus exigencias”.
Uno de los principales estrategos de esa oposición es Renán Fuentealba, el presidente nacional de la democracia cristiana. La piedra del escándalo —el proyecto de reforma constitucional— lleva su firma junto a la de Juan Hamilton, hombre próximo al nuevamente fuerte Eduardo Freí.
A los 54 años, de cuerpo menudo y nervioso, cara afilada y ojos vivaces, tono firme y mesurado, Fuentealba es, como resumió uno de sus amigos, “un conductor de cuadros, una mentalidad acerada, un expositor preciso”. Llegó a la presidencia del partido en 1961, tras haberse iniciado como diputado en 1957; luego de cuatro períodos consecutivos abandonó el cargo en 1965 para dedicarse a la campaña electoral que lo consagró senador. Retomó la presidencia en 1970: por entonces se lo solía ubicar a la izquierda de Frei, cosa que hoy ocurre con su hijo, dirigente de la juventud partidaria. Viejo amigo personal de Salvador Allende, Fuentealba se sigue proclamando defensor del "socialismo comunitario”, aun cuando los tiempos han cambiado notoriamente; de hecho, la DC está ahora coligada al derechista Partido Nacional.
En su sobrio despacho del local partidario —un moderno edificio sobre la Alameda O’Higgins, en pleno centro de Santiago— el jefe de la DC recibió a Rubén Caletti, corresponsal de SIETE DÍAS en la capital trasandina. Lo que sigue es la charla suscitada:
—¿Cómo caracterizaría el proceso que vive Chile desde septiembre de 1970?
—Chile vive desde entonces un proceso que se caracteriza, en el fondo, por un enfrentamiento entre fuerzas y partidos que desean la continuidad de la democracia, y las fuerzas y partidos que tratan de interrumpirla. Nadie puede negar que se está efectuando una transformación de la estructura social y económica —y aun política— de nuestro régimen. Por eso las tensiones se agudizan y crecen los conflictos. Tenemos por un lado —y esto sin contar los errores graves de la Unidad Popular— una ultra-izquierda muy activa que influye dentro de la coalición gobernante y crea en las zonas rurales situaciones que, de hecho, alteran la legalidad y la seguridad personal de agricultores y campesinos. Por otra parte se generaliza el hábito de las tomas de fábricas, viviendas y terrenos que se verifican al margen de todo concepto de justicia o de necesidad, salvo casos muy excepcionales y precisos. Por otro lado tenemos una ultraderecha que también ha creado situaciones de desorden, pero que refleja, sobre todo, una cierta tendencia a la acción directa que está latente en el país y que es preciso conjurar.
—¿Cuál ha sido la incidencia de las trasformaciones estructurales en este clima de tensión?
—Ocurre que la creación de un área social o pública de la economía —a la cual se han incorporado empresas que deben ser patrimonio común de la Nación— ha provocado un clima de inseguridad general, debido a que el gobierno no delimita de una manera clara y objetiva el área mixta y el área privada de la economía.
—¿Cómo influye ese clima de tensiones y angustias sobre el momento político actual?
—El país no tolera más las posiciones ambiguas de los gobernantes que, por ejemplo, mientras proclaman su respeto por los derechos democráticos, utilizan su prensa, sus medios informativos y el canal nacional de televisión para calumniar y denigrar adversarios.
—¿Pero no utilizan el mismo tono los medios de oposición?
—Puede que lo utilicen para calificar a personas. Pero lo grave es que los medios que utiliza el gobierno socavan el prestigio de las instituciones democráticas.
—¿Cómo resumiría usted los que, a su juicio, son aciertos del gobierno de la Unidad Popular en estos primeros dieciséis meses?
—Ha incorporado al patrimonio nacional sectores importantes de nuestra economía; e| cobre —con la decidida colaboración de los demócratas cristianos—, el hierro, el salitre, el cemento. Ha profundizado la Reforma Agraria y su política exterior ha correspondido a los intereses chilenos al impulsar el Pacto Andino y al establecer las mejores relaciones posibles con los países latinoamericanos, aun cuando en otros aspectos parece apartarse de la política tradicional chilena.
—¿Cuáles son esos aspectos?
—Chile ha mantenido siempre una política independiente de cualquier bloque y esto parece dejarse de lado ahora a favor del bloque soviético. Pero quiero decirle que hemos estado de acuerdo con la reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba y, en su contexto más amplio, con China Popular. Estos son los principales aciertos; probablemente se me escapen otros.
