Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Truman
Estados Unidos: Las dos caras de Harry Truman
El 24 de junio de 1941 el senador norteamericano por el Estado de Missouri, Harry Truman, formulaba al The New York Times la siguiente declaración: “Estados Unidos (en el curso de la Segunda Guerra Mundial) debe ayudar a cualquiera de los bandos que parezca que está perdiendo. Si vemos que Alemania está ganando, debemos ayudar a Rusia. Si vemos que Rusia está ganando, debemos ayudar a Alemania. La cuestión es que se maten entre ellos en el mayor número posible”.
Truman, al abandonar la Casa Blanca, en 1952, fue consultado acerca de si sentía dudas (o remordimientos) por haber ordenado el lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Esta fue su respuesta: “No dudé un minuto y jamás perdí el sueño por esa resolución”. Claro está que esa decisión causó más de 200 mil muertos, mientras la casi totalidad de los expertos militares aseguraban que había decenas de medios para obligar a la rendición japonesa sin necesidad de recurrir al genocidio.
No obstante, y quizás justamente porque se sienten inspirados en su conducta, Lyndon B. Johnson y Richard Nixon tuvieron las siguientes expresiones al conocer la muerte de Truman: “Fue un gigante del siglo XX”, dijo Johnson; “fue uno de los presidentes más valerosos de nuestra historia”, complementó Nixon.
De todas maneras, si las agencias noticiosas norteamericanas se esforzaron en recordar a Truman como al humilde hijo de un granjero y vendedor de caballos, que para subsistir vendió diarios y fracasó al abrir una mercería en la que comerciaba con corbatas y camisas, una de ellas cometió una lamentable exageración al señalar que el pueblo japonés había recibido la noticia del deceso de Truman “profundamente compungido”. Al parecer, las agencias de noticias del norte pretenden abrir nuevos surcos en las teorías psicoanalíticas que sostienen la tesis de que las víctimas aman profundamente a sus verdugos, y que hay pueblos capaces de practicar el masoquismo colectivo.

ROOSEVELT VS. TRUMAN. Si bien la historia se limita a juzgar los hechos consumados y no las múltiples variantes de las posibilidades frustradas, los analistas de posguerra coinciden en señalar que Truman tenía una marcada estrechez de mira en comparación con la amplia visión política de Franklin Delano Roosevelt, a raíz de cuya muerte llegó a la presidencia en 1945.
Este criterio fue sustentado por el propio hijo de Roosevelt, el mayor de la Fuerza Aérea norteamericana Elliot Roosevelt, quien en su libro Así lo veía mi padre, enjuició al régimen de Truman con estas palabras: “El gobierno no es un gobierno de unidad nacional, con todos los partidos representados en él, sino un gobierno de despotismo, con el hambre abajo y el cinismo y el cohecho arriba”.
Lo que resulta indudable es que a Truman le tocó gobernar en uno de los vértices más peligrosos de la historia humana. Luego de suscribir los acuerdos de Postdam, junto con Stalin y Churchill (al lado de quienes se sentía cómodo porque tenían menos estatura física que él) empujó al mundo por los senderos de la guerra fría. Sus enemigos lo acusan de haber permitido el rearme alemán y la resurrección del fascismo; de haber ahogado en sangre la revolución griega, para luego aplastar la nacionalización del petróleo del Irán, gracias a la Central Intelligence Agency (CIA) que él autorizó a organizar.
Sin embargo, Truman tiene también críticos de derecha. Muchos lo calificaron de tonto al permitir que durante su administración China, el país más poblado de la tierra, pasara a formar parte del mundo socialista, a pesar de que, en ese momento, la superioridad bélica de USA era incontrastable. De todas maneras, un año más tarde, vale decir, en 1950, movilizó la Séptima Flota para evitar que Corea se unificara bajo un gobierno marxista que era apoyado por miles de soldados maoístas.
Pero quizás, para los norteamericanos, el recuerdo de Truman se asocie al Punto IV de un informe suyo a Congreso norteamericano. Gracias a la política de Truman, USA impulsó el plan Marshall a fin de reforzar en Europa occidental un bloque de países industrializados capaz de enfrentar al peligro socialista; según ese mismo plan, América latina debía ser reordenada para cumplir el papel de trastienda de las empresas monopólicas abastecer materia prima y comprar a precios cada vez más caros, productos industrializados. De esta manera, los cinco mil millones de dólares anuales que USA destinó a la reconstrucción de Europa, contrastaron con la política de penetración económica de las compañías de USA en las áreas latinoamericanas que habían sido momentáneamente descuidadas durante la guerra. Es curioso como durante la administración de Truman se acuñaron términos capaces de caracterizar su propia personalidad de campesino, conservador y pragmático: “guerra fría”, “cortina de hierro”, “maccarthysmo”, fueron algunos de ellos.
A. S. R.
Revista Panorama
4/1/1973

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