—Su partido ha señalado reiteradamente que el gran error de la Unidad Popular sería su sectarismo.
—Efectivamente, el sectarismo ha envenenado el alma del país. Además, la creación de un área social de la economía, en muchos casos al margen de la ley o utilizando arbitrariamente la legislación vigente. Podríamos enumerar muchas cosas, pero el error básico son la burocratización y el estatismo. Se han creado bases para avanzar en la construcción de una sociedad socialista, pero se tiende a ahogar la expresión democrática del pueblo, desvirtuando el carácter pluralista que se le ha asignado al régimen.
—Sin embargo esa tendencia parece haber sido advertida por los propios dirigentes de fa UP, de acuerdo a la Declaración de El Arrayán, en la que, entre otras cosas, se criticaron severamente el sectarismo y el burocratismo.
—La opinión de los dirigentes no siempre refleja’ la conducta del resto.
—Para la opinión pública latinoamericana, el proceso chileno tiene una significación histórica sumamente importante. ¿Cómo ve usted sus perspectivas en ese sentido?
—La significación histórica es obvia: se trata de un gobierno cuya base principal de apoyo son dos partidos marxistas y que, sin embargo, ascendió al poder por la vía democrática tradicional. Si se convierte en una experiencia socialista más de las muchas que ha conocido el mundo en este siglo, su significación histórica será poco relevante. Si logra mantener su acción dentro de los marcos democráticos, afrontando y acatando las decisiones del electorado, podrá eventualmente tener una proyección más importante.
—¿No cree usted que la DC puede tener un papel decisivo en la continuidad democrática de este gobierno?
—La DC —como la existencia de Fuerzas Armadas prescindentes y no deliberantes— es un puntal de nuestro sistema democrático. Eso es tan cierto que, desde el primer momento, la UP se ha propuesto destruir a la DC y, de acuerdo a las opiniones y consejos dejados por el marxista norteamericano Paul Sweesy, quiere dividir a las Fuerzas Armadas en reaccionarias y revolucionarias.
—Muchos observadores afirman que el camino de las trasformaciones se inició en Chile con Eduardo Frei y que el triunfo de Allende, significaba que el pueblo le entregaba el bastón de los cambios luego de las dificultades que enfrentó Freí para cumplir plenamente sus objetivos. ¿Qué opina usted?
—Antes que nada es preciso señalar que existe un proceso de fondo en la sociedad chilena, cuyo rasgo fundamental consiste en una creciente conciencia de que el desarrollo del país no puede ser de tipo capitalista. Es un hecho histórico, social y político irreversible, y el gobierno que no lo aprecie así fracasará inevitablemente. Frei hizo lo suyo, una obra de modernización del Estado, de democratización y desarrollo de la educación, de promoción de las organizaciones populares. Las dificultades que Frei encontró y que usted menciona fueron en gran parte creadas por la oposición socialista y comunista encabezada por Allende. En parte también por la derecha, que fue la más tenaz opositora de la Reforma Agraria.
—Desde las elecciones del 16 de enero pasado los partidos de la UP han vivido en deliberación ¡permanente. De ella surgió, entre otras cosas, la urgencia por encontrar una fórmula que permita enfrentar ventajosamente las elecciones parlamentarias de 1973. ¿Cómo ve esa posibilidad?
—Según nuestra ley general de elecciones, esta fórmula podría lograrse a través de tres procedimientos distintos: constituir un partido único de gobierno, proceder a la fusión de colectividades que integran la Unidad Popular —fórmula parecida a la primera— o bien proceder a las renuncias colectivas de todos los candidatos de los partidos de la UP para inscribirlos como militantes de uno de los partidos existentes, o de otro, cumpliendo los requisitos legales. Todos estos procedimientos contravienen el espíritu de la reforma electoral que los partidos Socialista y Comunista, junto a la DC, aprobaron en las postrimerías del gobierno de Ibáñez, en 1958. Si la UP nos fuerza a ello, nos veremos obligados a buscar fórmulas que permitan a los partidos democráticos enfrentar unidos las elecciones.
—Algunos dirigentes de la DC han calificado de “suicidio” la unión con la derecha.
—Las opiniones que usted señala obedecieron al impacto inicial que provocó el anuncio de la UP de que buscaría la lista única. La directiva nacional de la DC no se siente en absoluto al borde de un suicidio en ninguno de los casos mencionados.
—La polémica tendría, sin embargo, raíces más profundas. Algunas corrientes de opinión dentro del partido ponen su énfasis en la vocación por los cambios. Otras, en la necesidad de enfrentar las posturas de la UP. Si se observan, por ejemplo, los recientes discursos de Eduardo Freí en Rancagua y San Femando, y las declaraciones últimas de Radomiro Tomic a un diario peruano, se advierten —a otro nivel— esas diferencias de énfasis.
—Como es natural existen en el partido puntos de vista distintos, pero no en el sentido que usted señala. La diferencia entre los discursos de Frei y las declaraciones de Tomic se explican por las diferentes circunstancias en que se produjeron unas y otras. El propio gobierno se encargó de borrar las diferencias dentro del partido. Ahora son sólo matices, se refieren a una posición más dura o menos dura, a acentuar la labor de fiscalización sobre las acciones del Ejecutivo o a acentuar la labor de colaboración con algunas medidas.
—En los últimos tiempos se ha hablado de gestiones del partido Comunista para establecer un diálogo con la DC.
—Nuestro partido está abierto a cualquier tipo de diálogo, siempre que éste sea leal y constructivo.

Recuadro en la crónica________________________
GRAHAM GREENE: LOS PELIGROS DEL GRAN PODER
El gobierno de la Unidad Popular acababa de cumplir un año — en el último noviembre— cuando, entre los múltiples y heterogéneos análisis y balances a que se lo sometió desde varios ángulos y varios países, el escritor inglés Graham Greene trazó su propio estudio acerca de una experiencia que parece despertar en él mucho interés. El borde peligroso se tituló el artículo publicado en el semanario Observer, de Londres, a principios de enero. “En las próximas elecciones presidenciales..., comencé a preguntar al señor Tomic —recuerda Greene—, cuando él me interrumpió para decir: Si es que hay otra elección”. Una duda que el escritor manifiesta haber escuchado varias veces y que atribuyó “al lado oscuro de las intenciones” de quienes la manifiestan. Es que para Greene, que se muestra observador imparcial si los chilenos no protagonizan nuevas elecciones presidenciales no será porque el gobierno de la coalición izquierdista no lo quiera. “Un gobierno que ha hecho mucho con una minoría en el Congreso (nacionalizaciones sin compensación, expropiaciones, control de los principales bancos) debe interrogarse a veces acerca de cuándo se iniciará el contraataque. Y él contraataque puede tomar la forma de un bloqueo económico decretado por los EE.UU. o puede estar disfrazado bajo un complot tejido por la CIA con la ayuda de los extremistas de derecha, como los que mataron al general Schneider”, sostiene Greene. Sin embargo, Allende confesó al autor de Los farsantes que no cree en la primera posibilidad.
“El doctor Allende me dijo que no cree que EE.UU. sea por mucho tiempo más una amenaza militar en América latina: la derrota en Vietnam hace que, en su opinión, otro Santo Domingo sea altamente improbable”. Algo que el escritor no comparte totalmente: “La humillación del Gran Poder es lo que lo torna peligroso —advierte—; la humillación demanda ser indemnizada y el Pentágono puede sentirse impelido a exhibir su poder inexpugnable en la que considera su área de influencia; el poder puede ser ejercitado en ese caso indirectamente, a través de alianzas con Brasil y Bolivia”. Si ello ocurre, cree Greene, dos de sus tres fronteras se volverán extremadamente peligrosas para los chilenos y todo dependería, en cierto modo, del futuro de la Argentina, gobernada por el “liberal general Lanusse”.
Según pudo comprobar el escritor inglés, “Allende está haciendo una revolución en circunstancias más dificultosas que las que vivió Fidel Castro cuando su asalto desde Sierra Maestra. Esta revolución requiere de su líder menos un carisma heroico que una extrema prudencia política, sentido del humor y un coraje espectacular. Y optimismo, por supuesto. Mucho optimismo”.
Sin embargo, Greene pareció encontrar aristas que muestran ciertas condiciones a favor del proceso chileno. “En un lunch pregunté a Allende si él no encontraba necesario apelar al racionamiento para elevar el nivel de vida de los pobres y me contestó que tenía la esperanza de que no. Eso fue subrayado por el ministro de Economía; me explicó que, en este caso, el paralelo con Cuba no era bueno. Chile tiene desde el principio industrias que Cuba no tenía y, además, no sufre momentáneamente ningún tipo de bloqueo”.

Revista Siete Días Ilustrados
20.03.1972

Ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba